jueves, 25 de octubre de 2018

Luchando por sobrevivir.




Un rayo de luz se coló por la persiana e incidió directamente en su rostro, con rapidez apretó los ojos en un intento vano de seguir durmiendo, pasó mala noche, las pesadillas se habían vuelto recurrentes, después de tantos años en silencio, sus amargos recuerdos lo amenazaban de nuevo. Temía dormir porque no podía ser dueño de sus sueños, porque allí sus miedos se sentían libres de campar a sus anchas, sin que él pudiera controlar nada, sólo despertar agitado con un sudor frío que le bañaba el cuerpo y un reguero de lágrimas cayendo por sus mejillas.
Marcos no había tenido una vida fácil, desde pequeño fue dando tumbos de casa en casa de acogida, su infancia fue dura, un padre que lo abandonó, una madre alcohólica y una hermana menor con problemas por culpa de la ineptitud de su madre que no se ocupó de ella y no evitó el accidente que le costó un retraso en el aprendizaje. Cuando contaba con cuatro años una asistente social apareció por su casa, por llamar de alguna manera a aquella habitación inmunda donde sobrevivían gracias a lo que le daban los vecinos y a lo que su madre robaba en algún que otro supermercado cuando compraba sus botellas de ginebra.

Pasaron a estar bajo la potestad del Estado, y no volvió a saber de su madre. Cuando lo acogieron por primera vez acababa de cumplir seis años y lo separaron de su hermana, había pocas familias dispuestas a acoger a una niña con problemas, por eso decidió portarse lo peor posible para que lo devolvieran al centro junto a su hermana, aunque hubo de reconocer que los Fajardo Estévez eran una familia encantadora con él pero poco dispuestos a ocuparse de otra niña, por lo que terminaron por devolver a Marcos a los servicios sociales, desbordados por la inadaptación que demostró desde su llegada.
Cuando intentó reunirse con Laura, descubrió que un descuido de unas de las cuidadoras del centro hizo que sufriera un terrible accidente que le costó la vida, solo tenía cinco años cuando abandonó un mundo que solo le había dado sinsabores y falta de amor y dejó solo a la única persona que la había amado de forma incondicional, su hermano Marcos.

Algunas veces parecía que había pasado una eternidad de aquello, y era cierto, veinte años era mucho, a veces suficiente para hacerlo olvidar aquel pasado amargo, sobre todo desde que conoció a Alba, pero últimamente ni siquiera el amor que sentía por ella era capaz de sacarlo de ese infierno en el que se dejaba arrastrar cada noche. Y su rendimiento en el trabajo empezaba a mermar, su amigo y socio Javier notaba que algo le pasaba, de hecho, habían tenido una conversación en la que él se negaba a aceptar que algo en su vida lo estaba perturbando, pero lo cierto es que de seguir así pronto tendría un problema. Si no era capaz de poner en orden su vida y dejar atrás el pasado ¿cómo iba a desempeñar bien su trabajo? Es más como iba a ayudar a otros si él se sentía por momentos atrapado en una vorágine que lo hacía descender hasta lo más recóndito de su infierno particular.
Siempre tuvo claro que quería estudiar psicología, quizá su experiencia vital le hizo comprender que debería hacer algo por ayudar a los que lo estaban pasando mal. El complejo mundo de la psicología lo atrapó por completo cuando empezó a estudiar la carrera, y consideraba esa etapa como una de las más felices. Hizo amigos nuevos, se relacionó con gente interesante y conoció al amor de manos de una chiquilla rubia de cabello largo y sonrisa lánguida con la que probó las mieles que el sexo podría depararle.
Decidió entregarse a ella sin reparos, lanzó su corazón al vacío en el momento en que los ojos de aquella chica se clavaron en los suyos, desde ese mismo instante supo que era ella, ella a la que se agarraría en su lucha por no naufragar de este universo, ella con la que intentaría cambiar su mundo por uno mejor, ella la que le haría olvidar los sinsabores de una niñez tortuosa y triste, juntos cambiarían la vida a la que iban a enfrentarse y saldrían victoriosos.
Aquella mañana del mes de octubre, el sol brillaba aún con fuerza y observando desde la ventana de su despacho el devenir de la gente, Marcos esperaba su próximo paciente.
Unos minutos antes estuvo estudiando el dossier que le pasó su amigo y colega Pablo y pudo comprobar que no iba a ser un caso fácil. Se trataba de una chica de diecinueve años,  la única superviviente del macabro crimen de su familia, ella se salvó porque se encontraba en un campamento de monitora con unos chicos, desde el día que se enteró de la tragedia había sido incapaz de volver a comunicarse de una forma normal con nadie, la habían medicado hasta la saciedad, pero no mejoraba y los últimos terapeutas que la habían tratado se toparon con una cerrazón imposible de doblegar por eso habían decidido dar una oportunidad a Marcos, sus técnicas innovadoras aprendidas en Estados Unidos durante años, estaban dando muy buenos resultados y fue su amigo el inspector Reyes quien habían pensado en él para este caso.
Cuando Bea entró en la consulta, tuvo una sensación extraña, aquella chica menuda que se tapaba el rostro con su melena pelirroja y andaba encorvada como escondiéndose, por un momento cuando el la saludó lo miró directamente con sus melancólicos ojos grises y dejó escapar de sus labios una cínica sonrisa que lo sobresaltó. Aquel fue el único contacto que tuvieron en toda la sesión, ella se sentó en el sofá con la mirada perdida y no pudo conseguir que saliera en ningún momento de su ostracismo. Después de finalizar su jornada laboral decidió avisar a Alba para salir a tomar unos vinos, lo que menos le apetecía era encerrarse en casa y empezar a darle vueltas a la cabeza, cuando ella rehusó la invitación porque saldría tarde del despacho decidió llamar a Reyes, quería saber más sobre Bea y sobre todo llegar sin fuerzas a la cama para tratar de dormir después de muchas noches de insomnio.
Cuando llegó a D’Copas su amigo le estaba esperando en una de las mesas con una copa de vino blanco, lo saludó y tras pedir al camarero lo mismo que tomaba David y ponerse al día, lo interrogó sobre lo sucedido a Bea y sus antecedentes personales. David sólo le desveló que en realidad Bea no era la hija biológica de los Suárez Montes, ella y la pequeña Mónica habían sido adoptadas hacía mas de diez años cuando a sus padres les retiraron la custodia por abandono.
Su padre era un camello de poca monta violento y con mal carácter y su madre se había refugiado en la bebida para evadirse de la miseria en la que vivían, esa historia no le era ajena a Marcos y pronto logró ponerse en la piel de su joven paciente. Por las declaraciones de los familiares y conocidos, tras los problemas normales de adaptación, la convivencia había sido ejemplar, las chicas asistían a sus clases y eran una familia bien avenida con los problemas propios de tener dos adolescentes en casa, pero todo parecía perfecto, no podían ni imaginar quien había cometido un asesinato tan horrible, por eso resultaba indispensable poder interrogarla para poder encontrar un hilo que aclarara la investigación que por el momento se encontraba estancada, sin testigos y sin pruebas físicas todo se había tornado muy complicado para dar con el paradero del asesino.
Después de varios vinos se despidieron y David le encargó que lo tuviera al tanto de los progresos con Bea y que le avisase si conseguía que se comunicase con él.
Mucho más relajado Marcos volvió a su casa y cenó con Alba que acaba de llegar del despacho.
Las semanas siguientes fueron infructuosas, Bea seguía sin articular palabra, pero aquel martes mientras se encontraba en la consulta, una tormenta empezó a descargar con fuerza y cuando un estruendoso trueno retumbó en la habitación y se fue la luz, Bea salió de su letargo y se puso a chillar de una forma escalofriante, al instante volvió la luz y Marcos la encontró echa un ovillo en un rincón al lado del sofá, se acercó a ella lentamente y la vio tan asustada como un animalillo herido y con el rostro bañado por las lágrimas, comenzó a hablarle casi en un susurro y cuando menos se lo esperaba Bea lo miró y balbuceó:
_ Ayúdame o también me matarán a mí.
Marcos la ayudó a incorporarse y se sentó junto a ella en el sofá, entonces ella se abrazó a él con fuerza y lloró sobre su hombro lo que a él le pareció una eternidad, por fin dejó de llorar y Marcos le preguntó:
_ ¿quieres que llame al inspector Reyes?, seguro que él podrá ayudarte y necesita hablar contigo para que le expliques si conoces a alguien capaz de hacerle eso a tu familia.
Todavía no Marcos, prefiero explicártelo todo a ti, no me fio de nadie y creo que es mas seguro que nadie sepa todavía que he vuelto a hablar.
Todo empezó cuando empecé a asistir a la facultad, era mi primer año y aún andaba un poco perdida, las clases eran duras pero el primer cuatrimestre me fue bien, conocí a gente nueva y los profesores eran majos, pero todo cambió el cuatrimestre siguiente, una de las asignaturas en las que me había matriculado la impartía un profesor algo peculiar, era joven y extrovertido y sobre todo tenía fama de ser uno de los más duros de toda la carrera. En principio todo fue bien hasta que en una de sus clases me hice notar al rebatirle una de las explicaciones que nos estaba exponiendo, noté que se puso de mal humor al instante y como no cejé en mi empeño de hacerle ver su error, terminó echándome de la clase según por él por impertinente.
Salí de allí apesadumbrada y sobre todo sin saber en el lío en el que me acababa de meter, Julio tenía una personalidad enrevesada y aunque yo no lo sabía aún, iba a pagar cara mi ofensa. A los pocos días me llamó al terminar una de sus clases y me dijo que le gustaría comentar conmigo un tema y que quería disculparse por el incidente que habíamos tenido, quería hacer borrón y cuenta nueva, yo también me disculpé y le dije que si lo había ofendido no era lo que pretendía, lo admiraba y estaba muy contenta de tenerlo como uno de mis profesores, seguro que aprendería mucho de alguien como él.
Aquel día no pasó nada, repasamos algunos de los temas del cuatrimestre, le plantee mis dudas y se mostró de lo más amable y conciliador mientras me las resolvía.
Pero después de un mes me volvió a citar en su despacho y acudí, sin sospechar lo que me tenía preparado, era tarde y no había nadie por los pasillos, cuando de los lavabos de los chicos salieron tres encapuchados que me taparon la boca y me introdujeron allí, me taparon los ojos y  allí empezó mi pesadilla, noté como empezaron a manosearme, me pellizcaban, se reían y metían sus manos bajo mi falda acariciándome las piernas y mi sexo, yo quería morirme mientras esos bestias disfrutaban humillándome, entonces alguien entró y esos energúmenos se quedaron en silencio, por un momento sentí que me había salvado, pero no sabia lo equivocada que estaba, quien entró les dio instrucciones y se marcharon, nos quedamos solos y mientras entre sollozos intentaba liberarme de las ataduras oí su voz en mi oído.
_ Hola querida, parece que hoy no estás tan subidilla, ¿no?
Esto te ocurre por pasarte de lista, ¿te crees que alguien tan insignificante como tú puede intentar dejarme en ridículo delante de mis alumnos?, pero seguro que eso no va a pasar más ¿verdad? Si no la próxima vez alguien podría resultar herido y sería una pena ¿no crees?
Me desató las manos, me destapó los ojos y cuando quise darme cuenta se había marchado dejándome echa un mar de lágrimas y más asustada de lo que había estado nunca. Como pude me recompuse y salí de allí aterrada.
No le conté nada a nadie por miedo, pero mi actitud cambió por completo, me volví retraída e insegura y mis padres lo notaron, intentaron ayudarme, pero nos los dejé. En ese momento Bea se rompió de nuevo al recordarlos.
Pasaron las semanas y el destino me puso en el camino a una amiga cuya madre trabajaba en instituciones penitenciarias, a través de ella localicé a mi padre biológico, había salido hacía poco de la cárcel y sabía su dirección así que llena de rabia e impotente se me ocurrió contactar con él, para que él o alguno de sus amigos le dieran un buen susto a mi profesor, pero la cosa se me fue de las manos, cuando quise darme cuenta estaba relacionándome con gente muy peligrosa y decidieron que querían dinero, yo tenía algo ahorrado y después de dárselo me dijeron que era poco que o les daba más o todo iba a saberse. Con ese agobio me marché a los campamentos y cuando me llamaron fue para decirme lo que le había pasado a mi familia, lo demás ya lo sabes.
No sé que pudo pasar, pero creo que los amigos de mi padre están implicados, no sé, esto es una tortura y nunca podré perdonármelo, todo lo que ha ocurrido ha sido por mi culpa.
Marcos procesó toda la información que Bea le había contado y después de quedar con ella en que no dirían a nadie que había vuelto a hablar, por su seguridad, él se encargaría de hablar con Reyes sobre todo lo que había averiguado.
Después de varias semanas Marcos y Reyes se reunieron con Bea en el Hospital donde se encontraba internada desde que ocurrieron los hechos, al fin habían detenido a los culpables, si bien estaba en lo cierto al sospechar de los amigos de su padre biológico, lo cierto es que estos se pusieron en contacto con Julio para tratar de extorsionarlo y el revertió todo en su beneficio y les pagó para silenciarla, entrarían en la casa y fingirían un robo y terminarían con el problema, sin saber que ella no se encontraba allí, y si su familia que fue quien terminó pagando las consecuencias de la mente de un psicópata que vivía disfrazado en la vida anodina de un profesor de universidad, pero por fin lo habían detenido y estaría mucho tiempo en prisión, nadie lo libraría con los testimonios que la policía había recabado.
_ Podrás volver a tus clases e intentar llevar una vida normal, Marcos le acarició la mejilla mientras le limpiaba las lágrimas y después de marcharse Reyes le susurró:
_ No te preocupes no estarás sola yo intentaré estar a tu lado y apoyarte en todo el proceso, eso lo puedes dar por seguro y besándola en la mejilla se marchó de allí sonriente, dispuesto a intentar dominar sus miedos y seguir viviendo y ejercitando su profesión que era lo que más le gustaba en este mundo, después de su novia Alba.