Un
rayo de luz se coló por la persiana e incidió directamente en su rostro, con
rapidez apretó los ojos en un intento vano de seguir durmiendo, pasó mala
noche, las pesadillas se habían vuelto recurrentes, después de tantos años en silencio,
sus amargos recuerdos lo amenazaban de nuevo. Temía dormir porque no podía ser
dueño de sus sueños, porque allí sus miedos se sentían libres de campar a sus
anchas, sin que él pudiera controlar nada, sólo despertar agitado con un
sudor frío que le bañaba el cuerpo y un reguero de lágrimas
cayendo por sus mejillas.
Marcos
no había tenido una vida fácil, desde pequeño fue dando tumbos de casa en casa
de acogida, su infancia fue dura, un padre que lo abandonó, una madre
alcohólica y una hermana menor con problemas por culpa de
la ineptitud de su madre que no se ocupó de ella y no evitó el
accidente que le costó un retraso en el aprendizaje. Cuando contaba con cuatro
años una asistente social apareció por su casa, por llamar de alguna manera a
aquella habitación inmunda donde sobrevivían gracias a lo que le daban los
vecinos y a lo que su madre robaba en algún que otro supermercado cuando
compraba sus botellas de ginebra.
Pasaron
a estar bajo la potestad del Estado, y no volvió a saber de su madre. Cuando lo
acogieron por primera vez acababa de cumplir seis años y lo separaron de su
hermana, había pocas familias dispuestas a acoger a una niña con problemas, por
eso decidió portarse lo peor posible para que lo devolvieran al centro junto a
su hermana, aunque hubo de reconocer que los Fajardo Estévez eran una familia
encantadora con él pero poco dispuestos a ocuparse de otra niña, por lo que
terminaron por devolver a Marcos a los servicios sociales, desbordados por la inadaptación
que demostró desde su llegada.
Cuando
intentó reunirse con Laura, descubrió que un descuido de unas de las cuidadoras
del centro hizo que sufriera un terrible accidente que le costó la vida, solo tenía
cinco años cuando abandonó un mundo que solo le había dado sinsabores y falta de
amor y dejó solo a la única persona que la había amado de forma incondicional,
su hermano Marcos.
Algunas
veces parecía que había pasado una eternidad de aquello, y era cierto, veinte
años era mucho, a veces suficiente para hacerlo olvidar aquel pasado amargo,
sobre todo desde que conoció a Alba, pero últimamente ni siquiera el
amor que sentía por ella era capaz de sacarlo de ese infierno en el que se
dejaba arrastrar cada noche. Y su rendimiento en el trabajo empezaba a mermar,
su amigo y socio Javier notaba que algo le pasaba, de hecho, habían tenido una
conversación en la que él se negaba a aceptar que algo en su vida lo estaba
perturbando, pero lo cierto es que de seguir así pronto tendría un problema. Si
no era capaz de poner en orden su vida y dejar atrás el pasado ¿cómo iba a
desempeñar bien su trabajo? Es más como iba a ayudar a otros si él se sentía
por momentos atrapado en una vorágine que lo hacía descender hasta lo más
recóndito de su infierno particular.
Siempre
tuvo claro que quería estudiar psicología, quizá su experiencia vital le hizo
comprender que debería hacer algo por ayudar a los que lo estaban pasando mal.
El complejo mundo de la psicología lo atrapó por completo cuando empezó a
estudiar la carrera, y consideraba esa etapa como una de las más felices. Hizo
amigos nuevos, se relacionó con gente interesante y conoció al amor de manos de
una chiquilla rubia de cabello largo y sonrisa lánguida con la que probó las
mieles que el sexo podría depararle.
Decidió
entregarse a ella sin reparos, lanzó su corazón al vacío en el momento en que
los ojos de aquella chica se clavaron en los suyos, desde ese mismo instante
supo que era ella, ella a la que se agarraría en su lucha por no naufragar de
este universo, ella con la que intentaría cambiar su mundo por uno mejor, ella
la que le haría olvidar los sinsabores de una niñez tortuosa y triste, juntos
cambiarían la vida a la que iban a enfrentarse y saldrían victoriosos.
Aquella mañana del mes de
octubre, el sol brillaba aún con fuerza y observando desde la ventana de su
despacho el devenir de la gente, Marcos esperaba su próximo paciente.
Unos minutos antes estuvo
estudiando el dossier que le pasó su amigo y colega Pablo y pudo comprobar que
no iba a ser un caso fácil. Se trataba de una chica de diecinueve años, la única superviviente del macabro crimen de
su familia, ella se salvó porque se encontraba en un campamento de monitora con
unos chicos, desde el día que se enteró de la tragedia había sido incapaz de
volver a comunicarse de una forma normal con nadie, la habían medicado hasta la
saciedad, pero no mejoraba y los últimos terapeutas que la habían tratado se
toparon con una cerrazón imposible de doblegar por eso habían decidido dar una
oportunidad a Marcos, sus técnicas innovadoras aprendidas en Estados Unidos
durante años, estaban dando muy buenos resultados y fue su amigo el inspector
Reyes quien habían pensado en él para este caso.
Cuando Bea entró en la consulta,
tuvo una sensación extraña, aquella chica menuda que se tapaba el rostro con su
melena pelirroja y andaba encorvada como escondiéndose, por un momento cuando
el la saludó lo miró directamente con sus melancólicos ojos grises y dejó
escapar de sus labios una cínica sonrisa que lo sobresaltó. Aquel fue el único
contacto que tuvieron en toda la sesión, ella se sentó en el sofá con la mirada
perdida y no pudo conseguir que saliera en ningún momento de su ostracismo. Después
de finalizar su jornada laboral decidió avisar a Alba para salir a tomar unos
vinos, lo que menos le apetecía era encerrarse en casa y empezar a darle
vueltas a la cabeza, cuando ella rehusó la invitación porque saldría tarde del
despacho decidió llamar a Reyes, quería saber más sobre Bea y sobre todo llegar
sin fuerzas a la cama para tratar de dormir después de muchas noches de
insomnio.
Cuando llegó a D’Copas su amigo
le estaba esperando en una de las mesas con una copa de vino blanco, lo saludó
y tras pedir al camarero lo mismo que tomaba David y ponerse al día, lo interrogó
sobre lo sucedido a Bea y sus antecedentes personales. David sólo le desveló
que en realidad Bea no era la hija biológica de los Suárez Montes, ella y la
pequeña Mónica habían sido adoptadas hacía mas de diez años cuando a sus padres
les retiraron la custodia por abandono.
Su padre era un camello de poca
monta violento y con mal carácter y su madre se había refugiado en la bebida
para evadirse de la miseria en la que vivían, esa historia no le era ajena a Marcos
y pronto logró ponerse en la piel de su joven paciente. Por las declaraciones
de los familiares y conocidos, tras los problemas normales de adaptación, la
convivencia había sido ejemplar, las chicas asistían a sus clases y eran una
familia bien avenida con los problemas propios de tener dos adolescentes en
casa, pero todo parecía perfecto, no podían ni imaginar quien había cometido un
asesinato tan horrible, por eso resultaba indispensable poder interrogarla para
poder encontrar un hilo que aclarara la investigación que por el momento se
encontraba estancada, sin testigos y sin pruebas físicas todo se había tornado
muy complicado para dar con el paradero del asesino.
Después de varios vinos se
despidieron y David le encargó que lo tuviera al tanto de los progresos con Bea
y que le avisase si conseguía que se comunicase con él.
Mucho más relajado Marcos volvió
a su casa y cenó con Alba que acaba de llegar del despacho.
Las semanas siguientes fueron
infructuosas, Bea seguía sin articular palabra, pero aquel martes mientras se
encontraba en la consulta, una tormenta empezó a descargar con fuerza y cuando
un estruendoso trueno retumbó en la habitación y se fue la luz, Bea salió de su
letargo y se puso a chillar de una forma escalofriante, al instante volvió la
luz y Marcos la encontró echa un ovillo en un rincón al lado del sofá, se
acercó a ella lentamente y la vio tan asustada como un animalillo herido y con
el rostro bañado por las lágrimas, comenzó a hablarle casi en un susurro y
cuando menos se lo esperaba Bea lo miró y balbuceó:
_ Ayúdame o también me matarán a
mí.
Marcos la ayudó a incorporarse y
se sentó junto a ella en el sofá, entonces ella se abrazó a él con fuerza y
lloró sobre su hombro lo que a él le pareció una eternidad, por fin dejó de
llorar y Marcos le preguntó:
_ ¿quieres que llame al
inspector Reyes?, seguro que él podrá ayudarte y necesita hablar contigo para
que le expliques si conoces a alguien capaz de hacerle eso a tu familia.
Todavía no Marcos, prefiero explicártelo
todo a ti, no me fio de nadie y creo que es mas seguro que nadie sepa todavía que
he vuelto a hablar.
Todo empezó cuando empecé a
asistir a la facultad, era mi primer año y aún andaba un poco perdida, las clases
eran duras pero el primer cuatrimestre me fue bien, conocí a gente nueva y los
profesores eran majos, pero todo cambió el cuatrimestre siguiente, una de las
asignaturas en las que me había matriculado la impartía un profesor algo peculiar,
era joven y extrovertido y sobre todo tenía fama de ser uno de los más duros de
toda la carrera. En principio todo fue bien hasta que en una de sus clases me
hice notar al rebatirle una de las explicaciones que nos estaba exponiendo,
noté que se puso de mal humor al instante y como no cejé en mi empeño de
hacerle ver su error, terminó echándome de la clase según por él por
impertinente.
Salí de allí apesadumbrada y sobre
todo sin saber en el lío en el que me acababa de meter, Julio tenía una personalidad
enrevesada y aunque yo no lo sabía aún, iba a pagar cara mi ofensa. A los pocos
días me llamó al terminar una de sus clases y me dijo que le gustaría comentar
conmigo un tema y que quería disculparse por el incidente que habíamos tenido,
quería hacer borrón y cuenta nueva, yo también me disculpé y le dije que si lo
había ofendido no era lo que pretendía, lo admiraba y estaba muy contenta de tenerlo
como uno de mis profesores, seguro que aprendería mucho de alguien como él.
Aquel día no pasó nada,
repasamos algunos de los temas del cuatrimestre, le plantee mis dudas y se
mostró de lo más amable y conciliador mientras me las resolvía.
Pero después de un mes me volvió
a citar en su despacho y acudí, sin sospechar lo que me tenía preparado, era
tarde y no había nadie por los pasillos, cuando de los lavabos de los chicos
salieron tres encapuchados que me taparon la boca y me introdujeron allí, me
taparon los ojos y allí empezó mi
pesadilla, noté como empezaron a manosearme, me pellizcaban, se reían y metían sus
manos bajo mi falda acariciándome las piernas y mi sexo, yo quería morirme
mientras esos bestias disfrutaban humillándome, entonces alguien entró y esos
energúmenos se quedaron en silencio, por un momento sentí que me había salvado,
pero no sabia lo equivocada que estaba, quien entró les dio instrucciones y se
marcharon, nos quedamos solos y mientras entre sollozos intentaba liberarme de
las ataduras oí su voz en mi oído.
_ Hola querida, parece que hoy
no estás tan subidilla, ¿no?
Esto te ocurre por pasarte de lista,
¿te crees que alguien tan insignificante como tú puede intentar dejarme en
ridículo delante de mis alumnos?, pero seguro que eso no va a pasar más ¿verdad?
Si no la próxima vez alguien podría resultar herido y sería una pena ¿no crees?
Me desató las manos, me destapó
los ojos y cuando quise darme cuenta se había marchado dejándome echa un mar de
lágrimas y más asustada de lo que había estado nunca. Como pude me recompuse y
salí de allí aterrada.
No le conté nada a nadie por miedo,
pero mi actitud cambió por completo, me volví retraída e insegura y mis padres
lo notaron, intentaron ayudarme, pero nos los dejé. En ese momento Bea se rompió
de nuevo al recordarlos.
Pasaron las semanas y el destino
me puso en el camino a una amiga cuya madre trabajaba en instituciones
penitenciarias, a través de ella localicé a mi padre biológico, había salido
hacía poco de la cárcel y sabía su dirección así que llena de rabia e impotente
se me ocurrió contactar con él, para que él o alguno de sus amigos le dieran un
buen susto a mi profesor, pero la cosa se me fue de las manos, cuando quise
darme cuenta estaba relacionándome con gente muy peligrosa y decidieron que
querían dinero, yo tenía algo ahorrado y después de dárselo me dijeron que era
poco que o les daba más o todo iba a saberse. Con ese agobio me marché a los
campamentos y cuando me llamaron fue para decirme lo que le había pasado a mi
familia, lo demás ya lo sabes.
No sé que pudo pasar, pero creo
que los amigos de mi padre están implicados, no sé, esto es una tortura y nunca
podré perdonármelo, todo lo que ha ocurrido ha sido por mi culpa.
Marcos procesó toda la
información que Bea le había contado y después de quedar con ella en que no
dirían a nadie que había vuelto a hablar, por su seguridad, él se encargaría de
hablar con Reyes sobre todo lo que había averiguado.
Después de varias semanas Marcos
y Reyes se reunieron con Bea en el Hospital donde se encontraba internada desde
que ocurrieron los hechos, al fin habían detenido a los culpables, si bien
estaba en lo cierto al sospechar de los amigos de su padre biológico, lo cierto
es que estos se pusieron en contacto con Julio para tratar de extorsionarlo y
el revertió todo en su beneficio y les pagó para silenciarla, entrarían en la
casa y fingirían un robo y terminarían con el problema, sin saber que ella no
se encontraba allí, y si su familia que fue quien terminó pagando las
consecuencias de la mente de un psicópata que vivía disfrazado en la vida anodina
de un profesor de universidad, pero por fin lo habían detenido y estaría mucho
tiempo en prisión, nadie lo libraría con los testimonios que la policía había
recabado.
_ Podrás volver a tus clases e intentar
llevar una vida normal, Marcos le acarició la mejilla mientras le limpiaba las lágrimas
y después de marcharse Reyes le susurró:
_ No te preocupes no estarás sola
yo intentaré estar a tu lado y apoyarte en todo el proceso, eso lo puedes dar
por seguro y besándola en la mejilla se marchó de allí sonriente, dispuesto a
intentar dominar sus miedos y seguir viviendo y ejercitando su profesión que era
lo que más le gustaba en este mundo, después de su novia Alba.