domingo, 3 de agosto de 2014

Tierra de por medio

Blanca miraba por la ventana como la ciudad empezaba a despertar, el servicio de limpieza se afanaba en recoger la basura del día anterior, los repartidores de prensa dejaban su mercancía en los quioscos, algún que otro trabajador andaba presuroso hacia el metro, y las señoras de la noche empezaban a recoger después de haber terminado su jornada de trabajo, dispuestas a volver a su casa, a una vida con hijos, marido y problemas normales como los de cualquier familia con un trabajo común.
Se levantó y se dirigió a la cocina, allí se preparó un café con leche, su desayuno durante mas de cuarenta años, eso y una tostada con aceite, aceite de oliva de su pueblo, de un pueblo de la provincia de Jaén de donde se marchó víctima de las circunstancias hacia ya mucho tiempo, más del que podía recordar.
Esa noche había dormido poco, estaba especialmente nerviosa esperando la llegada de su nieta Brigitte, vivía en Suiza y no la veía desde que era una chiquilla de diez años. Se había convertido en una mujer, y decidió ir a España a ver a su abuela materna con la que sólo mantenía contacto por carta y por teléfono, los años habían pasado inexorables pero la recordaba como si fuera ayer, sus manos tejiendo una trenza en su largo pelo, sus meriendas de pan con  aceite y azúcar, sus historias, sus anécdotas de cuando era joven, tenía adoración por ella, y aún no entendía como su madre había podido estar tanto tiempo sin verla.
Decidió que después de arreglar un poco la casa, saldría al mercado a comprar pescado y fruta fresca, y también pasaría por la floristería a comprar un ramo de flores para que presidiera la mesa del salón. Le ilusionaba especialmente esta visita, desde que su marido se había marchado, su vida cambió por completo la soledad es mala consejera y se había abandonado un poco, pero su nieta le había devuelto la alegría por tenerlo todo a punto, por hacer planes de lo que harían juntas, y su ilusión se asemejaba a la de un niño cuando le das un caramelo.
Las horas parecían pasar lentas, pero alrededor de la una y media sonó el timbre de la puerta, salió presurosa a abrir y cuando lo hizo se encontró en el umbral con una chica menuda de pelo negro y grandes ojos verdes del color de los de todas las mujeres de la familia paterna, su abuelo, su madre, su hija.
Se acercó a su abuela y la abrazó con fuerza, luego la miró sonriendo y le presentó a la chica que la acompañaba, su amiga Annette. Mira abuela esta es Annette estudiamos juntas y como ella tenía que venir a Madrid por trabajo le dije que no te importaría que se quedara unos días, ¿que te parece?
-No hay problema cariño sabes que hay sitio de sobra, pero venga pasad y dejad vuestras cosas, estoy terminando de hacer la ensalada, ya mismo comeremos, seguro que venís hambrientas además vosotras acostumbráis a comer antes que nosotros en España.
Cuando se acomodaron y dejaron las maletas en sus dormitorios salieron al comedor donde Blanca lo había dispuesto todo para empezar a comer.
Se sentaron y disfrutaron del almuerzo mientras hablaban.
-¡Qué bien te veo abuela, estás fenomenal no pasan los años por ti!
Gracias hija, pero no seas zalamera, estoy mucho mas vieja, pero cuéntame y ¿vosotros como estáis?
¿y tus padres se encuentran bien?
- Sí ya sabes con mucho trabajo, el restaurante les va muy bien, pero no les deja un minuto libre, yo les digo que lo vendan y empiecen a disfrutar que incluso podrían venirse a vivir aquí, pero mamá no quiere ni oír hablar de ello, ya sabes como son, son de costumbres fijas y la vida en Suiza les viene perfecta.
Bueno vamos a ayudarte con esto y mientras nos tomamos un café me cuentas que planes has organizado para estos días.
Se sentaron a tomarse el café y Brigitte le preguntó:
-Abuela estoy escribiendo un artículo para el periódico de la universidad, ¿te importaría que te hiciera una entrevista de cómo era tu vida en la posguerra y cómo evolucionó después?
-Claro que no, aunque no fue una época muy feliz, si tengo momentos entrañables y divertidos en mi memoria.
-Pero ahora vamos a arreglarnos que voy a enseñaros el Madrid de los Austrias, que no volváis a Suiza contando que soy una pésima anfitriona, ¿de acuerdo?
- Por supuesto abuela, así podré estrenar la cámara de fotos que me regaló papá para mi cumpleaños.
Llegaron exhaustas después de recorrer medio Madrid y terminar cenando en la Plaza España un bocadillo de calamares tan típico como sus mimos, caricaturistas.... etc.
A la mañana siguiente Annette se levantó temprano y se marchó, cuando Brigitte consiguió despertarse y salir del calor de la cama, Blanca se encontraba en la cocina preparando café  y unas tostadas.
Se sentaron a desayunar y Blanca cogió las manos de su nieta y le preguntó:
-¿Cuándo quieres que empiece a contarte cosas guapa? ¿ O te los has pensado mejor y te has dado cuenta de que mi vida carece de interés?
No digas eso abuela tu vida es más interesante y mucho más plena que la de mucha gente que consideramos famosa, así que no seas modesta y empieza a contarme.
¿Cuándo viniste a Madrid?
¡Ay hace tantos años!, pero creo que empezaré antes para que comprendas como era mi vida en el pueblo y porqué terminé aquí.
Corría el año cuarenta y tres cuando nací, en uno de los pueblos más maravillosos de Sierra Morena, Baños de la Encina, villa milenaria y cargada de historia que subsistía gracias al campo y a algunas minas de los alrededores como el Centenillo. Fui la segunda de tres hermanas y tuve una primera infancia feliz, era dicharachera, traviesa y juguetona, pero la circunstancias me hicieron responsable antes de hora.
Recuerdo con nitidez al párroco de la iglesia, como nos esperábamos después de la misa para  que nos diera unas monedas que momentos antes él había hecho montoncitos de lo recolectado en el cepillo para repartir entre las familias más necesitabas.
También recuerdo coger las naranjas, las patatas y demás verduras que dejaban en la puerta de la tienda para tirar porque estaban algo podridas, de eso y lo que conseguíamos vendiendo cubicos de leña por las casas , y mi madre haciendo rifas y también martillicos de caramelo que me hacía vender, no sin antes advertirme que no me comiera ninguno, nos alimentábamos.
¿Pero cómo le explicas a una niña que no puede comerse un caramelo, que sólo puede venderlos para obtener dinero para comprar comida ?
La picaresca de una niñita de unos seis o siete años le hacía chuparlos todos antes de venderlos, aunque eso no lo supo nadie hasta que ya fui mayor y lo contaba como una anécdota de las penurias que tuve que pasar para poder subsistir.
Con nueve años mi madre decidió mandarme a cuidar a unos críos, sólo por la comida, y con el tiempo me marché a una ciudad más grande a servir como se decía entonces.
Pero mi espíritu luchador e inconformista, hizo que me cambiara de trabajo cada vez que encontraba uno en el que me pagaran mejor para poder ayudar a mi familia.
Crié a varios niños como si fuesen míos, es más creo que estuve con ellos más que su propias madres.
Aprendí a cocinar, y por aquel entonces conocí a tu abuelo, el que sería el hombre de mi vida.
Pero antes de eso viajé, conocí lugares de España que no sabía ni que existían y fui viendo un mundo que era muy distinto al mío.
Buscando una vida mejor decidimos venirnos a Madrid, antes me casé como Dios manda, por la Iglesia, un primo del abuelo le buscó un trabajo en una fábrica de coches y empezamos una nueva vida en la ciudad.
Bueno cariño ya te he cansado bastante por hoy, arréglate que te invito a un aperitivo y a comer por ahí, ¿que te parece?
Genial abuela, pero dime, ¿cómo pasaste tanta penuria, y porqué mi madre nunca me ha hablado de todo esto como si ella no supiera nada?
Eso deberás preguntárselo a tu madre, pero te puedo asegurar que lo sabía, yo jamás he renunciado a mis raíces y son exactamente las que te he contado.
Salieron cogidas del brazo, Blanca orgullosa como pocas de poder pasear con su nieta, tan guapa, tan lista y tan parecida a su madre, a la que echaba tanto de menos, proyectando en ella todo el amor que no pudo ofrecer a su hija durante tantos años.
Los días empezaron a trascurrir rápidamente, Brigitte consiguió en unas semanas que su abuela rejuveneciera varios años, pero el tiempo de vacaciones llegaba a su fin, Annette se marchó el jueves de la semana anterior y a ella le quedaban sólo tres días para volver a Suiza.
Con su abuela consiguió hablar de su vida en Madrid unas cuantas veces más, pero en la última conversación se cerró en banda y no quiso seguir hablando, fue cuando trató de que le contara que le había pasado a su madre con ella y con el abuelo, ¿porqué a penas mantenían el contacto?, ¿que puede pasar entre unos padres y una hija para que ocurriera eso?.
No quiso enfadar a Blanca, pero su tiempo se acababa y necesitaba ser directa si quería saber lo ocurrido para intentar ponerle remedio, porque aunque no se lo hubiese dicho, su madre sufría hacía mucho tiempo por no tener a su abuela cerca.
Abuela sabes que me quedan solo unos días para marcharme y de verdad me gustaría saber que pasó con mama, la veo sufrir a diario echándote de menos y creo que a ti te pasa lo mismo, ¿me vas a contar lo que pasó?
Cariño quiero que sepas que tu madre ha sido lo que más hemos querido tu abuelo y yo en está vida, pero quizás cometimos muchos errores al intentar protegerla de la maledicencia de la gente. Llevábamos unos tres años casados y tu abuelo y yo no conseguíamos tener hijos, fue por aquella época cuando empezamos a distanciarnos y en esa etapa, mantuvo una relación con una vecina viuda a la que dejó en estado, se arrepintió pronto de su infidelidad y me lo confesó, cuando lo supe hablamos con aquella mujer y ella misma decidió que nos daría al niño cuando naciera, con las bocas que tenía por alimentar tenía bastante, y supo que con nosotros no le faltaría de nada, aunque si le pidió a tu abuelo poder verla de vez en cuando, algo a lo que no nos negamos por supuesto.
Entonces ¿mi madre no era tu hija?
Brigitte, no digas eso, Blanquita fue mi hija desde el mismo momento en que nació, la adoré y la amé como a una hija, y siempre lo sentí así.
Pero nunca encontramos el momento para decírselo a tu madre y cuando fue a casarse y pidió el certificado de nacimiento se destapó todo y sin más se casó una mañana sin decirnos nada y se marchó con su marido a Suiza sin darnos la oportunidad de explicárselo todo.
Con el tiempo descubrió a su madre biológica, se puso en contacto con ella y se lo explicó todo, volvió a mantener contacto sobre todo con el abuelo, pero desde que él falleció el distanciamiento se hizo mayor.
La última vez que la vi fue en su entierro, luego el silencio se estableció entre nosotras como una nube que no deja ver el sol, y al final el contacto se limitó a una llamada telefónica de vez en cuando y alguna que otra carta.
Ahora ya lo sabes todo, a veces los errores se pagan muy caros y tu madre no me perdonó nunca y por eso decidió poner tierra de por medio, aunque eso significase condenarnos a la más absoluta soledad.
Brigitte se secó las lágrimas que se derramaban por sus mejillas y abrazó con fuerza a su abuela.
Pasados dos días se marchó no sin prometerle que volvería pronto a verla.
La rutina se instaló de nuevo en la vida de Blanca, pero tenía que reconocer que la visita de su nieta la hizo quitarse un peso de encima al poder explicarle lo que pasó hacía ya tantos años y sentirse comprendida.
El otoño empezaba a entrar en Madrid, y Blanca sentada en un banco del parque veía como las hojas empezaban a desprenderse de los árboles, ya mismo el frío le impediría salir a su paseo diario y volvería a sentirse sola en ese piso que se le quedó grande el mismo día en que perdió a Enrique.
Absorta en sus pensamientos y con una sonrisa en los labios al recordar a su marido no se percató que una mujer se sentaba a su lado, y que justo cuando iba a levantarse para irse, la cogió de la mano y le dijo:
-Que guapa estás mamá, no han pasado los años por ti.
Blanca la miró sin verla, luego sus cansados ojos enfocaron el rostro de la mujer y vio claramente el rostro juvenil de aquella chica de veinte años que se marchó hacía mucho y había dejado en su vida un vacío que nada ni nadie pudo llenar en tantos años.
No pudo decir nada, solo la abrazó con fuerza intentando recuperar el tiempo perdido, buscando sus ojos, su sonrisa, el olor de su pelo y su rostro se llenó de lágrimas pero esta vez de felicidad.


             

No hay comentarios:

Publicar un comentario