sábado, 5 de septiembre de 2015

El acantilado maldito

Elizabeth despertó en una habitación blanca, el silencio lo inundaba todo y cuando pretendió levantarse para mirar por la única ventana que había se dio cuenta que unas correas la sujetaban  de las manos y los pies a los barrotes de la cama.
Se le congeló la sangre, ¿qué hacía ella allí?, ¿qué era ese lugar  y quién la había llevado?. Por más que lo intentaba no lograba recordar nada, su mente era una maraña confusa, no podía centrar sus pensamientos en lo ocurrido, la boca la sentía seca y pastosa, tenía la sensación de no poder pronunciar ni una sola palabra y la cabeza le daba vueltas como si hubiese estado en una fiesta y hubiera tomado más cócteles de los que debería una señorita de su posición.
No sabría decir cuanto tiempo había pasado desde que despertó, fue entonces cuando oyó el chirrido de la puerta y como alguien descorría un cerrojo y entraba.
Un médico joven de pelo negro y ojos color avellana, la miraba sonriente, a su lado una enfermera con aspecto serio y distante la observaba con reticencia.
El médico acercó una silla a la cama y tomó asiento, entonces le preguntó:
Lady Somerset ¿cómo se encuentra? Hoy tiene mejor aspecto ¿verdad Cheryl?
sí señor, el color ha vuelto a sus mejillas y parece mucho más serena.
¿Doctor, puedo preguntarle su nombre?
Por supuesto soy el doctor Byron, ¿no se acuerda de mí?, he asistido a varias de las fiestas que ha celebrado con su esposo Lord Richard Somerset en la mansión Somerset. 
Perdone mis lagunas, pero no logro recordar nada de lo que ha pasado y por supuesto no puedo entender que hago aquí, esto debe ser un malentendido yo me encuentro perfectamente y quisiera volver a mi casa. 
¿ Y mi esposo, puede alguien decirle que me encuentro en este lugar?, por cierto ¿cómo se llama este sitio?  Si claro está en el Hospital de Bethlehem y no se preocupe su marido sabe exactamente donde se encuentra, de hecho fue él y personal de su servicio quien la trasladó aquí después de que sufriera una crisis aguda.
Ahora tranquilícese, tome la medicación que le dará la enfermera y pronto podrá estar de vuelta en su maravillosa casa. Cheryl ¿puede decirle a Thomas que venga para retirarle las correas al Lady Somerset?, no creo que sean necesarias. De acuerdo doctor, ahora mismo doy la orden.
Cuando Thomas la liberó de las correas pudo comprobar cuán doloridas tenía las manos , ¿desde cuándo llevaría allí, y que habría sucedido para terminar encerrada en un Hospital?
Thomas, ¿puedo preguntarle algo? 
-Por supuesto Milady, 
-¿sabe el tiempo que llevo aquí? Creo que una semana que fue la última que vez que yo tuve el día libre, cuándo llegué ya estaba usted internada.
-Gracias Thomas, muchas gracias.
Cuando se levantó se sentó junto a la ventana y admiró el maravilloso jardín que se veía desde allí, y sin darse cuenta se quedó dormida, así la encontró la enfermera cuando le sirvió la cena y le dio su medicación.
Tomó un poco de sopa y un té y después de comprobar que se había tomado las pastillas la dejaron acostarse, cerraron la puerta y se quedó sola con sus pensamientos. Se durmió pronto, pero a media noche la despertó un sudor frío, había estado soñando, pero no lograba acordarse de la pesadilla que la había despertado, intentó volver a dormir, pero el ruido de las puertas, y los gritos de los internos hicieron imposible que volviera a conciliar el sueño, cuando amaneció ella pudo verlo desde la ventana.
La levantaron, la ayudaron a asearse y vestirse y mas tarde la condujeron a un comedor para que desayunara, allí pudo ver por primera vez, el triste espectáculo que conformaban los internos del hospital.
Mujeres con muñecos a los que acunaban como si fueran bebés, otras pacientes sin peinar y maquilladas en exceso bailaban alrededor de una de las mesas, otras hablaban y se reían mientras aplaudían y gritaban que querían más té, y otras gimoteaban y se arrancaban los cabellos sentadas en un rincón.
Elizabeth contempló el dantesco espectáculo mientras las lágrimas asomaban a sus ojos, ¿cómo era posible que su esposo la hubiera encerrado allí?¿cuándo había traspasado la delgada línea que existía entre la cordura y la locura?
¡ Dios mío! no era posible que esto le estuviera sucediendo a ella.
Al cabo de una media hora un enfermero la acompañó al despacho del doctor Byron, cuando entró lo encontró sentado en su sillón de cuero ordenando unos papeles.
Buenos días Elizabeth, ¿cómo se ha levantado hoy?, su aspecto es realmente bueno.
Elizabeth lo miró a los ojos y descubrió una sombra en su mirada que la asustó, y al mismo instante supo que no podría fiarse de él.
Debía recordar lo sucedido para saber porque estaba allí y si no lo lograba debía encontrar a alguien que lo supiera y estuviera dispuesto a contárselo.
Pasó la mañana en una agradable sala donde podía pintar y se abandonó al color de las flores y al olor que desprendían las pinturas.
Cuando llegó la hora del almuerzo le volvieron a dar las pastillas que tanto sueño le producían y decidió engañar a la enfermera y simular que las tomaba para luego enterrarlas en una planta que había en el hall.
Los días empezaron a discurrir entre la rutina del hospital y sus recuerdos dormidos.
Uno de los días recordó al ver a una de las enfermeras, Mary una chica menuda y pecosa con una larga trenza de color rojizo a su prima Ashley  y supo a ciencia cierta que ella tenía algo que ver con la situación en la que se encontraba.
Evocó el momento exacto de su traslado a la mansión Somerset para vivir con ellos tras la muerte de su tío Staton y como siempre estuvo furiosa y enfadada con ella por la posición que había logrado y por tener un marido tan atento como Richard. Cada vez que tenía la oportunidad, coqueteaba con él sin ningún pudor, varias fueron las veces que tuvo que recriminarla por comportarse así.
Aquella noche después de la cena se durmió pronto y de madrugada la despertó una pesadilla en la que se encontraba con su prima en el acantilado de Short Bottom , discutían y se acercaban peligrosamente al borde, empezó a unirlo todo y de pronto una luz iluminó su mente y aclaró lo que había pasado.
En la última fiesta del verano, cuando entró en una de las habitaciones a recoger un libro que había prometido a Lady Charlton encontró en la biblioteca a su prima Ashley medio desnuda subida a horcajadas en su marido, ambos se quedaron mudos ante su presencia y cuando los últimos invitados se hubieron marchado, los dos por separado intentaron darle una explicación de lo ocurrido. Ella no quiso saber nada y se encerró en su alcoba a llorar la traición de la que había sido víctima.
Al amanecer se vistió sin la ayuda de su doncella y salió a dar un paseo por el acantilado, necesitaba decidir lo que iba hacer.
Durante el trayecto notó que alguien la seguía sigilosamente y cuando decidió volver su rostro para ver quien era, se encontró a su prima mirándola con desprecio.
-¡Maldita seas Elizabeth ! Te odio, te odio como no he odiado nunca a nadie, ¿porqué has tenido que estropearlo todo?
El estaba dispuesto a dejarte nos íbamos a marchar lejos de aquí y empezar una nueva vida y tú lo has arruinado todo.
Ahora tendré que solucionar el problema porque el ya no quiere saber nada más de mí, y sólo hay una cosa que puedes hacer, debes morir para que Richard y yo seamos felices de una vez por todas.
Antes de que pudiera reaccionar, Ashley se abalanzó sobre ella e intentó que se cayera por el acantilado, rodaron por el suelo y cuando pensaba que todo estaba perdido Richard apareció de la nada y machacó el cráneo de su prima con una enorme piedra.
No podía olvidar el color de la sangre en el pelo y el rostro de Ashley y pronto sintió que se desvanecía, cuando despertó se encontró en ese maldito hospital donde la había internado su marido con la ayuda del doctor Byron.
Necesitaba contarle su historia a alguien y lo más difícil, necesitaba que la creyera y la ayudara a escapar de allí, entonces viajaría a Londres y lo podría todo en conocimiento de su padre y el le ayudaría a acudir a las autoridades.
Una tarde en el jardín mientras se hacía pasar por una enferma desvalida atiborrada a pastilla vio cerca del parterre de rosas a Thomas, no sabía porque pero ese hombre le inspiraba confianza, tenía una  mirada limpia y siempre la miraba a los ojos y la trataba bien.
Se acercó a él y detrás de un árbol para no ser vista le dijo todo lo que había descubierto y que precisaba de su ayuda para poder escapar o poner al tanto de todo lo ocurrido a su padre, al final decidieron que le haría llegar papel y pluma para que pudiera escribir a su padre y  el próximo día libre que tuviera le haría llegar la carta.
Pasaron los días y una tarde mientras contemplaba la puesta de sol vio entrar a su padre con otro caballero, corrió a su encuentro y cuando la abrazó supo por fin que su pesadilla había terminado.

             



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