martes, 28 de enero de 2014

Tiempo

Iba corriendo sin rumbo, sólo corría, sabía que tenía el tiempo justo y debía hacerlo todo.
Corría sin ver, conducía como una loca, sin pararme en los stop, sin atender a los semáforos. Mi anhelo era ir cada vez más rápido, hacer más cosas en el menor tiempo posible. Yo podía, era una especie de heroína, una superwoman capaz de todo, madre abnegada, amiga solícita, trabajadora eficiente, amante casi perfecta, mujer a la última.............
Pero un buen día, un día como los demás en el que la prisa de la rutina me tenía atrapada, al detenerme un momento, pensé hacia donde me dirigía, y tras varios minutos de pánico, comprobé que no me acordaba, lo intenté de nuevo pero el olvido parecía burlarse de mí, y mi mente siguió en blanco, sin poder recordar nada, ni una sola idea.
El balbuceo de un niño pequeño en la parte de atrás del coche, me hizo girarme, y allí estaba mi hija, una pequeñita deliciosa de mejillas sonrosadas y sonrisa de ángel, en ese momento descubrí que aunque no recordaba hacia donde iba, si sabía lo que iba hacer y con quién, recorrí unos metros y paré en un parque, saqué a mi hija del coche y me dispuse a disfrutar de ella y de la tarde, lo demás podría esperar.



             



                                     




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