jueves, 25 de octubre de 2018

Luchando por sobrevivir.




Un rayo de luz se coló por la persiana e incidió directamente en su rostro, con rapidez apretó los ojos en un intento vano de seguir durmiendo, pasó mala noche, las pesadillas se habían vuelto recurrentes, después de tantos años en silencio, sus amargos recuerdos lo amenazaban de nuevo. Temía dormir porque no podía ser dueño de sus sueños, porque allí sus miedos se sentían libres de campar a sus anchas, sin que él pudiera controlar nada, sólo despertar agitado con un sudor frío que le bañaba el cuerpo y un reguero de lágrimas cayendo por sus mejillas.
Marcos no había tenido una vida fácil, desde pequeño fue dando tumbos de casa en casa de acogida, su infancia fue dura, un padre que lo abandonó, una madre alcohólica y una hermana menor con problemas por culpa de la ineptitud de su madre que no se ocupó de ella y no evitó el accidente que le costó un retraso en el aprendizaje. Cuando contaba con cuatro años una asistente social apareció por su casa, por llamar de alguna manera a aquella habitación inmunda donde sobrevivían gracias a lo que le daban los vecinos y a lo que su madre robaba en algún que otro supermercado cuando compraba sus botellas de ginebra.

Pasaron a estar bajo la potestad del Estado, y no volvió a saber de su madre. Cuando lo acogieron por primera vez acababa de cumplir seis años y lo separaron de su hermana, había pocas familias dispuestas a acoger a una niña con problemas, por eso decidió portarse lo peor posible para que lo devolvieran al centro junto a su hermana, aunque hubo de reconocer que los Fajardo Estévez eran una familia encantadora con él pero poco dispuestos a ocuparse de otra niña, por lo que terminaron por devolver a Marcos a los servicios sociales, desbordados por la inadaptación que demostró desde su llegada.
Cuando intentó reunirse con Laura, descubrió que un descuido de unas de las cuidadoras del centro hizo que sufriera un terrible accidente que le costó la vida, solo tenía cinco años cuando abandonó un mundo que solo le había dado sinsabores y falta de amor y dejó solo a la única persona que la había amado de forma incondicional, su hermano Marcos.

Algunas veces parecía que había pasado una eternidad de aquello, y era cierto, veinte años era mucho, a veces suficiente para hacerlo olvidar aquel pasado amargo, sobre todo desde que conoció a Alba, pero últimamente ni siquiera el amor que sentía por ella era capaz de sacarlo de ese infierno en el que se dejaba arrastrar cada noche. Y su rendimiento en el trabajo empezaba a mermar, su amigo y socio Javier notaba que algo le pasaba, de hecho, habían tenido una conversación en la que él se negaba a aceptar que algo en su vida lo estaba perturbando, pero lo cierto es que de seguir así pronto tendría un problema. Si no era capaz de poner en orden su vida y dejar atrás el pasado ¿cómo iba a desempeñar bien su trabajo? Es más como iba a ayudar a otros si él se sentía por momentos atrapado en una vorágine que lo hacía descender hasta lo más recóndito de su infierno particular.
Siempre tuvo claro que quería estudiar psicología, quizá su experiencia vital le hizo comprender que debería hacer algo por ayudar a los que lo estaban pasando mal. El complejo mundo de la psicología lo atrapó por completo cuando empezó a estudiar la carrera, y consideraba esa etapa como una de las más felices. Hizo amigos nuevos, se relacionó con gente interesante y conoció al amor de manos de una chiquilla rubia de cabello largo y sonrisa lánguida con la que probó las mieles que el sexo podría depararle.
Decidió entregarse a ella sin reparos, lanzó su corazón al vacío en el momento en que los ojos de aquella chica se clavaron en los suyos, desde ese mismo instante supo que era ella, ella a la que se agarraría en su lucha por no naufragar de este universo, ella con la que intentaría cambiar su mundo por uno mejor, ella la que le haría olvidar los sinsabores de una niñez tortuosa y triste, juntos cambiarían la vida a la que iban a enfrentarse y saldrían victoriosos.
Aquella mañana del mes de octubre, el sol brillaba aún con fuerza y observando desde la ventana de su despacho el devenir de la gente, Marcos esperaba su próximo paciente.
Unos minutos antes estuvo estudiando el dossier que le pasó su amigo y colega Pablo y pudo comprobar que no iba a ser un caso fácil. Se trataba de una chica de diecinueve años,  la única superviviente del macabro crimen de su familia, ella se salvó porque se encontraba en un campamento de monitora con unos chicos, desde el día que se enteró de la tragedia había sido incapaz de volver a comunicarse de una forma normal con nadie, la habían medicado hasta la saciedad, pero no mejoraba y los últimos terapeutas que la habían tratado se toparon con una cerrazón imposible de doblegar por eso habían decidido dar una oportunidad a Marcos, sus técnicas innovadoras aprendidas en Estados Unidos durante años, estaban dando muy buenos resultados y fue su amigo el inspector Reyes quien habían pensado en él para este caso.
Cuando Bea entró en la consulta, tuvo una sensación extraña, aquella chica menuda que se tapaba el rostro con su melena pelirroja y andaba encorvada como escondiéndose, por un momento cuando el la saludó lo miró directamente con sus melancólicos ojos grises y dejó escapar de sus labios una cínica sonrisa que lo sobresaltó. Aquel fue el único contacto que tuvieron en toda la sesión, ella se sentó en el sofá con la mirada perdida y no pudo conseguir que saliera en ningún momento de su ostracismo. Después de finalizar su jornada laboral decidió avisar a Alba para salir a tomar unos vinos, lo que menos le apetecía era encerrarse en casa y empezar a darle vueltas a la cabeza, cuando ella rehusó la invitación porque saldría tarde del despacho decidió llamar a Reyes, quería saber más sobre Bea y sobre todo llegar sin fuerzas a la cama para tratar de dormir después de muchas noches de insomnio.
Cuando llegó a D’Copas su amigo le estaba esperando en una de las mesas con una copa de vino blanco, lo saludó y tras pedir al camarero lo mismo que tomaba David y ponerse al día, lo interrogó sobre lo sucedido a Bea y sus antecedentes personales. David sólo le desveló que en realidad Bea no era la hija biológica de los Suárez Montes, ella y la pequeña Mónica habían sido adoptadas hacía mas de diez años cuando a sus padres les retiraron la custodia por abandono.
Su padre era un camello de poca monta violento y con mal carácter y su madre se había refugiado en la bebida para evadirse de la miseria en la que vivían, esa historia no le era ajena a Marcos y pronto logró ponerse en la piel de su joven paciente. Por las declaraciones de los familiares y conocidos, tras los problemas normales de adaptación, la convivencia había sido ejemplar, las chicas asistían a sus clases y eran una familia bien avenida con los problemas propios de tener dos adolescentes en casa, pero todo parecía perfecto, no podían ni imaginar quien había cometido un asesinato tan horrible, por eso resultaba indispensable poder interrogarla para poder encontrar un hilo que aclarara la investigación que por el momento se encontraba estancada, sin testigos y sin pruebas físicas todo se había tornado muy complicado para dar con el paradero del asesino.
Después de varios vinos se despidieron y David le encargó que lo tuviera al tanto de los progresos con Bea y que le avisase si conseguía que se comunicase con él.
Mucho más relajado Marcos volvió a su casa y cenó con Alba que acaba de llegar del despacho.
Las semanas siguientes fueron infructuosas, Bea seguía sin articular palabra, pero aquel martes mientras se encontraba en la consulta, una tormenta empezó a descargar con fuerza y cuando un estruendoso trueno retumbó en la habitación y se fue la luz, Bea salió de su letargo y se puso a chillar de una forma escalofriante, al instante volvió la luz y Marcos la encontró echa un ovillo en un rincón al lado del sofá, se acercó a ella lentamente y la vio tan asustada como un animalillo herido y con el rostro bañado por las lágrimas, comenzó a hablarle casi en un susurro y cuando menos se lo esperaba Bea lo miró y balbuceó:
_ Ayúdame o también me matarán a mí.
Marcos la ayudó a incorporarse y se sentó junto a ella en el sofá, entonces ella se abrazó a él con fuerza y lloró sobre su hombro lo que a él le pareció una eternidad, por fin dejó de llorar y Marcos le preguntó:
_ ¿quieres que llame al inspector Reyes?, seguro que él podrá ayudarte y necesita hablar contigo para que le expliques si conoces a alguien capaz de hacerle eso a tu familia.
Todavía no Marcos, prefiero explicártelo todo a ti, no me fio de nadie y creo que es mas seguro que nadie sepa todavía que he vuelto a hablar.
Todo empezó cuando empecé a asistir a la facultad, era mi primer año y aún andaba un poco perdida, las clases eran duras pero el primer cuatrimestre me fue bien, conocí a gente nueva y los profesores eran majos, pero todo cambió el cuatrimestre siguiente, una de las asignaturas en las que me había matriculado la impartía un profesor algo peculiar, era joven y extrovertido y sobre todo tenía fama de ser uno de los más duros de toda la carrera. En principio todo fue bien hasta que en una de sus clases me hice notar al rebatirle una de las explicaciones que nos estaba exponiendo, noté que se puso de mal humor al instante y como no cejé en mi empeño de hacerle ver su error, terminó echándome de la clase según por él por impertinente.
Salí de allí apesadumbrada y sobre todo sin saber en el lío en el que me acababa de meter, Julio tenía una personalidad enrevesada y aunque yo no lo sabía aún, iba a pagar cara mi ofensa. A los pocos días me llamó al terminar una de sus clases y me dijo que le gustaría comentar conmigo un tema y que quería disculparse por el incidente que habíamos tenido, quería hacer borrón y cuenta nueva, yo también me disculpé y le dije que si lo había ofendido no era lo que pretendía, lo admiraba y estaba muy contenta de tenerlo como uno de mis profesores, seguro que aprendería mucho de alguien como él.
Aquel día no pasó nada, repasamos algunos de los temas del cuatrimestre, le plantee mis dudas y se mostró de lo más amable y conciliador mientras me las resolvía.
Pero después de un mes me volvió a citar en su despacho y acudí, sin sospechar lo que me tenía preparado, era tarde y no había nadie por los pasillos, cuando de los lavabos de los chicos salieron tres encapuchados que me taparon la boca y me introdujeron allí, me taparon los ojos y  allí empezó mi pesadilla, noté como empezaron a manosearme, me pellizcaban, se reían y metían sus manos bajo mi falda acariciándome las piernas y mi sexo, yo quería morirme mientras esos bestias disfrutaban humillándome, entonces alguien entró y esos energúmenos se quedaron en silencio, por un momento sentí que me había salvado, pero no sabia lo equivocada que estaba, quien entró les dio instrucciones y se marcharon, nos quedamos solos y mientras entre sollozos intentaba liberarme de las ataduras oí su voz en mi oído.
_ Hola querida, parece que hoy no estás tan subidilla, ¿no?
Esto te ocurre por pasarte de lista, ¿te crees que alguien tan insignificante como tú puede intentar dejarme en ridículo delante de mis alumnos?, pero seguro que eso no va a pasar más ¿verdad? Si no la próxima vez alguien podría resultar herido y sería una pena ¿no crees?
Me desató las manos, me destapó los ojos y cuando quise darme cuenta se había marchado dejándome echa un mar de lágrimas y más asustada de lo que había estado nunca. Como pude me recompuse y salí de allí aterrada.
No le conté nada a nadie por miedo, pero mi actitud cambió por completo, me volví retraída e insegura y mis padres lo notaron, intentaron ayudarme, pero nos los dejé. En ese momento Bea se rompió de nuevo al recordarlos.
Pasaron las semanas y el destino me puso en el camino a una amiga cuya madre trabajaba en instituciones penitenciarias, a través de ella localicé a mi padre biológico, había salido hacía poco de la cárcel y sabía su dirección así que llena de rabia e impotente se me ocurrió contactar con él, para que él o alguno de sus amigos le dieran un buen susto a mi profesor, pero la cosa se me fue de las manos, cuando quise darme cuenta estaba relacionándome con gente muy peligrosa y decidieron que querían dinero, yo tenía algo ahorrado y después de dárselo me dijeron que era poco que o les daba más o todo iba a saberse. Con ese agobio me marché a los campamentos y cuando me llamaron fue para decirme lo que le había pasado a mi familia, lo demás ya lo sabes.
No sé que pudo pasar, pero creo que los amigos de mi padre están implicados, no sé, esto es una tortura y nunca podré perdonármelo, todo lo que ha ocurrido ha sido por mi culpa.
Marcos procesó toda la información que Bea le había contado y después de quedar con ella en que no dirían a nadie que había vuelto a hablar, por su seguridad, él se encargaría de hablar con Reyes sobre todo lo que había averiguado.
Después de varias semanas Marcos y Reyes se reunieron con Bea en el Hospital donde se encontraba internada desde que ocurrieron los hechos, al fin habían detenido a los culpables, si bien estaba en lo cierto al sospechar de los amigos de su padre biológico, lo cierto es que estos se pusieron en contacto con Julio para tratar de extorsionarlo y el revertió todo en su beneficio y les pagó para silenciarla, entrarían en la casa y fingirían un robo y terminarían con el problema, sin saber que ella no se encontraba allí, y si su familia que fue quien terminó pagando las consecuencias de la mente de un psicópata que vivía disfrazado en la vida anodina de un profesor de universidad, pero por fin lo habían detenido y estaría mucho tiempo en prisión, nadie lo libraría con los testimonios que la policía había recabado.
_ Podrás volver a tus clases e intentar llevar una vida normal, Marcos le acarició la mejilla mientras le limpiaba las lágrimas y después de marcharse Reyes le susurró:
_ No te preocupes no estarás sola yo intentaré estar a tu lado y apoyarte en todo el proceso, eso lo puedes dar por seguro y besándola en la mejilla se marchó de allí sonriente, dispuesto a intentar dominar sus miedos y seguir viviendo y ejercitando su profesión que era lo que más le gustaba en este mundo, después de su novia Alba.


lunes, 28 de marzo de 2016

El espejo de Isolda

Apagaron las luces y cerraron la tienda, Marian y Luna reflejaban en su rostro la felicidad que las embargaba, hoy hacía justo un año que decidieron embarcarse en este negocio que les había dado tantas satisfacciones durante este tiempo. Habían conseguido crear una boutique y tienda de decoración vintage con un estilo propio y muy bien definido, desde que abrieron "Isolda", la suerte las acompañaba, trabajaban mucho, pero todo ese esfuerzo se veía recompensado día a día con la fidelización de los antiguos clientes y el crecimiento del número de nuevos.
La tienda desprendía un aura especial, estaba ubicada en un barrio antiguo de la ciudad donde vivían, era un edificio de dos plantas y sótano, con una fantástica fachada de piedra vista y con unos grandes ventanales, que permitían ver la bulliciosa calle y dejaba pasar la luz durante todo el día.
Con mucho esfuerzo y dedicación se habían convertido en referente de muchos clientes que acudían con frecuencia para asesorarse a la hora de celebrar una fiesta , tanto de la ropa adecuada para la anfitriona así como la cubertería, vajilla, candelabros y demás artículos de decoración, que hacían de sus eventos unos de los más nombrados de la comarca.
Salieron al frío parque y se dirigieron a un local muy animado llamado La Tabla Redonda donde servían unas de las mejores carnes de la zona regada con un vino tinto impresionante.
Cuando llegaron el camarero las acompañó a su mesa, al lado de la ventana, les entregó la carta y se marchó a por el vino que le habían pedido.
Se dedicaron a examinar la carta y a disfrutar del calor que emanaba el local, la luminosidad y el ambiente sumamente agradable.
Mientras esperaban la llegada del primer plato, Marian y Luna no pararon de hablar, el entusiasmo que ambas ponían en su negocio se transmitía al resto de su jornada, siempre tenían ideas nuevas que compartir, y sentimientos que contar, además de socias eran amigas, amigas desde siempre.
Marian se había casado hacía un año con Hugo, su novio desde que iban al instituto, un chico sencillo y encantador que trabajaba en la fábrica maderera de su padre, y que con el tiempo heredaría.
Por su parte Luna, no había encontrado al compañero con quien quisiera compartir su vida de  manera incondicional. Disfrutaba de sus amigos, de su familia y sobre todo de su independencia y libertad para hacer en cada momento lo que le apetecía. Huía de compromisos que la atasen y mermaran sus ansias de superarse y ser libre.
Había flirteado con algún compañero del instituto, pero ninguno consiguió cambiarle su forma de ver la vida, quería un hombre que la amase, un amante que la hiciera perder el juicio y un amigo que la apoyase siempre, algo casi imposible de encontrar como le decía entre risas y confidencias su amiga Marian.
Mientras disfrutaban de un café después de la comida, decidieron que debían ir a una feria artesanal y de antigüedades que se celebraría el próximo fin de semana en la localidad de Puente Viesgo, era una actividad que se había puesto de moda en los últimos años, y lo cierto es que se podían encontrar algunas piezas maravillosas entre los objetos que la gente de las grandes casucas cántabras ponían a la venta, desde unos maravillosos sombreros de los años veinte hasta estolas de piel, guantes, alguna que otra joya de bisutería, libros, vajillas, un sinfín de posibilidades para su próspero negocio.
Volvieron a la tienda y la tarde pasó rápida con el bullicio de todos los días y con la extraña visita de una señora mayor que les llamó la atención, era esbelta y poseía una elegancia innata, el cabello blanco cortado en una melena ofrecía a su cara una serenidad y belleza clásica e intemporal en el que destacaban unos enormes y limpios ojos grises. Buscaba algo especial para regalar a su nieta que se casaba en breve,  pero después de enseñarle varias opciones no se decidió por ninguna y quedó en volver en breve para ver si habían recibido nuevas piezas.
El resto de la semana transcurrió sin novedad y el domingo, a las nueve de la mañana Luna esperaba a Marian en la cafetería La gran Casuca para después de desayunar marchar hasta Puente Viesgo, saboreaba su café distraídamente cuando notó que alguien la observaba, levantó la mirada y unos grandes ojos grises que les resultaban familiares la miraban con curiosidad mientras se escondían tras un periódico, pertenecían a un hombre joven, moreno, atlético y que pretendía concentrarse en la lectura que tenía delante sin conseguirlo. El cruce de  miradas se vio cortado por la llegada de Marian que presurosa la besó en la mejilla y pidió un café mientras se disculpaba por la tardanza, Hugo se negaba a dejarla salir de la cama y entre risas y bromas se le había hecho tarde.
Terminaron de desayunar y al salir descubrió con decepción que el extraño que la observaba ya no estaba en su mesa. Se dirigieron a los puestos de artesanía y cosas antiguas, se pasaron toda la mañana comprando algunos objetos que serían buenos para la tienda y que se venderían pronto, y cuando estaban planeando irse a casa en un pequeño puesto Luna vio un pequeño espejo de tocador labrado con dos pequeños cajones que llamó su atención, cuando se dirigió a la dueña para negociar el precio descubrió con sorpresa que era la misma mujer que días antes había entrado en su tienda buscando un regalo para su nieta. Se saludaron cordialmente y  después de acordar el precio, Alfonsa que es como se llamaba la señora del pelo blanco le envolvió el espejo y se lo dio comentándole que el espejo tenía una historia detrás y que seguro que le traería suerte, como a su abuela, la antigua propietaria del mismo.
Algo intrigada e ilusionada Luna lo guardó con esmero en el maletero del coche y durante el trayecto de vuelta, le dijo a Marian lo que le había contado la anciana y que le gustaría quedarse con el espejo si ella estaba de acuerdo.
Marian no puso ninguna objeción y se rio de su amiga y de su manera de encontrar algo prodigioso en cualquier objeto.
Se despidieron en la entrada del piso de Luna y quedaron en verse el lunes en la tienda.
Luna decidió tomarse el resto de la jornada con tranquilidad, prepararía la comida y dedicaría la tarde a leer y oír música, necesitaba desconectar y relajarse. Después de  comer se sentó en el sofá y se tomó un té de canela y cardamomo uno de sus preferidos, y sin darse cuenta notó como un sopor la inundaba y cerraba sus ojos llevándola en volandas a brazos de Morfeo.
Un ruido en los cristales la despertó sobresaltada, cuando miró el reloj pudo ver que se había quedado dormida más de dos horas, el viento había arreciado y una de las ramas del árbol del jardín golpeaba insistentemente la cristalera del salón. Recordó que debía haberlo podado y que cuando pasase la tormenta buscaría a alguien para que lo hiciera.
Se levantó un poco aturdida y se dirigió al coche a recoger el espejo que había comprado, quería verlo detenidamente, recrearse en sus labrados, admirar el primor con el que había sido tallado e intentar reconocer a través del objeto el alma del artista que lo había creado. Esa era una de sus pasiones, intentar descubrir al maestro artesano y descubrir la esencia del objeto en sí a través de las hábiles manos del creador.
Admiró el trabajo bien hecho, era un pequeño espejo de tocador que se bamboleaba sobre dos soportes y en cuya base habían situado dos pequeños cajones que servían de joyeros, incluso tenían una pequeñas cerraduras con una llave que se escondía en uno de ellos. Al coger la llave, casi una miniatura notó que pesaba demasiado, pero no le dio mayor importancia.
Lo dejó en su dormitorio y se dispuso a tomar una ducha relajante que la preparase para descansar durante toda la noche.
Salió de la ducha envuelta en una toalla, oyó un ruido extraño y cuando entró al salón, alguien con un pasamontañas la empujó tirándola al suelo y escapando a toda velocidad con el espejo.
Cuando se hubo recuperado del susto llamó a la policía y también a Marian. Cuando esta llegó, la policía ya se había marchado, la interrogaron sobre el valor del espejo y sobre si sospechaba quien podría haberlo robado.
Marian se ofreció a quedarse con ella esa noche y así a la mañana siguiente podrían ir juntas a trabajar, especularon un rato sobre el porqué del robo y al final ambas se quedaron dormidas de madrugada en el sofá.
Cuando Luna se despertó con el cuerpo dolorido del golpe que le había dado el ladrón, Marian ya se movía en la cocina como pez en el agua, olía a café y se hallaba atareada preparando unas tostadas.
La saludó, fue al baño y salió duchada y vestida. Se sentó con su amiga y tras desayunar se marcharon a trabajar como cada día.
Durante la jornada no pasó nada reseñable pero al finalizar la tarde, Alfonsa con una gravedad en el rostro desconocida para ellas apareció en la tienda y se interesó por el espejo, preguntó nerviosa si ya lo habían vendido y cuando Luna la puso al día de lo que había sucedido, se puso pálida como el papel y por un momento pareció que iba a perder el equilibrio, pero en un instante se repuso, les reiteró lo mucho que lo sentía y salió de la tienda.
Luna dejó a Marian sola y salió presurosa a la calle, al salir pudo ver como el hombre que había visto en el café el día del mercadillo, el de los profundos ojos grises, la ayudaba a meterse en el coche y se marchaban.
Decidió que esa semana sin falta iría a ver a Alfonsa e intentaría sonsacarle que es lo que sospechaba de lo que había pasado en su casa.
Cuando aquella tarde preparó su famosa tarta de manzana para llevárselo a Alfonsa no podía imaginar lo que se encontraría al llegar a la gran casuca.
Tocó al timbre y nadie le abrió, entonces cuando se disponía a marcharse oyó unas voces y vio que la puerta se encontraba abierta.
Entró y en el salón se encontró a la anciana que intentaba zafarse de una mujer de unos setenta años y con la mirada vidriosa que le reprochaba que hubiera vendido el espejo.
¿Qué está pasando Alfonsa, necesita ayuda?
En ese momento la desconocida se giró y cuando intentó abalanzarse contra ella, el joven de ojos grises la sujetó por las muñecas, la abrazó fuerte y mientras le susurraba algo al oído consiguió calmarla. Cuando lo hubo conseguido la sacó del salón y subió con ella a la planta de arriba.
Alfonsa más tranquila, le invitó a sentarse y le explicó la escena que acababa de presenciar.
Luisa era su hija, había perdido la razón hacía muchos años, cuando sus hijos aún eran pequeños, Mario tenía dos años, era el joven de ojos grises que había visto, y Leticia cuatro, al morir su marido en un accidente de tráfico y descubrirse que no iba solo sino con su amante, ella había entrado en una espiral sin retorno en la que su mente se había perdido para no volver. Estaba medicada y diagnosticada, pero de vez en cuando sufría algún brote puntual, y eso es lo que había ocurrido. Desde la ventana pudo ver como Alfonsa le vendía el espejo a Luna, un espejo que había pertenecido a la bisabuela de Luisa y que creían que no recordaba, pero que cuando lo vio despertó en ella una inquietud rara que hizo que Mario en vez de pedírselo a Luna y explicarle lo que sucedía decidiera colarse en su casa y robarlo para intentar serenar a su madre.
Ese era todo el misterio y sólo le pedía que no denunciara a su nieto, era un buen chico y no había pretendido hacerle daño ni asustarla, solo consolar la pena de su progenitora.
Estaba acabando de conversar con Alfonsa cuando Mario entró de nuevo en el salón.
Lo siento Luna, espero que pueda perdonar mi torpeza y le digo que estoy dispuesto a asumir mi culpa si sigue adelante con la denuncia, fue un error terrible entrar en su casa para robar el dichoso espejo.

No se preocupe Mario, su abuela ya me ha puesto al día de todo lo sucedido y retiraré la denuncia si me invita alguna noche a cenar para hacerse perdonar, ¿qué le parece? Mario la miró con sus profundos ojos grises y en ese instante supo que sería la primera de muchas veladas compartidas, sonriéndole solo pudo contestarle con un tímido sí.




viernes, 11 de marzo de 2016

La caja

Como muchos domingos Mara se levantó temprano, se acercó a la ventana y contempló el cielo espléndido que se abría a esa hora, si nada lo estropeaba iba a ser un día luminoso y perfecto para disfrutar con Lucas. Miró hacia la cama y lo observó profundamente dormido, el cansancio de la dura semana de trabajo le había pasado factura y arrebujado entre las sábanas dormía plácidamente.
Bajó a la cocina, preparó café y tostadas y cuando estaba pensando en subírselas al dormitorio, notó como unos brazos le rodeaban la cintura y una boca le besaba el cuello, sonrió y miró a Lucas que le decía:  Buenos días. ¿Qué planes tienes para hoy rubia?
Mara se giró y lo besó en los labios, bueno pues después de desayunar había pensado  que podríamos acercarnos al mercadillo a dar una vuelta ¿qué te parece?
 Genial y también podríamos ir a dar una vuelta por el Albayzin, perdernos entre sus callejas, tomarnos unas cervezas y comer fuera. El día promete y quizás si terminamos pronto podríamos volver a casa y echarnos una pequeña siesta, la miró maliciosamente y ella se abrazó a él y lo volvió besar. Me lo pensaré le dijo.
Llegaron sobre las once de la mañana y empezaron a pasear entre el bullicio de la gente, parándose en algún puesto de libros, de monedas y billetes, hasta que llegaron a un puesto regentado por un señor mayor inglés, tenía abanicos antiguos, relojes, cámaras de fotos, de primeros del siglo XX y a Mara le llamó la atención una pequeña cajita de alpaca ovalada que tenía en su tapa la foto de un edificio precioso escondido entre frondosos árboles en blanco y negro, Lucas se empeñó en comprársela y después de regatear el precio se marcharon con la caja y se perdieron por las calles empedradas del Albayzin de la mano disfrutando de las vistas.
En el mirador de San Nicolás se sentaron al sol y se dejaron llevar por la belleza de la Alhambra y los sonidos diversos de los curiosos y turistas que se agolpaban para disfrutar del inigualable paisaje.
Tomaron unas cañas y se dispusieron a acercarse a Plaza Larga a tomar un café, en ese momento se les acercó una gitana con unas ramas de romero y les dijo: Rubia hoy te han hecho un regalo que pronto te traerá sorpresas y no todas buenas.
Se marcharon de allí algo sorprendidos, sin hacer caso a las predicciones de la gitana que les pedía dinero por la información y que acabó maldiciéndolos porque no se lo dieron.
Se subieron al coche y volvieron a casa, después de una corta siesta, Mara se levantó con un terrible dolor de cabeza y Lucas con malhumor.
Decidieron ver una película y se acostaron pronto, al día siguiente había que madrugar y además Mara sentía que el día había sido agotador.
Cuando despertó, Lucas ya no estaba a su lado, recordó que la noche se plagó de pesadillas y no consiguió dormir bien, algo la molestaba pero no lograba recordar que.
Se levantó, preparó un café y como acto reflejo buscó la cajita en su bolso, allí en el fondo de una bolsita la encontró envuelta en papel de periódico de un periódico viejo que el vendedor había usado para guardarla, cuando la desenvolvió se quedó petrificada, en la hoja de un periódico que databa del 19 de febrero de mil novecientos setenta y tres, aparecía la fachada de su casa y un titular, “macabro hallazgo de una mujer asesinada salvajemente, se siguen sin pistas del asesino, aunque algunos vecinos oyeron ruidos la noche de los hechos nadie vio nada”.
La policía encontró al lado del cadáver un extraño mensaje guardado en una caja. Aurora que era como se llamaba la difunta estaba soltera y vivía sola, tenía treinta años y era profesora del colegio Santa Eulalia.
Un estremecimiento recorrió su espina dorsal, Mara no podía creer lo que estaba leyendo, Aurora era su tía, hermana de su madre y si bien ella le dijo que había muerto, jamás le contó nada a cerca de un asesinato en extrañas circunstancias y menos que se hubiera producido en su casa, todo resultaba tan extraño que decidió llamar a Lucas para contárselo, el teléfono sonó varias veces hasta que saltó en buzón de voz, decidió dejarle un mensaje para que la llamase.
Después de colgar, se dispuso a salir en busca de su madre, hacía años que estaba en una residencia por su problema de demencia senil, pero quiso probar suerte y preguntarle sobre el asunto de su tía, después de todo no le quedaba nadie más, su padre había muerto hacía un año y sus hermanas más pequeñas que ella no recordarían nada.
Entró por la puerta de la Residencia donde vivía su madre y pronto la vio sentada en el jardín con su vestido preferido de flores azules y un libro en la mano.
Antes de que pudiera llegar a ella, una de las enfermeras, Lucía, se le acercó y después de saludarla la puso al día de cómo se encontraba su madre y del avance lento pero inexorable de la enfermedad, llevaba unos días muy intranquila y lo mismo reconocía al personal, que llamaba a voces a su madre o relataba poemas de amor a quien quisiera escucharla.
Hola mamá, ¿cómo te encuentras? Te veo muy guapa.
Azucena se quedó mirando a su hija y emitiendo una leve sonrisa le dijo:
Hola cariño como estás, y ¿mamá porque no ha venido?
Soy Mara mamá, tu hija ¿no me reconoces? Que dices Aurora si yo no tengo hijos y tú tampoco deberías haberlos tenido, solo traen problemas.
¿Mis hijos, de qué hijos hablas?
Aurora, ¿crees que no sé qué el teniente Gutiérrez te dejó embarazada?
Lo que no sé es como papá no lo mató, aunque claro en esa época pero lo que fue una pena es que te la quitaran de esa manera, justo cuando diste a luz, jamás pensé que te recuperarías pero seguro que con la familia que esté estará bien.
Además Enrique es un buen hombre y no sospecha nada, te quiere y serás feliz aunque tú no lo ames, eso es lo de menos.
Bueno Aurora tengo que dejarte voy a seguir leyendo mi libro que es muy interesante, otro día nos vemos ¿de acuerdo?
Mara salió meditando todo lo que le había dicho su madre y hasta qué punto debería darle credibilidad, al fin y al cabo la mente de su madre hacía mucho que se había perdido en un laberinto del que muy pocas veces salía.
Se dispuso a investigar por su cuenta, miraría en las hemerotecas lo que se escribió sobre el horrible suceso y si más adelante encontraron al asesino de su tía.
Cuando se disponía a entrar en la biblioteca municipal sonó su móvil, era Lucas, le explicó muy brevemente que no iría a comer y que tenía que comentarle una cosa que había descubierto y la tenía preocupada.

Aquella noche mientras informaba a su marido de su siniestro descubrimiento, tomaron una copa de vino y le comunicó lo que había encontrado en los periódicos de la época, encontraron a su tía muerta en un charco de sangre, con un fuerte golpe en la cabeza producido por el impacto de un candelabro que encontraron a su lado, investigaron durante meses e incluso hubo un sospechoso, un pretendiente de Aurora llamado Enrique con el que estuvo a punto de casarse pero que al final la relación no llegó a buen puerto.
A la mañana siguiente volvió a investigar y a intentar dar con el paradero de Enrique por el policía que llevó el caso y que era conocido de la familia pudo conocer sus apellidos y dedicó la mañana a llamar por teléfono a todos los hombres que tenían el mismo nombre y apellidos de Enrique y que pudieran tener unos setenta años aproximadamente. Al final de la mañana había contactado con el nieto de un señor que encajaba con la persona que estaba buscando, este le informó que su abuelo aún vivía y que aunque con problemas de movilidad, su mente se mantenía lúcida y su memoria era envidiable si bien él nunca lo había oído mencionar la historia de Aurora y de su crimen. Quedaron en verse el próximo día así él podría hablar con su abuelo y contarle lo que Mara le había dicho y él decidiría si quería entrevistarse con ella o no.
Sobre las once de la mañana, Ricardo, el nieto de Enrique la llamó y quedaron para tomar un café en una céntrica cafetería de la capital donde se produciría el encuentro, con la condición de que si su abuelo por alguna razón se excitaba demasiado se irían para no perjudicar su salud.
Media hora antes de lo previsto Mara esperaba ansiosa la llegada de Ricardo y de su abuelo Enrique mientras en su cabeza daba vueltas una y otra vez a las preguntas que podría hacerle y sobre todo si él estaría dispuesto a contestarlas.
A la hora convenida aparecieron en la cafetería, un chico de pelo rizado y grandes ojos verdes con cierto aire familiar y un señor mayor alto y delgado, que destilaba además de una elegancia innata, un halo de misterio.
Después de las presentaciones Enrique se dirigió a Mara y le preguntó a Mara:
¿Qué es lo que desea saber señorita?
Mara le preguntó de que conocía a su tía Aurora y que relación había tenido con ella.
Enrique pensó un instante y dejándose llevar por los recuerdos, le relató, que había conocido a Aurora cuando eran unos adolescentes y que se había enamorado perdidamente de ella desde ese mismo instante, pero era una chica distinta a las de la época, tenía muy claro que quería estudiar, le apasionaba la enseñanza y sobre todo era un espíritu libre su fin en la vida no iba a ser madre y esposa al uso.
El problema surgió cuando un teniente del ejército destinado en Granada se encaprichó de la hija de uno de sus subordinados, Aurora la hija del cabo Rivero. La chica en ningún  momento le dio la más mínima esperanza, pero el teniente Gutiérrez que era una mala bestia abusó de ella y la dejó embarazada, como estaba prometido con una señorita bien de Madrid hija de un alto cargo del ejército y amigo personal del Generalísimo, lo arreglaron internando a la joven en un convento y ascendiendo al padre y cambiándolo de destino bajo pena de arresto o algo peor si se atrevía a contar algo.
De todo esto se enteró Enrique con el tiempo cuando la misma Aurora se lo confesó una vez se hubieron reencontrado después de muchos años sin saber de ella, le confesó que había podido estudiar y que estaba dando clases, pero que en fondo de su corazón la pena le atenazaba por no haber podido quedarse con su hijo como hubiera sido su deseo, las monjas del convento donde estuvo recluida se lo quitaron nada más nacer y lo llevaron a la inclusa para que pudiera ser adoptado.
La noche que la mataron Enrique había quedado con ella, por lo visto había podido averiguar donde estaba su hijo, y había hablado con Diego, el teniente Gutiérrez, para exigirle que moviera los hilos para que se lo devolvieran amenazándolo con contarlo todo y exponerlo a un escándalo del que no saldría airoso, cuando llegó la encontró tirada en el suelo sobre un gran charco de sangre. Después de comprobar que estaba muerta encontró una caja a su lado y dentro un papel que ponía el nombre de Ricardo y el nombre del convento donde se encontraba. Cogió el papel y lo cambió por uno que ponía:” Con el tiempo todo se sabrá” y huyó de allí sabiendo que si  lo encontraban lo acusarían de asesinato y no podría cumplir la promesa que le había hecho al cuerpo sin vida de  Aurora.
El cuidaría de su hijo, y eso hizo, habló con su mujer y decidieron adoptar a Ricardo, pasados unos años lo consiguieron  y junto a su otra hija habían sido una familia feliz, hasta el año pasado cuando un revés del destino hizo que su hijo y su nuera murieran en un accidente de tráfico, desde entonces su nieto se había ido a vivir con él y con su esposa.

Así fue como Mara logró descifrar el misterio de su familia que había sido guardado con tanto celo y pudo conocer al hijo de su primo Ricardo, el hijo de su malograda tía Aurora. Ahora ya no le quedaba nada por hacer, el caso de asesinato había prescrito y lo mejor era dejar el pasado enterrado para siempre.







domingo, 14 de febrero de 2016

Alas maduras.





La calurosa noche, hacía que el sudor impregnara su piel y le arañara el alma, dejando desgarrado el corazón de una mujer perdida y sin rumbo, así se sentía Alicia aquella noche de mayo.

Miraba la calle sin verla, con la mirada perdida intentaba recordar en qué momento abandonó sus sueños, y sus ilusiones se vieron relegadas a un segundo, o tercer plano.

¿Quizás cuando se casó y empezó a compartir su vida con él?, ¿o fue más adelante cuando tuvo su primer hijo y empezó a ser la madre de…..? Siempre pendiente de sus avances, sus necesidades, sus llantos, sus enfermedades, después la guardería, el colegio…..

Su vida se vio reducida de un día para otro, a pañales, conversaciones con otras madres, visitas al pediatra y a una vida de pareja abandonada en un rincón entre toma y toma, entre la salida de los dientes y la subida de la fiebre.

Empezó a recuperar parte de su independencia cuando su hijo comenzó con dos años a asistir a la guardería.

Volvió a relacionarse, a tener vida social, y su vida con él transcurría apaciblemente, habían vuelto a reencontrarse como pareja, como entes independientes que se buscaban en las noches eternas y en las breves siestas para disfrutar de su sexualidad, sin acordarse de las responsabilidades, solo atentos a disfrutar de su amor y pasión. 

Una noche de esas en las que se buscaban ansiosos de amor y deseo concibieron a su pequeña, una niñita rubia y angelical, que nació deprisa y con ganas de gritarle al mundo que ya había llegado.

Y volvieron los pañales, las noches sin dormir, las alegrías, los llantos, esta vez de una forma mucho más sosegada, y tranquila, pero poniendo nuevamente su vida patas arriba, volviendo a resquebrajar su alma y dividiéndola de nuevo ahora entre sus tres amores, su marido, su hijo y su hija.

Y ella ¿dónde se había quedado ella? ¿En qué parte del camino se perdió?

Fue consciente por aquel entonces de que necesitaba su espacio, algo que chocaba de frente con su educación, con el ejemplo que había tenido en su niñez, siempre arropada por una madre omnipresente, una madre que parecía desdoblarse para estar siempre en todo y con todos, la madre atenta, abnegada, la antítesis del egoísmo.

Sabía que necesitaba su espacio, su tiempo para sentirse bien, realizada como persona como mujer, y dejar de ser madre y esposa para centrarse en su individualidad como ser humano, con deseos, con carencias, con ilusiones con alas para volar y sentirse bien consigo misma sin pensar en nada ni en nadie, solo en su bienestar personal.

Sin embargo el sólo hecho de pensar en su espacio vital, en alejarse de todo y de todos aunque fuera solo unos días, hacía que su yo interior se volviera loco y la incertidumbre se mezclara con sus remordimientos por considerar que sus pensamientos, lícitos y humanos eran en cierto modo egoístas y anti natura, una madre debería ser feliz, solo con ver a sus hijos sanos y felices, ¿por qué le pasaba a ella eso? ¿Por qué se sentía mal por pensar en ella, en ser feliz, libre sin pensar en nada más? 

Si el hacer siempre lo correcto, la asfixiaba hasta del extremo de estar viviendo una vida que no consideraba como suya, ¿por qué no hacía algo para evitarlo?

Hacía tiempo que su alma lloraba en silencio, conocedora de haber perdido mucho tiempo en ser alguien que no la hacía plenamente feliz. Sólo debía querer cambiar, hacerlo, dar un paso adelante aunque eso significase dejar cosas en el camino, todo lo que el algún momento había supuesto una mochila que no la dejaba avanzar con determinación y valentía.

Tomó la decisión de no dejar nada más para mañana, hoy empezaría el principio de su nueva vida. De todas formas, se dio cuenta que nada de lo que hiciese o dijese dejaba contentos a todos, pero por lo menos si ella era feliz, alguien lo sería. 

Estaba decidido, no había sido una buena madre, ni una buena hija y mucho menos una buena esposa, el silencio se había vuelto a instalar en su relación de pareja y lo cierto es que creía que venía para quedarse, y lo más triste de todo es que notaba que él se estaba acostumbrando, y a ella cada vez le importaba menos. Nunca estaba a la altura, él se empeñaba en recordarle que estaba mayor, en lo mucho que había cambiado, que donde estaba la chica de la que se enamoró, en su falta de apetito sexual, por supuesto todo por culpa de su poca actitud, era ella la que había fallado, la que se había rendido.

Y ella agotada de intentar explicarle como se sentía, había optado por callar y llorar cuando él no la viese, porque hasta eso le molestaba. No entendía como alguien que había sido su otro yo, podía estar sentado a su lado y no reconocerlo.

No sabía en qué momento del camino recorrido había empezado a perderlo, pero lo más triste es que ya no le importaba, se había instalado en su corazón un vacío absoluto, estaba harta de reproches de no poder ser como quería ser.

Su fracaso la hacía ahogarse lentamente en un matrimonio estancado y sin esperanza, sentía que en los ojos en los que antes se veía reflejada no quedaba nada, sólo cariño por los años que habían recorrido juntos.

¿Pero qué hacer?, no podía volver a casa de sus padres, ellos no hubieran puesto objeciones pero no estaba dispuesta a perder de nuevo su libertad, sería empezar de nuevo, no podría volver a tener que dar explicaciones a sentirse como una adolescente casi y no solo eso. ¿Y sus hijos? Estaba segura que no le perdonarían que se separara de su padre, era un buen hombre, aunque algunas veces no lo comprendiesen del todo.

Tenía que luchar, no podía rendirse, ¿pero por qué notaba que le faltaban las fuerzas?, ¿que no tenía ganas de seguir?

El cansancio la embargaba, se sentía perdida, sin rumbo. Lo que daría por perderse en un bosque, sentarse al pie de un árbol y dormirse sin pensar en nada ni en nadie, abandonarse a las fuerzas de la naturaleza y sentir como renacía una nueva persona dispuesta a comerse el mundo, una mujer con la esencia que había perdido. Un renacer lleno de luz y de esperanzas renovadas un amanecer en que se pudiera expresar con libertad, sin condicionamientos sociales ni morales.

Empezaría un viaje sin retorno, se montaría en un avión con un rumbo lejano y empezaría de cero, seguro que podría hacerlo, sus alas volverían a crecer y volaría sin un rumbo fijo hacia un horizonte feliz y sin nubes, hacia su yo interior que perdió hacia tanto tiempo, sin ataduras, sin miedos, sin equipaje, sin prejuicios y sin esperar nada solo disfrutar de lo que la vida le fuera deparando.


viernes, 25 de septiembre de 2015

Codicia insana.

Llueve, las gotas golpean el cristal con violencia y el parque se va cubriendo con un manto de hojas amarillentas, Alice mira por la ventana y se abriga con un chal para protegerse del frío de esa tarde tan desapacible. En un momento su mirada se cruza con la de un joven que la observa parado en la calle, empapándose hasta los huesos y con una sonrisa forzada en el rostro.
Al principio no lo reconoce, no puede ser, él está muerto, ella misma vio como le disparaban y caía abatido, entonces se fija en sus profundos ojos verdes, esos en los que se perdió tantas veces mientras hacían el amor y no le cabe la menor duda, es él, James, aquel que le prometió amor eterno, que la protegería siempre, aquel que la abandonó una calurosa noche de verano cuando salían de un hotel y un desconocido le disparó en el pecho mientras otro la cogía a ella y la metía con violencia en una furgoneta.
Aun recordaba los días que pasó llorando semiinconsciente encerrada en una habitación húmeda, fría sin ventanas y sin contacto con el exterior y como apareció después de un tiempo que no podría determinar, en medio de un descampado, descalza y con una venda en los ojos, cuando consiguió orientarse anduvo sin rumbo hasta que vislumbró los faros de un coche, se dirigió hacia la carretera y un coche con una pareja mayor la recogió y la llevó a la comisaría más cercana.
Las luces amarillentas conferían un retrato en blanco y negro en su memoria, sobre lo ocurrido en la sala donde habló con los inspectores, allí le explicaron que su marido había puesto una denuncia por desaparición hacia dos meses y que aunque habían seguido varias líneas de investigación, no encontraron ningún hilo del que tirar.
Descubrieron que mantenía una relación con un chico más joven y que en los últimos meses antes del secuestro se había comportado de una manera extraña, y una noche sin más se perdió su rastro.
En un primer momento sospecharon de su esposo, tenía un motivo y pensaron que podía ser un  tema de celos, pero cuando comprobaron su coartada de aquella noche vieron que era sólida y que él se encontraba a mil kilómetros de donde sucedió todo.
Ahora que ella había aparecido, esperaban que pudiera explicarles algo que aclarara lo sucedido.
El inspector Logan le ofreció un café y pospuso su interrogatorio hasta que la examinara un médico y determinara si se encontraba bien.
Una joven policía la acompañó al hospital y la esperó a la puerta de la habitación mientras el médico comprobaba sus constantes y le hacía un examen exhaustivo, cuando terminó le dijo que debía permanecer en observación hasta que tuvieran los resultados de las pruebas.
Le dieron un sedante para que descansara y cuando sentía que los ojos se le cerraban, la puerta de la habitación se abrió y apareció Robert, la preocupación y las ojeras se reflejaban en su rostro y sus ojos grises se habían vuelto sombríos, entonces se acercó a ella y abrazándola rompió a llorar sin poder contener toda la pena que había sufrido durante su ausencia. Lo último que recordaba era abandonarse al sueño mientras las manos de su marido le acariciaban la cara dulcemente.
Despertó bien entrada la mañana y comprobó que Robert había pasado la noche en el sillón, en ese momento dormía y con el cabello revuelto había vuelto la serenidad a su rostro, incluso parecía más joven, casi un chiquillo después de la angustia sufrida y la impotencia por no saber dónde encontrarla.

En aquel preciso instante entraron en la habitación el doctor que la había examinado la noche anterior y unos detectives, Robert se despertó sobresaltado y después de disculparse entró en el baño.
Se presentaron y así supo que ella, era la detective Helen, y su compañero, un imberbe con cara angelical era Brandon, un joven agente que permanecía en silencio, oyendo las preguntas que Helen le hacía y tomando nota de todas las respuestas.
Cuando terminó el interrogatorio no habían sacado casi ninguna conclusión, su relato era incoherente y no consiguieron que recordarse nada relevante de su secuestrador , sólo que era un hombre joven de unos treinta años, con gafas, pelo largo y castaño, pero que no podría asegurar si estaba disfrazado. Siempre se portó correctamente con ella, la alimentaba bien, y procuraba que estuviera cómoda, incluso pudo observar que era un hombre culto por su manera de hablar. Pero lo cierto es que su mente estaba llena de lagunas, había muchas cosas que no recordaba, y otras volvían como un destello que la hacían tambalearse y la despistaban aún más, recordaba jarrones de rosas, velas y la cama vestida con sábanas de raso. Dos cuerpos sudorosos entrelazados y dos bocas buscándose con avidez, entonces de pronto todo se volvía negro y confuso y volvía  a ver la habitación sin ventanas, con humedad y las lágrimas cayendo sin pausa por su rostro.
¡Dios mío! ¿Qué le había pasado, porque no podía recordar?
Los detectives se despidieron y quedaron en volver cuando ya se encontrara en un entorno más seguro para seguir con las preguntas, antes de que se marcharan les preguntó por James, que sabían de él. Le dijeron que se encontraba bien y que el detective Logan se pasaría a explicarle lo que había averiguado.
Cuando salieron, el doctor se acercó a ella y le dijo, Alice tengo que comunicarte que en general tu estado de salud es bastante bueno, sólo hemos encontrado algo que quizás sea una sorpresa para ti. Estás embarazada, según las pruebas de unas doce semanas.
Alice lo miró sin verlo y una carcajada rompió el silencio de la habitación, eso no puede ser posible, yo soy estéril, hace años quise tener hijos con mi esposo y después de muchas pruebas, nos comunicaron que el problema era mío y que no tenía solución, lo único que podríamos hacer era adoptar.
Pues me gustaría ver esos informes Alice porque las pruebas no mienten y usted está embarazada, es más vamos a volver hacerle una ecografía y usted misma podrá comprobar que lo que le estoy diciendo es cierto.
Robert que había permanecido en silencio y en un segundo plano, se acercó a la cama con el rostro totalmente lívido y dijo que eso no era posible, y que necesitaba irse para poder aclarar sus ideas. La besó en la frente y se marchó ante la estupefacción del médico.
Después de ver con sus propios ojos a su pequeño en la ecografía y escuchar el bombeo de su corazón, una dulce calma se apoderó de ella, como si ese niño estuviera ahí para darle ánimos y que nunca estuviera sola, en ese momento sintió que todo había pasado por algo y que al final merecería la pena.

Pasada una semana el médico decidió darle el alta y volvió con Robert a su casa, todo parecía como si se hubiera parado en el tiempo, habían cambiado de estación y en su hogar todavía estaban colocadas las cortinas, las sabanas y la colcha de verano, como si nadie hubiera vivido allí en esos meses en los que ella no estuvo.
Aquella misma mañana recibió la visita del inspector Logan mientras Robert se encontraba en el trabajo.
Tomaron una taza de café y le confirmó lo que le habían dicho los otros agentes, James se encontraba bien, los había ayudado en la investigación y se había recuperado sin problemas de su herida de bala, por suerte la herida fue superficial. Los había puesto al día de la relación que mantenían y de que estaban planeando irse a vivir juntos cuando ella se divorciara de su marido.
De pronto aquella noche en la que decidieron que todo acabaría al día siguiente, el organizó una velada maravillosa, ordenó que llenaran la habitación de rosas rojas, sus preferidas y le regaló un anillo, luego al salir a la calle, dos individuos se acercaron a ellos, uno disparó a James y otro le puso una mano en la boca, mientras notaba que perdía la consciencia y lo demás no lo recordaba.

Pero, ¿cómo era posible que en los días que llevaba en casa James no se hubiera puesto en contacto con ella?
El inspector le contó que lo tenía prohibido, para no interferir en la investigación, había algo turbio y que no lograban desentrañar y era preferible que él no influyera en sus recuerdos, aunque la otra tarde no había podido resistirse y se había presentado en su edificio para conseguir verla, fue entonces cuando ella lo vio a través de la ventana.
Tenía que tener cuidado y si recordaba algo llamarlo de inmediato, su instinto le decía que estaba en peligro, y que su secuestrador no se encontraba lejos.
Además la fortuna que había dejado su padre al morir, la editorial, el periódico y todas las propiedades eran un motivo más que suficiente para querer hacer que desapareciera, se despidió y cuando cerró la puerta, un escalofrío recorrió su espalda, pensó en Tom, su hermano, aún no había acudido a verla y aunque Robert lo había disculpado diciendo que se encontraba en un viaje de trabajo, algo no encajaba.
Pasaron los días y no lograba entender que le pasaba, pero estaba segura de que algo que tenía que ver con su marido no estaba bien,  James no le había comentado nada del embarazo, es más hacía como si no existiese evitaba hablar incluso de sus pensamientos, de sus sentimientos durante el secuestro, el silencio se había establecido entre ellos de una manera extraña.
Ahora que lo pensaba, Tom y James se habían vuelto inseparables casi desde que se conocieron, y más desde la muerte de su padre.
Cuando descubrieron que tenían problemas para poder ser padres, fue el mismo Tom el que les recomendó la clínica de un amigo, especializada en casos de fertilidad. Cínica poco fiable por lo que había podido constatar con la noticia de su embarazo.
Decidió salir a dar un paseo para poner en orden sus ideas y sus pasos la llevaron hasta un parque cercano, se sentó en un banco a contemplar el paisaje de tonos amarillentos y marrones que lo envolvía todo, notó que alguien le tocaba el hombro y al darse la vuelta, se perdió en la profunda mirada de James, se levantó y se lanzó a sus brazos como si fueran un salvavidas, hundió la cabeza en su cuello y aspiró ese olor tan conocido que la volvía loca.
- Lo siento cariño sé que no debería estar aquí, pero no podía más, he pensado volverme loco todo este tiempo sin saber de ti, y luego cuando me dijeron que habías aparecido sana y salva pero que no podía ponerme en contacto contigo fue demasiado, necesitaba sentirte, oír tu voz y saber que de verdad te encontrabas bien.
- Te amo Alice, te amo como nunca he amado a nadie.
Se encontraban con las manos entrelazadas cuando recibió la llamada del inspector Logan, era preciso que acudiera a la comisaría tenía que comunicarle algo muy importante.

James la acompañó en su coche, cuando entraron en el despacho del inspector Logan, observaron una sonrisa cómplice.
Pasen por favor, ya veo señor James que no ha hecho mucho caso de mis consejos, pero bueno vayamos a lo que nos ocupa, por lo que la he hecho venir Alice.
-¿Es cierto que su padre dispuso una cláusula en su testamento que el primer nieto recibiría todas las acciones de la editorial?
- Sí, pero no entiendo que tiene eso que ver con mi secuestro.
Ahora mismo paso a explicárselo, su marido y su hermano han estado juntos desde siempre, construyeron un plan para hacerle creer que era estéril, sobornaron al doctor Peter Smith para que falsificara sus informes, así desistiría de tener hijos, mientras su hermano intentaría embaucar a alguna incauta y dejarla embarazada para poder quedarse con la editorial, y además seguir viviendo una doble vida como hasta ahora.
¿Una doble vida, no le entiendo? ¿Con quién?  
Siento ser tan claro, pero no tengo más remedio que decírselo, su marido y su hermano son amantes desde antes de que ustedes se casaran, pero como sabían que su padre lo desheredaría, planearon que se casara con usted para poder seguir juntos en la sombra y sin levantar sospechas.
Acabamos de detenerlos como cómplices de secuestro, la secuestraron para que acabara su relación con James, pero no contaron con errar el disparo, por eso al no saberse nada de él decidieron que había pasado el peligro y que podían soltarla, sin sospechar ni por un momento que usted ya se encontraba  embarazada y que daría al traste con sus planes.
Todo se ha acabado Alice.
Gracias inspector por todo, creo que tardaré mucho tiempo en intentar comprender esto, sobre todo la traición de mi hermano, por un dinero que no me importaba en absoluto.
James la cogió por los hombros y le susurró, no te preocupes cariño, estoy seguro que entre nuestro hijo y yo haremos que todo sea más fácil.



                         

jueves, 10 de septiembre de 2015

La Casa de los Tilos

Alice era redactora de el periódico  Boston Herald, tenía treinta y dos años y su vida se reducía a un trabajo que le apasionaba, tenía una columna semanal sobre moda, cultura  y eventos en la ciudad. 
Conocía a mucha gente del mundillo, pero en la actualidad no mantenía ninguna relación seria, de vez en cuando algo de sexo con algún compañero o incluso con algún desconocido pero nada más.
En el mes de noviembre, su redactor jefe la sorprendió encargándole un reportaje sobre una ciudad cercana, quería un artículo sobre hechos acontecidos a primeros del siglo  XX  por lo visto en aquella época se sucedieron varios sucesos extraños relacionados con una antigua casa de reposo.
El lunes cogió su coche y se dispuso a recorrer las veinte millas que la separaban de la ciudad de  Lexington, un atractivo y pintoresco pueblo con históricas casas y tabernas, reservó una habitación en un hotel céntrico, se dirigió a la Biblioteca pública para buscar información sobre una casa de reposo abierta en mil novecientos veinte llamada" Casa de los Tilos".
Miró en la hemeroteca y encontró alguna información inconclusa sobre algunos hechos acontecidos en dicha casa de reposo, como la desaparición de una joven pintora llamada Ingrid, la muerte en extrañas circunstancias de un joven de familia bien llamado Charles, y el repentino cierre de dicha casa a finales de mil novecientos cincuenta y cinco, cuando hubo una huida masiva de internos y el asesinato de varias enfermeras de la clínica, nunca se encontraron a los culpables y hoy en día el caso estaba aún sin resolver.
Salió de la biblioteca confundida por lo que había encontrado, pensaba que la historia no sería tan interesante, pero intuía que si lograba tirar del hilo adecuado la historia se complicaría y tardaría más de lo que hubiera imaginado en un principio en resolver tantos cabos sueltos.
Entró en una cafetería del centro y se pidió un café, mientras se lo servían llamó con el móvil a Eric un compañero documentalista con el que se llevaba bien, para pedirle un favor, necesitaba que se pusiera en contacto con sus amigos de la policía para saber lo máximo sobre el caso abierto de "la Casa de los Tilos". Eric era hijo de un famoso inspector de Boston y conocía a un montón de compañeros de su padre, dos horas más tarde le mandó por email toda la información que había podido recabar.
Ingrid era una joven que fue ingresada por tuberculosis, en aquella época algo nada raro ya que  no era raro que  compartieran espacio los tuberculosos con los enfermos mentales en algunos de estos centros.
Fue en mil novecientos cuarenta y ocho,  cuando Ingrid que llevaba seis meses ingresada, una tarde salió a pasear por los jardines de la casa y  al anochecer se dieron cuenta de que no se encontraba en su habitación, los cuidadores se desplegaron para buscarla y al no encontrarla, dieron parte a la policía. Hubo una batida con perros, pero no lograron nada sólo encontraron su ropa ensangrentada y al registrar su habitación, unos cuadros enigmáticos en los que aparecía un hombre sin rostro, y una mujer escondida en un rincón de la habitación, lo cierto es que quien los había visto decía que resultaban aterradores.
Al año de este suceso, un joven llamado Charles que fue ingresado en la Casa de reposo por una depresión severa acompañada de varios intentos de suicidio, fue hallado muerto en su habitación, la extraña muerte aconteció una noche y a la mañana siguiente lo encontraron con los ojos ensangrentados y una expresión de horror en su cara, ningún médico fue capaz de diagnosticar la causa exacta de su muerte sólo coincidieron en concluir que parecía un ataque al corazón ocasionado por un miedo extremo. También al registrar sus pertenencias encontraron unos dibujos inquietantes de un hombre sin rostro.
Pero lo más inquietante fue el motivo que propició el cierre de dicha institución, corría el año mil novecientos cincuenta y cinco y las noticias espeluznantes de la "Casa de los Tilos", se sucedían entre los internos que habían logrado salir, y algunos trabajadores que ya no trabajaban allí, todos coincidían en la extraña figura del director, el doctor Lewis, hay quien decía que lo habían visto deambular por la noche por el centro y oído unos lastimeros gemidos a su paso, que se estaba volviendo loco porque había perdido a su esposa en un trágico accidente y su única hija había quedado desfigurada y con sus facultades mentales mermadas a consecuencia del suceso vivido. Hay quien aseguraba que era ella la que había matado a su madre, arrojándola al vacío desde un balcón de su señorial casa, cayendo ella también al jardín tras su progenitora, lo cierto es que también se encontraba ingresada en el momento en que acontecieron los hechos.
El trece de Abril, las puertas de hierro de la casa de reposo fueron encontradas abiertas de par en par por los enfermeros que se incorporaban a su trabajo, y el espectáculo que presenciaron fue espeluznante y demoledor, en la entrada encontraron a dos cuidadoras asesinadas a puñaladas en su gran charco de sangre, y al entrar al pabellón de las habitaciones de los internos, descubrieron que por lo menos cinco de ellos habían desaparecido, entre ellos la hija del doctor Lewis, Rose Mary.
Después de casi un año de búsqueda infructuosa de los internos desaparecidos, y cuando ya habían agotado casi todas las vías de investigación, decidieron cerrar el caso sin haber conseguido nada, en los informes aparecían los interrogatorios y los sospechosos del momento y como el Estado había decidido cerrar el centro a finales de ese mismo año.
Alice se sorprendió de la declaración de una trabajadora del centro que no fue tenida en cuenta, la señora Emily Strauss.
Hizo sus cuentas y calculó que ahora tendría noventa años, y decidió averiguar si seguía viva y aún residía en  Lexington. Acudió al Ayuntamiento y en el censo encontró lo que buscaba, la dirección de Emily.
A la mañana siguiente se plantó en su casa sin saber como sería recibida y si la enfermera querría hablar con ella, cuando tocó al timbre de la puerta, le abrió una señora de unos cincuenta años, era la hija de Emily, Patricia y le comunicó que su madre estaba muy mayor y que no sabría si podría ayudarle ya que a veces tenía lagunas de memoria propias de la edad. De todas formas, la invitó a entrar y la acompañó al salón donde se encontraba su madre, al entrar vislumbró la silueta de una anciana menuda y vivaracha que tejía una bufanda de lana a la luz de la ventana, se presentó y la anciana dejó a un lado la labor y la miró en silencio, luego sobresaltada, la llamó Rose Mary, algo que Alice no llegó a entender.
Patricia la dejó con su madre mientras fue a preparar un té, y entonces Emily le preguntó:  ¿ porqué has venido?, ¿Creí que no volvería a verte? ¿Vienes a llevarme contigo?
Cuando Alice se percató de que la estaba confundiendo con la hija del doctor Lewis, decidió hacerle algunas preguntas.
Emily, ¿se acuerda de lo que ocurrió en la  "Casa de los Tilos" , Emily la miró en silencio y luego le contestó con la mirada perdida en un ayer lleno de recuerdos, ¿y tú me lo preguntas?, tú estabas allí, ¿ya no recuerdas que tu padre se volvió loco cuando te vió besarte con uno de los internos y la emprendió a cuchilladas con todas las personas que  encontró a su paso. Aquello fue demasiado para él, después de años protegiéndote de tí misma de lo que le hiciste a esos desgraciados, descubrió que tu depravación no tenía límites y decidió acabar con todo.
Alice salió de allí algo desconcertada, pero con todos los datos para escribir el artículo de su vida.

                         

sábado, 5 de septiembre de 2015

El acantilado maldito

Elizabeth despertó en una habitación blanca, el silencio lo inundaba todo y cuando pretendió levantarse para mirar por la única ventana que había se dio cuenta que unas correas la sujetaban  de las manos y los pies a los barrotes de la cama.
Se le congeló la sangre, ¿qué hacía ella allí?, ¿qué era ese lugar  y quién la había llevado?. Por más que lo intentaba no lograba recordar nada, su mente era una maraña confusa, no podía centrar sus pensamientos en lo ocurrido, la boca la sentía seca y pastosa, tenía la sensación de no poder pronunciar ni una sola palabra y la cabeza le daba vueltas como si hubiese estado en una fiesta y hubiera tomado más cócteles de los que debería una señorita de su posición.
No sabría decir cuanto tiempo había pasado desde que despertó, fue entonces cuando oyó el chirrido de la puerta y como alguien descorría un cerrojo y entraba.
Un médico joven de pelo negro y ojos color avellana, la miraba sonriente, a su lado una enfermera con aspecto serio y distante la observaba con reticencia.
El médico acercó una silla a la cama y tomó asiento, entonces le preguntó:
Lady Somerset ¿cómo se encuentra? Hoy tiene mejor aspecto ¿verdad Cheryl?
sí señor, el color ha vuelto a sus mejillas y parece mucho más serena.
¿Doctor, puedo preguntarle su nombre?
Por supuesto soy el doctor Byron, ¿no se acuerda de mí?, he asistido a varias de las fiestas que ha celebrado con su esposo Lord Richard Somerset en la mansión Somerset. 
Perdone mis lagunas, pero no logro recordar nada de lo que ha pasado y por supuesto no puedo entender que hago aquí, esto debe ser un malentendido yo me encuentro perfectamente y quisiera volver a mi casa. 
¿ Y mi esposo, puede alguien decirle que me encuentro en este lugar?, por cierto ¿cómo se llama este sitio?  Si claro está en el Hospital de Bethlehem y no se preocupe su marido sabe exactamente donde se encuentra, de hecho fue él y personal de su servicio quien la trasladó aquí después de que sufriera una crisis aguda.
Ahora tranquilícese, tome la medicación que le dará la enfermera y pronto podrá estar de vuelta en su maravillosa casa. Cheryl ¿puede decirle a Thomas que venga para retirarle las correas al Lady Somerset?, no creo que sean necesarias. De acuerdo doctor, ahora mismo doy la orden.
Cuando Thomas la liberó de las correas pudo comprobar cuán doloridas tenía las manos , ¿desde cuándo llevaría allí, y que habría sucedido para terminar encerrada en un Hospital?
Thomas, ¿puedo preguntarle algo? 
-Por supuesto Milady, 
-¿sabe el tiempo que llevo aquí? Creo que una semana que fue la última que vez que yo tuve el día libre, cuándo llegué ya estaba usted internada.
-Gracias Thomas, muchas gracias.
Cuando se levantó se sentó junto a la ventana y admiró el maravilloso jardín que se veía desde allí, y sin darse cuenta se quedó dormida, así la encontró la enfermera cuando le sirvió la cena y le dio su medicación.
Tomó un poco de sopa y un té y después de comprobar que se había tomado las pastillas la dejaron acostarse, cerraron la puerta y se quedó sola con sus pensamientos. Se durmió pronto, pero a media noche la despertó un sudor frío, había estado soñando, pero no lograba acordarse de la pesadilla que la había despertado, intentó volver a dormir, pero el ruido de las puertas, y los gritos de los internos hicieron imposible que volviera a conciliar el sueño, cuando amaneció ella pudo verlo desde la ventana.
La levantaron, la ayudaron a asearse y vestirse y mas tarde la condujeron a un comedor para que desayunara, allí pudo ver por primera vez, el triste espectáculo que conformaban los internos del hospital.
Mujeres con muñecos a los que acunaban como si fueran bebés, otras pacientes sin peinar y maquilladas en exceso bailaban alrededor de una de las mesas, otras hablaban y se reían mientras aplaudían y gritaban que querían más té, y otras gimoteaban y se arrancaban los cabellos sentadas en un rincón.
Elizabeth contempló el dantesco espectáculo mientras las lágrimas asomaban a sus ojos, ¿cómo era posible que su esposo la hubiera encerrado allí?¿cuándo había traspasado la delgada línea que existía entre la cordura y la locura?
¡ Dios mío! no era posible que esto le estuviera sucediendo a ella.
Al cabo de una media hora un enfermero la acompañó al despacho del doctor Byron, cuando entró lo encontró sentado en su sillón de cuero ordenando unos papeles.
Buenos días Elizabeth, ¿cómo se ha levantado hoy?, su aspecto es realmente bueno.
Elizabeth lo miró a los ojos y descubrió una sombra en su mirada que la asustó, y al mismo instante supo que no podría fiarse de él.
Debía recordar lo sucedido para saber porque estaba allí y si no lo lograba debía encontrar a alguien que lo supiera y estuviera dispuesto a contárselo.
Pasó la mañana en una agradable sala donde podía pintar y se abandonó al color de las flores y al olor que desprendían las pinturas.
Cuando llegó la hora del almuerzo le volvieron a dar las pastillas que tanto sueño le producían y decidió engañar a la enfermera y simular que las tomaba para luego enterrarlas en una planta que había en el hall.
Los días empezaron a discurrir entre la rutina del hospital y sus recuerdos dormidos.
Uno de los días recordó al ver a una de las enfermeras, Mary una chica menuda y pecosa con una larga trenza de color rojizo a su prima Ashley  y supo a ciencia cierta que ella tenía algo que ver con la situación en la que se encontraba.
Evocó el momento exacto de su traslado a la mansión Somerset para vivir con ellos tras la muerte de su tío Staton y como siempre estuvo furiosa y enfadada con ella por la posición que había logrado y por tener un marido tan atento como Richard. Cada vez que tenía la oportunidad, coqueteaba con él sin ningún pudor, varias fueron las veces que tuvo que recriminarla por comportarse así.
Aquella noche después de la cena se durmió pronto y de madrugada la despertó una pesadilla en la que se encontraba con su prima en el acantilado de Short Bottom , discutían y se acercaban peligrosamente al borde, empezó a unirlo todo y de pronto una luz iluminó su mente y aclaró lo que había pasado.
En la última fiesta del verano, cuando entró en una de las habitaciones a recoger un libro que había prometido a Lady Charlton encontró en la biblioteca a su prima Ashley medio desnuda subida a horcajadas en su marido, ambos se quedaron mudos ante su presencia y cuando los últimos invitados se hubieron marchado, los dos por separado intentaron darle una explicación de lo ocurrido. Ella no quiso saber nada y se encerró en su alcoba a llorar la traición de la que había sido víctima.
Al amanecer se vistió sin la ayuda de su doncella y salió a dar un paseo por el acantilado, necesitaba decidir lo que iba hacer.
Durante el trayecto notó que alguien la seguía sigilosamente y cuando decidió volver su rostro para ver quien era, se encontró a su prima mirándola con desprecio.
-¡Maldita seas Elizabeth ! Te odio, te odio como no he odiado nunca a nadie, ¿porqué has tenido que estropearlo todo?
El estaba dispuesto a dejarte nos íbamos a marchar lejos de aquí y empezar una nueva vida y tú lo has arruinado todo.
Ahora tendré que solucionar el problema porque el ya no quiere saber nada más de mí, y sólo hay una cosa que puedes hacer, debes morir para que Richard y yo seamos felices de una vez por todas.
Antes de que pudiera reaccionar, Ashley se abalanzó sobre ella e intentó que se cayera por el acantilado, rodaron por el suelo y cuando pensaba que todo estaba perdido Richard apareció de la nada y machacó el cráneo de su prima con una enorme piedra.
No podía olvidar el color de la sangre en el pelo y el rostro de Ashley y pronto sintió que se desvanecía, cuando despertó se encontró en ese maldito hospital donde la había internado su marido con la ayuda del doctor Byron.
Necesitaba contarle su historia a alguien y lo más difícil, necesitaba que la creyera y la ayudara a escapar de allí, entonces viajaría a Londres y lo podría todo en conocimiento de su padre y el le ayudaría a acudir a las autoridades.
Una tarde en el jardín mientras se hacía pasar por una enferma desvalida atiborrada a pastilla vio cerca del parterre de rosas a Thomas, no sabía porque pero ese hombre le inspiraba confianza, tenía una  mirada limpia y siempre la miraba a los ojos y la trataba bien.
Se acercó a él y detrás de un árbol para no ser vista le dijo todo lo que había descubierto y que precisaba de su ayuda para poder escapar o poner al tanto de todo lo ocurrido a su padre, al final decidieron que le haría llegar papel y pluma para que pudiera escribir a su padre y  el próximo día libre que tuviera le haría llegar la carta.
Pasaron los días y una tarde mientras contemplaba la puesta de sol vio entrar a su padre con otro caballero, corrió a su encuentro y cuando la abrazó supo por fin que su pesadilla había terminado.