miércoles, 26 de marzo de 2014

Una nueva oportunidad.


Sentado en la arena,  Alvaro se dejaba mecer por el sonido de las olas mientras miraba el horizonte y los recuerdos se agolpaban en su cabeza sin poder evitarlo.
Como la echaba de menos, todavía tenía impregnado en su cuerpo el olor de su pelo, su mirada limpia le perseguía, su voz aún le arrullaba palabras de amor al oído en la soledad de su casa, una casa que se había convertido en un lugar sombrío sin su risa, sin su presencia. No se explicaba como había podido perder al amor de su vida, como no se dio cuenta de que se estaba alejando, que ya no disfrutaban juntos, que cada vez  se oían  más sus largos silencios.
¿Como no notó que ella empezaba a ilusionarse de nuevo, que ya no le reprochaba sus ausencias, que ya no le importaba que llegara tarde?

Aquella noche cuando regresó a casa después de un tedioso día, esperando encontrarla como siempre, sólo encontró un enorme vacío y una simple carta en la que ella le explicaba  que se marchaba, que había vuelto a enamorarse, que fuese feliz y que rehiciera su vida.
Alvaro la buscó incrédulo por toda la casa, luego llamó a familiares y amigos y nadie sabía nada, se había marchado sin avisar a nadie.
Lloró de rabia, de impotencia, por haberse encerrado en su mundo y haberla dejado a un lado, empezó a preguntarse cuando había empezado a perderla, que había hecho mal, cuando cambiaron las cosas.
Entonces pensó en él, en el hombre que había logrado enamorarla, en aquel que había sido capaz de hacerla olvidar los años vividos juntos, ¿a quién habría conocido Sonia en los últimos meses? quizás fuese un compañero de trabajo, algún nuevo médico o enfermero. 
 El sonido del teléfono lo despertó de sus teorías, y se sobresaltó al comprobar que era Mario, su hermano, con quien por cierto no había podido hablar aún. Descolgó y la  voz de su hermano mayor lo puso en alerta, lo conocía muy bien y algo le pasaba, su voz casi se perdía en la distancia y su nerviosismo era patente había ocurrido algo grave, de eso estaba seguro.
Mario con la voz temblorosa le contó que Sonia había tenido un accidente de tráfico y estaba hospitalizada muy grave en el Hospital de la Fe de Valencia.
Alvaro apenas pudo reaccionar, sólo pudo decirle que allí se veían que le esperase en la puerta de urgencias y que no avisase a nadie hasta que el llegase.
En el trayecto hasta el Hospital se le pasaron mil cosas por la cabeza, pero sólo rogaba una y otra vez que estuviera bien, que fuera lo que fuese lo que había pasado que todo tendría solución si ella le daba otra oportunidad, pero para eso necesitaba que ella estuviera bien.
Cuando llegó al Hospital y vio a Mario de pronto lo entendió todo, cuando lo miró a los ojos y vio las lágrimas que asomaban en ellos, y la camisa manchada de sangre, no tuvo que preguntar nada más, él era el hombre que le había robado el amor de Sonia, él era el que iba con ella en el coche.
Pero ¿cómo era posible? ¿cómo su hermano había sido capaz de hacerle eso a él?, nunca lo hubiera imaginado, ni en un millón de años, ¿cómo había sido capaz de traicionarlo de esa manera?, ¿desde cuando?, ¿por qué?
Cuando se acercó a él lo primero que hizo fue darle un puñetazo que lo tiró al suelo, y allí lo dejó mientras el entró para informarse sobre el estado de su mujer.
El médico que habló con él le dijo que estaba muy grave, lo habían intentado todo, la habían operado de un coágulo en la cabeza, pero ahora había entrado en coma y sólo cabía esperar, sólo el tiempo podría decir si despertaría de él y si tendría secuelas. Había que ponerse en lo peor, pero también tenía a su favor que era joven, y no tenía ninguna enfermedad grave antes del accidente, además que el embarazo siguiese su curso y el feto no hubiera sufrido daños, ya era un milagro.
Alvaro lo miró aturdido y extrañado, ¿embarazo, qué embarazo?
El médico le informó de que Sonia estaba embarazada de cuatro meses.
Pidió verla, pero el médico le dijo que por el momento era imposible, que estaba en cuidados intensivos y que hasta la mañana siguiente no podría verla, pero que avisase a sus padres y familiares porque la situación era crítica.
Salió de urgencias, y el aire de la noche lo abofeteó y lo despertó en parte de la pesadilla que estaba viviendo.
Mario se acercó a él y entonces Alvaro le dijo:
No quiero tener que dar explicaciones así que haz el favor de no decir nada. 
Cuando Sonia despierte ya hablaremos y por cierto, no quiero verte por aquí nunca más, aléjate de aquí si no quieres que pierda los estribos y te mate maldito cabrón.
Las semanas empezaron a pasar y Sonia no despertaba, Alvaro la visitaba a diario, le leía, le cogía la mano, le hablaba y le contaba cuanto la quería y que tenía que ponerse bien porque pronto el niño que esperaban la necesitaría a tiempo completo.
Aveces caía en el desánimo, cuando llegaba a casa y la encontraba tan vacía, se tomaba una copa de vino y otra hasta que así caía en la cama ebrio, anestesiando el dolor que le producía la perdida de Sonia, y la traición de Mario.
Mario había intentado hablar con él y explicarle, pero él no lo había consentido, no quería explicaciones sólo quería que todo volviera a ser como antes, y eso era hoy por hoy imposible.
El tiempo parecía correr en su contra, pero una tarde del mes de Abril, Sonia abrió los ojos y le apretó la mano.
Al principio no recordaba nada, ni el accidente, ni su embarazo, pero poco al poco fue amueblando su mente con recuerdos sueltos hasta que un día que Alvaro no hubiera querido que llegara le preguntó por Mario, y le pidió verlo.
Le pidió perdón a Alvaro pero le dijo que no podía negarle a su corazón lo que sentía y que aunque le agradecería siempre lo que había hecho por ella, no podía negarse una nueva oportunidad con el hombre que amaba, y ese hombre era Mario, sabía que tendrían que dar muchas explicaciones y enfrentarse a muchos comentarios malintencionados pero estaba dispuesta a todo y sólo quería saber si Mario también.
Alvaro llamó a su hermano con el corazón destrozado y se alejó de la vida de ambos para sumirse en la desesperación más profunda.
Supo por familiares y amigos que Sonia había salido ya del hospital, que había tenido una niña y que ahora vivía con Mario en Barcelona, al parecer todo les iba bien.
Se levantó de la arena decidido a dejar de lamentarse y a intentar coger las riendas de su vida de nuevo, de todas formas la vida seguía y no podía dejarse morir,  tendría que luchar y aprender a vivir con ello.
   
                                 








domingo, 23 de marzo de 2014

Te estuve esperando

Bajo la luz de una farola en un callejón de una Salamanca convulsa, un veintinueve de julio de mil novecientos treinta y seis, escondida esperaba una joven de pelo largo y negro con una maleta de cartón en los pies y un nudo en la garganta, mientras las horas pasaban inexorables con el ruido de las balas de fondo. Al fin llorando amargamente volvió a coger su maleta y se encaminó a la casa de sus padres de la que había escapado a media tarde.

Martín García era un joven maestro de la República, había estudiado Magisterio por vocación, pensaba que el hombre solo sería completamente libre con una buena educación, un pueblo analfabeto no podía luchar contra un capitalismo culto y  que la palabra era una de las armas más fuertes de la clase obrera, sólo con ella sería capaz de enfrentarse a la tiranía de la clase opresora. Era progresista por convencimiento, por ideales y solidaridad con los trabajadores oprimidos durante tanto tiempo, y porque creía en la igualdad entre todos los seres humanos.

Pilar sin embargo era una señorita, hija de un médico militar, la segunda de cinco hermanos, díscola y atrevida para el gusto de su católica madre y de su severo padre, era sencilla, inquieta, inteligente y culta y sobre todo muy extrovertida para una chica de posibles, según su madre no encontraría marido nunca, era demasiado indomable e incorregible, a no ser que encontrara un chico con mano dura que la metiera en vereda, algo que ella sabía que no iba ocurrir, no iba a pasar del yugo de su padre al de un marido, de eso ni hablar.

Por eso cuando conoció a Martín una tarde cuando salía del cine con unas amigas, este le rompió los esquemas en sólo unas horas, oyéndolo hablar se dio cuenta en seguida de que no todos los hombres eran iguales, que no todos buscaban una esposa sumisa y lo más tonta posible para que no cuestionaran nada de lo que ellos decidieran. A Martín se le llenaba la boca de igualdad entre ricos y pobres, hombres y mujeres, educación libre y gratuita, sueldos dignos, horas de trabajo reguladas etc........., y para Pilar encerrada en una vida anodina, rutinaria, de misa diaria, de silencios y miedos establecidos, se abrió un mundo nuevo desconocido para ella en el que la trataban como una igual, en la que sus propuestas eran oídas con interés, en la que sus ideas eran tomadas en consideración como las que mas.
Por eso empezó a mentir en casa, para poder ver a Martín a menudo, aunque había semanas en las que les resultaba imposible verse, hasta que ante la sorpresa de todos empezó a ir a misa diariamente, a las ocho de la mañana acudía a misa sola o con una de sus hermanas menores, y allí tras uno de los pilares de piedra, la esperaba a diario Martín, ávido de verla, de rozarle las manos un instante y de robarle un beso muy de tarde en tarde, siempre con miedos furtivos, con ojos de amantes precavidos pues se jugaban mucho, sobre todo ella.
El tiempo fue pasando y ambos decidieron que no podían seguir esperando, Pilar cumplía la mayoría de edad a finales de junio y se pusieron como fecha límite para huir  juntos , y disfrutar del amor que se profesaban en secreto en otra ciudad , el mes de julio del año en curso, mil novecientos treinta y seis.
El día veintinueve, lo tenían todo preparado, las clases se habían suspendido por lo que Martín tenía todo el día para organizar su huida con Pilar, ya lo habían hablado, se irían a Francia, con la guerra recién iniciada, aún podrían cruzar la frontera, antes se casarían y marcharían  como marido y mujer.
Martín le aconsejo a Pilar que aquella mañana no saliera de su casa  hasta la hora prevista, él haría lo  mismo así evitarían a los grupos que ocupaban las calles con armas incautando coches y todo lo de valor y arrestando y asesinando a todo aquel que les resultase sospechoso.
Pero a media mañana decidió comprar tabaco y acercarse a la casa del pueblo a ver a unos conocidos, ellos les explicarían como estaba la situación y si el golpe estaba siendo secundado por todos los militares de su ciudad  o sólo por unos pocos, ya que la información que llegaba era confusa.
Cuando cruzó la calle se dio cuenta que acababa de meterse en la boca del lobo, empezó a sudar de forma excesiva y notó un nudo en la boca del estómago ante el peligro ante el que se enfrentaba, pero ya era demasiado tarde para darse la vuelta sin llamar la atención, un grupo de militares ocupaba parte de la puerta, mientras se oían voces y algún que otro tiro dentro de la casa. Aceleró el paso,  y cuando ya pensaba que no habían reparado en él por el tumulto que había, un joven imberbe de unos diecisiete años, lo increpó:
Oye tú ¿donde crees que vas?, Dame tu documentación.
Martín sacó su documentación y se la dio despacio al muchacho que ya estaba rodeado de otros, que decían conocerlo que era un maestro rojo y que  lo que había que hacer era descerrajarle un tiro, entonces el cabo al mando intentó poner orden cuando uno de los jóvenes, le dio un culatazo en la cara y le rompió el pómulo. El cabo ordenó que lo detuvieran y lo llevaran a la cárcel hasta que el juez decidiera.
Acabó en la cárcel con una buena paliza , le dolían todos los huesos, pero bastante menos que el alma por haber dejado a Pilar esperando y sin poder darle una explicación. ¿Qué habría pensado ella? ¿Habría vuelto a su casa, la habrían descubierto su padres? Lo que daría por tener noticias suyas.
Después de la desesperación su mente empezó a pensar que ocurría con el, según había constatado en carne propia estos energúmenos no se andaban con chiquitas, y no las tenía todas consigo de llegar vivo al juicio si es que se llegaba a celebrar. Los días pasaban entre el hacinamiento de la prisión de Salamanca, y la rutina diaria, de vez en cuando se llevaban al un grupo nutrido de presos, según los guardias los trasladaban a Burgos o a Valladolid, pero luego sabrían que eran fusilados la mayoría en el monte de la Orbada.
Al final se celebró el juicio y fue condenado a cadena perpetua por "Adhesión a la Rebelión".
Después de acabar la guerra, fue trasladado a varias cárceles y al final en el año cuarenta y nueve fue puesto en libertad según supo por mediación de un concejal del ayuntamiento, cuñado de su hermana.
En los años de presidio no dejó de pensar en Pilar ni un sólo segundo, pero cuando recobró la libertad, decidió no buscarla, no le traería nada más que problemas y seguramente ella tendría una vida, un marido, una familia, y él no tenía nada que ofrecerle, ni siquiera tenía trabajo.
Se fue a vivir a León, con unos tíos que le ofrecieron su casa y a través de ellos encontró trabajo en una librería del centro, un lugar que lo enamoró desde que entró en ella la primera vez, el olor de los libros, las estanterías atestadas de volúmenes sin clasificar, el desorden mágico y sobre todo la sabiduría y la amabilidad de su dueña, la señora Dolores, hicieron que se sintiera como en casa desde el principio.
Pilar aquella noche volvió a su casa sin que nadie descubriera sus intenciones, nadie se percató de que iba a huir y de que se había llevado sus cosas, ya que la maleta la dejó en casa de su amiga Marita, después de contarle una mentira piadosa y decirle que se la guardara hasta el día siguiente.
La noche la pasó en blanco, pero por la mañana y en las semanas siguientes intentó localizar algún rastro de Martín sin éxito.
Pasados unos meses se dio por vencida y como no podía quedarse en casa si hacer nada, decidió hablar con su padre para ayudar como voluntaria en el Hospital, y durante la guerra se dedicó a eso, a ayudar como enfermera, con la presión continua de su madre para que encontrara un buen partido porque ya tenía una edad y se quedaría para vestir santos. En el año mil novecientos cuarenta, su padre murió de un infarto fulminante, la pena que supuso la muerte de dos de sus hijos en la contienda dejó su salud resentida hasta que su corazón se paró una noche mientras dormía. Entonces ella tomó la decisión de sacar adelante a su madre y a sus hermanas pequeñas, se hizo con las riendas de la casa, y empezó a trabajar en la clínica de un amigo de su padre como recepcionista.
Luchó para que sus hermanas estudiaran y ella misma se matriculó en la universidad aunque solo podía acudir por las tardes cuando su trabajo se lo permitía. Pasados unos años consiguió el titulo de matrona y empezó a trabajar en un hospital.
Martín por su parte terminó acostumbrándose a la dulzura y la inteligencia de Dolores y pasados dos años desde que empezó a trabajar en la librería se casaron, ella era viuda de guerra, y tuvieron dos hijos Martín y Lola.
Los años pasaron y Martín se convirtió en abuelo, ahora sonreía al recordar la primera vez que tuvo a Pilar entre los brazos, tan morenita como su madre y con una fuerza al llorar que hacía prever que sería una niña fuerte y decidida.
Ahora sentado junto a ella mientras tomaban un café, Pilar sacó su vena periodística y le preguntó a su abuelo por su pasado, por su juventud, por como lo había pasado en la guerra, si había tenido alguna novia antes que la abuela Dolores, y entonces sonriendo, él la miró a los ojos y le dijo, que sí que había tenido una novia que se llamaba Pilar como ella, y que iban a huir juntos el día que lo detuvieron.
Pilar se quedó sorprendida por la historia y le preguntó: ¿nunca más supiste de ella? ¿Te gustaría saber si aún vive y volver a verla? Martín pensó durante un instante si estaría faltando a la memoria de su fallecida esposa, pero después de unos minutos pensó que a Dolores no le hubiera molestado en absoluto, ella sabía que la amaba y que no hubo mientras estuvieron juntos otra mujer en su pensamiento. Así que mirando a su nieta, le dijo el nombre y los apellidos de su amor de juventud, así como los datos que recordaba, su dirección, el nombre de sus padres, los hermanos que tenía etc, y le recomendó que no se hiciese muchas ilusiones, los años  pasan para todos y podría estar muerta o .........
Pilar lo dejó en casa pensativo y se marchó decidida a dar con la mujer que marcó la juventud de su abuelo.
Las semanas pasaron y Pilar empezó a tirar de un hilo hasta que dio con el paradero de la otra Pilar, seguía viviendo en Salamanca y ahora estaba jubilada y vivía con una sobrina en un piso del centro.
Se puso en contacto con ella y le explicó quien era, cuando lo supo quedaron en verse y decidir como preparar un encuentro entre ella y Martín.
Ella le explicó que su abuelo había enviudado hacía tres años y Pilar le dijo que no tenía a nadie, nunca se casó ya que no consiguió olvidar totalmente a Martín y decidió vivir sola cuidando de su madre y de sus hermanas hasta que estas se casaron.
El encuentro se produjo en una coqueta cafetería del centro de Salamanca, Martín, no conocía las intenciones de su nieta con ese viaje, solo le dijo que le haría un favor si la acompañaba a Salamanca a recoger una documentación para el trabajo, que no le apetecía ir sola, así el le serviría de acompañante y ella lo invitaría a comer.
Por agradar a su nieta preferida accedió, y no sospechó nada cuando entraron en una cafetería para tomar un café y ella se acercó a una mesa donde una mujer los estaba esperando, la mujer lo miró a los ojos y con una sonrisa imposible de olvidar le dijo: "Te estuve esperando", y entonces cogiéndose de las manos, se silenciaron las palabras y hablaron las emociones contenidas durante tantos años ante la atenta mirada de su nieta que fue alejándose de ellos hasta dejarlos solos. Solos después de tanto tiempo.
   

                                     


miércoles, 19 de marzo de 2014

El color de su piel.

Lujuria, eso es lo que vio Mandy en los ojos del desconocido que la besó en la fiesta de disfraces que había organizado su amiga Olivia, pero después de aquello, lo buscó durante toda la noche y fue incapaz de encontrarlo, el misterioso hombre que la besó tan apasionadamente había desaparecido bajo su antifaz, y ella no sabía ni su nombre.
Que situación tan absurda pensó, para un hombre que le había hecho estremecerse tras tanto patán resulta que lo había dejado escapar. Cuando se lo contara a su hermana no se lo creería.
Mandy tenía una hermana llamada Charlene, era dos años menor que ella y era la típica señorita bien del sur, el ojito derecho del señor Peterson, su padre. Hacendosa, piadosa y amante de la música, todo lo contrario a ella, valiente, luchadora, independiente y demasiado inteligente para el gusto de la época. 
Charlene se había comprometido hacia dos meses con el hijo de un rico banquero de Alabama, un pedante llamado Duncan, al que Mandy no podía ni ver, era guapo, eso no podía negarse, pero era un pusilánime sin sangre, incapaz de reír o ser natural ni siquiera un segundo.
No entendía que había visto su hermana en él, pero claro pensándolo bien, era el hombre que ella necesitaba, un rico adinerado que le daría todos los caprichos y que sería feliz haciéndola la madre de sus hijos, los dos compartían la simpleza en sus ideas o eso creía ella.
Lo que Mandy no podía imaginar era que en poco tiempo, el soso de Duncan le daría una desagradable sorpresa.
La primavera empezaba a teñir los campos de flores y la plantaciones presentaban un verdor maravilloso. El calor empezaba a hacerse latente y Mandy tomaba una limonada en el porche de detrás de la casa, mientras leía un libro, de pronto oyó un ruido y cuando levantó la cabeza se encontró con la mirada más bella que había visto nunca, sus ojos negros tenían un brillo y una luz que la dejaron sin habla, cuando se recompuso dejó de mirar a ese hombre a los ojos y le pregunto: ¿quién eres, qué haces aquí? ¿Buscas a alguien?
El chico la miró altivo y le contesto que se llamaba Jesse que venía de la plantación de los Taylor y buscaba al señor Peterson para darle un recado de su amo.
Mandy se levantó presurosa de las escaleras del porche y acompañó al muchacho a la puerta trasera para decir a Morgan, el mayordomo, que avisara a su padre de que tenía una visita.
Se despidió de el y volvió a enfrascarse en su lectura, aunque cuando volvió a sentarse en las escaleras, aún seguía pensando en esos ojos negros , tan profundos y enigmáticos como la noche.
Cuando volvía a estar enfrascada en la lectura, en la historia maravillosa de una señorita enamorada de un conde sin escrúpulos, se vio interrumpida nuevamente por Jesse, que se despidió  de ella y le dio las gracias por haberlo ayudado.
Las tardes se iban alargando y cada vez anochecía más tarde, eso le daba a Mandy la oportunidad de pasear después de la cena por la plantación a pesar de que a sus padres no les hacía gracia la idea de que paseara sola y que se acercara en demasía a la zona de los esclavos, pero lo que ellos no sabían era que Mandy era una más, desde pequeña se había relacionado con ellos a espaldas de sus padres  y consideraba a muchos verdaderos amigos, como su amiga Cynthia y su hermano menor  Gregor. Ella acudía a diario a verlos y encontró un momentito al día para enseñarlos a leer y a escribir, y ahora estos hacían lo mismo con sus amigos en la plantación, siempre escondidos con miedo a ser descubiertos por el capataz o por los amos.
En uno de esos paseos nocturnos oyó un ruido detrás de ella, y se asustó, estaba lejos de la casa  y de los barracones de los esclavos, cuando se volvió para mirar que era, alguien la empujó y la tiró al suelo, intentó zafarse, pero el individuo estaba encima de ella y  pesaba demasiado, la besó, le mordió los labios y a Mandy empezaron a fallarle las fuerzas para liberarse del aprisionamiento a la que la tenía sometida el desconocido, de pronto lo miró a los ojos y reconoció los mismo ojos de la fiesta, del hombre que la había besado, y en ese momento sintió miedo, mucho miedo. Cuando se veía perdida, de la oscuridad salió un esclavo al que no reconoció, golpeó al individuo que la aprisionaba y consiguió que saliera huyendo mientras lo maldecía y le amenazaba.
Con dulzura la ayudó a levantarse, y le preguntó ¿se encuentra bien señorita Mandy?
Entonces ella lo reconoció, era Jesse el chico con el que había hablado hacía unos días en la plantación de su padre, cuando fue a darle un recado.
De pronto empezó a llorar desconsoladamente, Jesse le dio agua e intentó calmarla, ella volvió a perderse en la profundidad de sus ojos y su voz suave hizo mella en ella y empezó a calmarse.
Jesse le pidió permiso para llevarla a la casa, pero Mandy sabía que eso sería ponerlo en peligro, no era hora de que estuviera fuera de su plantación y podría meterse en un lío a pesar de haberla ayudado.
Por eso se despidieron, no sin que antes Mandy le diera un beso de agradecimiento en la mejilla.
Jesse volvió a la plantación de su amo, aturdido y nervioso por lo que había pasado, era la primera vez que una mujer blanca le daba un beso, y no sabía que pensar, aunque lo cierto es que le había gustado le había gustado mucho.
Mandy entró en su casa sin hacer ruido y subió a su habitación donde se cambio de ropa y se metió en la cama, avisando a la doncella de que no se encontraba bien y que se iba a dormir.
Pasaron varias semanas  y Mandy se encontraba nerviosa y triste, además el pusilánime de su cuñado estaba de nuevo en la mansión Peterson, y eso no sabía porqué la incomodaba.
Aquella tarde paseaba por las caballerizas dispuesta a montar a su yegua preferida, y entonces su cuñado la abordó y le dijo que tenían algo pendiente, ella al principio la miró sorprendida pero cuando el se acercó mas le miró a los ojos, y descubrió en ellos a la persona que la besó en la fiesta y que a la vez la había atacado, no podía creérselo, pero de pronto lo comprendió todo, ese estúpido se había atrevido a besarla y la habría forzado si Jesse no se lo hubiera impedido.
El le dijo con ironía ¿veo que no me has olvidado? no te preocupes yo tampoco y sólo quiero terminar lo que dejamos a medias por culpa de ese maldito negro.
Mandy lo abofeteó y lo amenazó con contarselo todo a su padre, fue entonces cuando el la agarró del brazo con fuerza y le dijo que si se le ocurría comentar algo, un negro que ella conocía lo iba a pasar muy pero que muy mal.
Ella se zafó de él y con lágrimas en los ojos salió huyendo de las caballerizas y buscó a su amiga Cynthia, necesitaba que ésta le diera un recado a Jesse, no debía acercarse a la plantación, Duncan quería hacerle daño.
Aquella noche Mandy habló con su amiga y se encontró en secreto en una vieja cabaña abandonada en el bosque con Jesse, sin darse cuenta de que eran espiados por Duncan.
Cuando estuvieron frente a frente, ella no pudo contenerse y se abrazó a su cuello mientras lo miraba fijamente a los ojos, y él apretándola contra su pecho, la besó en los labios con un beso cálido y húmedo. Allí mismo se desnudaron y disfrutaron del deseo que los quemaba desde el mismo día en que se vieron.
Terminaron durmiéndose abrazados, cuando se despertaron ya era demasiado tarde, alguien había dado la voz de alarma y los perros los buscaban.
Se apresuraron a vestirse y cuando iban a salir de la cabaña,el capataz, Duncan y varios hombres más sacaron a Jesse y empezaron a insultarlo y a golpearlo, entonces el Señor Peterson cogió a su hija del brazo y arrastrándola, la sacó de allí y cuando llegaron a la mansión la encerró en su habitación y dio la orden de que nadie le abriera la puerta, pasados cuatro o cinco días su hermana abrió la puerta y entró, y después de insultarla diciendo que como había podido ser tan vulgar y haber caído tan bajo de liarse con un negro, Mandy le contó con todo lujo de detalles todo lo que su prometido Duncan le había hecho, que había sido él quien la había besado en la fiesta y que intentó ultrajarla en las caballerizas  Charlene se puso roja de ira , la insultó y le dijo que todo lo que había dicho era mentira, pero que a partir de ahora ya no tendría de que preocuparse, su prometido y ella iban a casarse y se marcharían de la plantación , y su esclavo ya no sería ningún problema, la misma noche que los descubrieron lo ahorcaron para que sirviera de escarmiento al resto de los esclavos, de lo que les pasaría si se acercaban a una mujer blanca.
Mandy se dobló sobre su cuerpo y sollozó amargamente mientras la desesperación hacía mella en ella, por su amor asesinado y por no saber hasta cuando estaría encerrada entre esas cuatro paredes.
Allí paso dos meses, y transcurridos estos su padre entró un día y le dijo que hiciese el equipaje que se marcharía una temporada con su tía al Norte.
Hizo un viaje espantoso, no paraba de vomitar y creyó que se encontraba enferma, pero cuando llegó a casa de su tía Emily, ésta llamó al doctor y después de examinarla le comunicó que se encontraba encinta. Mandy no podía creérselo, ¿como podía haber pasado con solo una vez? Dios mio que pasaría ahora con ella y con su bebé.
Su tía una mujer moderna para su época y criada en el norte, siempre consideró a todos los hombres iguales, negros o blancos, cuando Mandy le contó lo ocurrido y el triste final de Jesse, ella le animó a tener a su hijo y a buscar un trabajo con el que alimentarlo cuando naciese, podrían decir que era viuda, y cuando naciera el bebé ya verían.
Los meses pasaron y por fin un día de frío invernal, mientras trabajaba en la Biblioteca, rompió aguas y la llevaron al hospital, Mandy rezaba para que todo saliese bien y cuando llegó el momento, la enfermera le comunicó que había tenido una niña preciosa.
La cogió en sus brazos y la besó tiernamente, mientras las lágrimas resbalaban por sus mejillas al acordarse de Jesse y de lo que hubiera disfrutado con ese momento.
La niña crecía día a día, su piel era blanca como la nieve y sus ojos negros y profundos como los de su padre, y fue cuando Mandy se afilió a una asociación para pedir la libertad de los esclavos, y pasaba su tiempo con miembros del partido abolicionista.
Cuando su hija fue mayor le contó quien era su padre y que había pasado y vivió el tiempo suficiente para sufrir la guerra de Secesión y lo que es más importante, para ver la Abolición de la esclavitud. Dedicó el resto de sus días a explicar su historia y a concienciar a las nuevas generaciones de lo importante que era aceptar que todos los hombres y mujeres son iguales, sin importar el color de su piel.


                                   
                                                                     

miércoles, 12 de marzo de 2014

Quien te quiere te quiere libre.

Lágrimas contenidas, recuerdos olvidados en un rincón de mi memoria, en eso se ha convertido mi vida, en un mirar hacia delante sin detenerse, sin pensar en el ayer, viviendo con prisa, haciendo mil cosas a la vez para no pensar, para no volver a vivir mi vida anterior, una vida que no era vida que era una subsistencia atroz, un sobrevivir diario a la barbarie a la que me vi sometida por el que entonces era mi marido.
Me casé muy joven, tenía veinte años y estaba locamente enamorada de Manuel, de su vitalidad, de su chulería, de que me quisiera sólo para él, de sus celos incontrolados que yo justificaba siempre.
Todo empezó poco a poco, me amaba me lo decía siempre, no podría vivir sin mí se moriría si lo dejaba. Fue alejándome poco a poco de mi entorno, le molestaba que hablara con chicos, que saliera con mis amigas, ¿que iba hacer sin él?, no podía entender que me lo pasara bien con otra gente. Me prohibió ver a mi madre, pues decía que era muy liberal, que se había divorciado de mi padre porque no había sabido entender a su hombre, que solo ella era la culpable del divorcio que entendía que mi padre no la aguantase.
Mi madre ya me puso sobre aviso, me lo dijo bien clarito, Clara ese hombre no te conviene, quien te quiere, te quiere libre, no eres su posesión, te está anulando, pero no hay más ciego que el que no quiere ver y tú no quieres.
Recuerdo como si fuera ayer, la primera vez que me pegó, había cocinado arroz, y como él tardó en llegar cuando nos sentamos a comer le recriminé que no estuviera bueno, que se había pasado. Sin mediar palabra se levantó como un loco, y gritándome tiró el plato al suelo, me cogió del pelo, y tras pegarme un puñetazo que me dejó sin respiración, me hizo recoger los trozos mientras me decía que era una inútil, que no servía para nada, que cada día me parecía más a mi madre, pero que ya se encargaría él de ayudarme a cambiar.
Yo me encerré en mi habitación y me puse a llorar desconsoladamente no entendía que había pasado, entonces él empezó a llamar a la puerta y a pedirme perdón,  a decirme que lo sentía que nunca más volvería a pasar, que no sabía porqué había actuado así, que me quería, que me quería más que a nadie en el mundo.
No pensaba abrir la puerta, pero su llanto ahogado, me ablandó el corazón y le abrí. Cuando entró se arrodilló ante mí, me pidió otra vez perdón, me dijo que no me preocupara que el me curaría. Aquella noche dormimos abrazados y al día siguiente apareció con un ramo de flores maravilloso.
Pensé entonces que había tenido un mal día que no se volvería a repetir lo ocurrido, que me quería, que era el Manuel de siempre, pero la calma duró poco, a las dos semanas volvió a pegarme, pero esta vez fue mucho más grave, me rompió un brazo y cuando fuimos al hospital tuve que mentir diciendo que me había caído. Pronto los insultos y los golpes se convirtieron en mis compañeros de viaje, no había día en que no recibiera uno u otro o los dos.
Dejé de salir, de arreglarme, y eso aún le enfurecía más, y en una de esas noches en las que me obligó a mantener sexo con él, me quedé embarazada.
Cuando lo supe me quise morir, pero uno no muere cuando quiere, luego pensé que si se lo decía a lo mejor recapacitaba y volvía a ser el hombre que me había enamorado.
Cuando se lo dije, pareció encantado, por fin algo suyo de verdad, pero después de la novedad volvió a las andadas.
El día que ya embarazada de dos meses me dio un empujón y una bofetada, juré que sería la última, que mi hijo no viviría eso.
A la mañana siguiente cuando se fue a trabajar, cogí dinero, algo de ropa y me fui al aeropuerto a coger un avión.
Por la tarde estaba en Canarias, en casa de una prima que me acogió cuando le conté mi problema.
Lo denuncié y me costó muchos años dejar de mirar atrás, de vigilar que nadie me siguiera, estaba convencida de que vendría a por mí y a por mi hija, pero cuando se enteró que había tenido una niña, se desentendió por completo de ambas. Al tiempo me enteré que había encontrado a otra pobre ilusa y que estaba viviendo con ella.
Yo por mi parte tardé en recuperar mi autoestima, mi alegría de vivir, pero el tiempo si no lo cura todo, por lo menos lo calma, eso y el que apareciera en mi vida un hombre con mayúsculas, que me amaba, respetaba y mimaba  hizo que rehiciera mi vida y formara una familia maravillosa lejos de la pesadilla que un ser sin escrúpulos me hizo vivir.




                                                       

sábado, 8 de marzo de 2014

Velada de chicas.

La luna llena estaba en lo alto del cielo aquella noche, alumbraba con su resplandor el camino del lago y en la orilla, acampaban Daniela y sus amigas, habían decidido organizar una velada de chicas para celebrar su graduación.
Susy, Helem, Amanda, Victoria y ella habían sido inseparables durante todo el instituto y les apenaba tener que despedirse para ir a la universidad, además cada una iba a ir a una distinta, solo Daniela y Amanda irían a la misma.
Tras cenar y tomar algunas copas decidieron darse un baño en el lago, se quitaron la ropa y la luz de la luna bañó sus jóvenes cuerpos desnudos. Se adentraron en el lago sin sospechar que eran espiadas en sus juegos y bromas. Pasado un rato Helem anunció que se salía del agua, que empezaba a tener frío, se secó y se sentó al lado del fuego para entrar en calor mientras oía las voces y las risas de sus compañeras. Volvió la cabeza al oír  el crujido de una rama seca al romperse, y antes de darse cuenta, una mano le tapó la boca y la arrastró detrás de los árboles, Robert ahogó su grito con un beso, y cogiéndola la dejó caer entre la hierba, se quitó la ropa y la penetró violentamente, jadeando y sudorosos ambos llegaron al orgasmo y fue entonces cuando ella le apremió para que se vistiese y se fuese, si alguien los veía y se lo decía a Daniela, se liaría una buena, y no tenía ganas de enfrentarse a ella.
Robert obediente se vistió y se marchó sin hacer ruido, cuando Helem recobró el aliento volvió al lado de la hoguera mientras el resto de las chicas seguía en el agua. Al rato todas salieron, se sentaron con ella y conversaron de sus planes en la universidad, Daniela comentó triste que extrañaría a sus padres, y sobre todo a Robert, pero que nada ni nadie la haría cambiar sobre su decisión de ser periodista, si la quería la esperaría.
Helem le dijo que el tiempo y la distancia no eran buenos para mantener viva una relación y que Robert era un chico muy apuesto al que no le faltarían candidatas para hacer que la olvidara, las demás chicas apoyaron a Daniela y le dijeron que si de verdad la amaba, lucharía por estar con ella, podría encontrar trabajo cerca del campus y así se verían casi a diario.
El sueño terminó venciéndolas y se fueron a dormir a la tienda de campaña.
A la mañana siguiente, Amanda se despertó temprano y salió de la tienda sin hacer ruido, se vistió en el coche y se acercó al lago a asearse, cuando se reflejó en la orilla, la visión de un cuerpo flotando en el agua hizo que lanzara un grito aterrador, cayó de rodillas llorando y al momento salieron todas las chicas de la tienda, todas menos Daniela, cuando se volvieron a buscarla, descubrieron con estupor que el cuerpo del lago era el de ella, y que tenía el  rostro cubierto de sangre.
Entre sollozos llamaron a la policía de Nevada, y al cabo de un rato, varios coches se personaron en el lugar.
De uno de los coches bajó el inspector Paul, un guapo joven de unos treinta años, vecino de la zona que había sido destinado a la comarca hacía algo menos de un año.
Empezaron los interrogatorios y recogieron pruebas de la escena del crimen, esperaron que llegara el forense y sacaron a Daniela del lago, ya en la orilla pudieron comprobar que tenía un fuerte golpe en la cabeza.
Los agentes terminaron su trabajo y se llevaron el cuerpo de Daniela para hacerle la autopsia, mientras sus amigas desoladas aún se preguntaban que podía haber pasado, como ninguna oyó como salía de la tienda en mitad de la noche y como no oyeron ningún ruido que revelase lo que estaba pasando, todas llegaron a la conclusión de que el alcohol que habían tomado les había pasado factura.
Paul dejó que las chicas se fuesen a casa y decidió seguir con los interrogatorios más adelante, ahora lo que urgía era ir a casa de la chica y comunicarle a sus padres lo sucedido, un trago amargo que no le gustaba en absoluto, además conocía a la familia Paterson desde que llegó al pueblo, el padre era el dueño de una tienda de comestibles que estaba situada en el centro y su esposa le ayudaba en el negocio, además de Daniela, tenían otro hijo mayor llamado James, que trabajaba en el taller mecánico, un chico sin ambiciones y algo problemático, todo lo contrario a su hermana fallecida.
Cuando entró en la tienda, encontró a Mary atendiendo a una clienta, en cuanto lo vio supo que había pasado algo, entonces Paul y su ayudante se acercaron a ella y le comunicaron la desgracia, Tom salió del almacén al oír los sollozos de su esposa y se abrazó a ella intentando consolarla.
Los días pasaban cansinos y monótonos como el verano, el calor hacía que parte del día las calles estuviesen desiertas y la policía seguía sin una pista cierta a cerca del asesino de la joven Daniela.
Los resultados de la autopsia, revelaron que la causa de la muerte, fue el golpe de la cabeza, pero que antes, había sido salvajemente violada y golpeada, y los restos de A.D.N. señalaban a más de un individuo.
Unas tarde del mes de agosto, llegó a la oficina de policía un sobre a nombre del inspector Paul, y ante su asombro encontró una carta en la que le informaban que la amiga de la chica asesinada y el novio de ésta, la engañaban.
Volvieron los interrogatorios y los registros, pero todo fue inútil, ambos confesaron que sí, que habían mantenido relaciones pero nada pudo probar que estuvieran relacionados con el asesinato, pero entonces Helem recordó una conversación entre James y uno de sus amigotes el día del entierro de Daniela, su hermano con voz temblorosa le decía a Michael que nunca podría perdonárselo, que todavía no sabía como había podido ocurrir.
La policía centró sus pesquisas en seguir a James y a su círculo de amigos, y  no tardaron en comprobar las malas compañías del muchacho, las drogas el alcohol y las apuestas, eran sus compañeras de viaje.
Por fin una mañana detuvieron a James y tras un duro interrogatorio, terminó derrumbándose, confesó que aquella tarde había discutido con Daniela porque ella le había dicho que no lo encubriría más que tenía que dejar de jugar y de consumir drogas o se lo diría todo a sus padres y lo ingresarían en un centro.
Aquella noche estuvo con Michael y con Jordan, bebieron y se drogaron y cogieron el coche para refrescarse en el lago ya de madrugada.
En medio del bosque se encontraron con Daniela que había salido de la tienda a beber agua, y al verlos empezó a discutir de nuevo con su hermano y con sus amigos, Jordan le tapó la boca para que no despertara al resto, y la arrastraron hasta la camioneta de Michael, allí, James perdió el conocimiento y Jordan y Michael violaron repetidamente a la chica y la golpearon, cuando terminaron decidieron que no podían dejarla con vida ya que los delataría, y la golpearon en la cabeza con una gran piedra, tras lo cual la lanzaron al lago y se marcharon, dejando a James allí tirado.
A la mañana siguiente James se despertó sin saber lo que realmente había ocurrido cuando oyó los gritos de Amanda, salió como pudo del bosque y se metió en su casa, cuando lo supo todo, las amenazas y el miedo no lo dejaron contar la verdad.
Paul horrorizado por lo que tendría que sufrir otra vez la familia Paterson al saber la verdad, ordenó detener a Michael y a Jordan, aunque el último se había marchado del pueblo unas semanas después del asesinato y tendrían que ordenar su busca y captura, y encerró a James en una de las celdas, hasta que lo trasladaran a la prisión del Estado, cuando fueron a recogerlo lo encontraron muerto, todavía hoy no se ha descubierto que lo mató, si  la culpa , el remordimiento o alguien que se vengó desde el más allá.....................

               





jueves, 6 de marzo de 2014

El joven aprendíz

La noche olía azahar y hierbabuena, las estrechas callejuelas del pueblo estaban empedradas con cantos rodados de río, desprendían un aroma antiguo de leyendas de enamorados, de cruce de culturas de mezcla de religiones: musulmana, cristiana, judía....
Parecía oírse a lo lejos el murmullo de los comerciantes que vendían sus mercancías y sus vidas a quienes quisieran prestarles atención. Se mezclaba con las coloridas ropas de las mujeres que comerciaban con su cuerpo por unas monedas, con el ruido incesante de un martillo en la herrería, con el crepitar del fuego, con el olor a alcohol en las tabernas donde los miembros de los gremios, bebían sus penas y celebraban sus glorias.
En ese mundo vivía Fernando, un aprendiz de herrero, cuya madre lo abandonó cuando nació en el Convento de San Bruno, criado desde pequeño por los monjes, decidió que su vocación no era la de servir a Dios, y el hermano Damián conocedor de sus deseos, pronto le buscó un oficio en el que se pudiera ganar la vida honradamente, aunque gracias a su infancia podría aspirar a mucho más, ya que entre maitines y cánticos también había aprendido a leer y a escribir, así como a resolver problemas matemáticos.
El tiempo pasaba lentamente en la herrería, todos los días lo mismo, pero un día se presentó en la herrería un caballero cristiano, algo inusual ya que siempre mandaban a sus sirvientes, pero este caballero, de gran porte, preguntó por el maestro herrero ya que le urgía hablar con él, su caballo, al que amaba casi más que a su esposa había perdido una herradura y necesitaba ser herrado de inmediato para seguir  camino hacia sus tierras.
Pedro ordenó al joven Fernando que atendiera al caballero, Don Alfonso de Benalúa, y éste se esmeró todo lo que pudo en herrar al hermoso caballo, tanto fue así que Don Alfonso satisfecho le comentó que si quería un trabajo en sus cuadras cuidando a los animales, necesitaba a alguien de confianza pues su encargado de las caballerizas era ya muy mayor.
Alonso no se lo pensó mucho pues nada lo ataba allí, y después de despedirse del herrero, hizo lo mismo con el padre Damián y se dispuso a seguir a don Alfonso hasta sus tierras.
Después de varios días de viaje, por fin llegaron al Castillo de Benalúa, una fortificación que dejó impresionado a nuestro joven amigo.
Era una edificación  de mampostería, con un patio de armas central, edificios perimetrales, las caballerizas, las distintas estancias del castillo y entre ellas diversas torres y la Torre del Homenaje con dos alturas y dos habitaciones.
Cuando conoció a los siervos de las caballerizas, pronto inició amistad  con Julián un joven de su edad que era uno de los recién llegados como él y se ocupaba de la limpieza de las cuadras y que no le faltase comida y agua a los caballos. Pero su diligencia y sabiduría hizo que sólo estuviese en las caballerizas unos meses, para más tarde pasar a la escribanía del castillo por su buen hacer con las letras y los números.
Trabajando en estos menesteres conoció un día a una preciosa joven de pelo dorado, nariz respingona y graciosas pecas, se llamaba Lucía, y era una de las damas de compañía de la señora del Castillo, doña Elvira de Moleón.
Lucía era graciosa y vivaracha además de discreta, se dedicaba a tocar el laúd, bordar y comentar con sus señora y el resto de damiselas sobre la vida en el castillo, pero además era resuelta, inteligente y culta algo no muy común en esa época.
El maestre de armas, acogió bajo su tutela a Fernando y lo instruyó en el arte de la guerra como así se lo había pedido su señor Alfonso, pues había visto en él cualidades para ser un gran escudero en las batallas que estaban por librarse como la que ocurriría contra el Conde de Albox, por un problema de tierras.
Los días transcurrían entre su instrucción , sus paseos y encuentros furtivos con Lucia, con la que cada vez se encontraba más cómodo. Era fantástico oírla hablar, y sobre todo reír, el tiempo se pasaba volando.
Llegó el mes de abril, y todo estaba preparado para la gran batalla que librarían contra su enemigo el Conde de Albox, dentro de una semana partirían para sitiar su castillo.
Una de esas noches, mientras aspiraba el olor  a tomillo y romero , sentado en el suelo al lado de una de las fuentes, Lucía se deslizó lentamente hasta sentarse a su lado. Fernando se sorprendió porque a esa hora nunca se habían visto, ella solía estar ya en sus aposentos, y le preguntó:
¿Lucía, que haces aquí a estas horas, te pasa algo?
Lucía apoyó sus dedos en los labios de Fernando y le susurró que guardase silencio.
Lo cogió de la mano y levantándose, tiró de él por el oscuro pasadizo que daba a su alcoba, entraron rápidamente y una vez dentro Lucía se acercó a Fernando y él la besó apasionadamente. Ella notaba nerviosa su boca en la de él y como su cuerpo se tensaba de placer al sentir el cuerpo de Fernando pegado al suyo, mientras la besaba y acariciaba dulcemente.
En un momento, Fernando se separó de ella y le preguntó: ¿Estás segura Lucía?
sabes que yo te amo, pero partiré pronto y no sé si volveré con vida.
Lucía lo miró a los ojos y le dijo: lo sé Fernando, por eso quiero que esta noche sea única e inolvidable para los dos, entonces él la cogió en sus brazos y la dejó suavemente en la cama, entre besos y caricias, la desnudó y se quedó un rato contemplándola, después se desnudó él y empezó a recorrer el cuerpo de su amada con los labios, ella perdió la noción del tiempo y disfrutó de cada momento como si fuera el último...................




lunes, 3 de marzo de 2014

Aparentemente perfecta.

Le miró con esos inmensos ojos azules como el mar, implorándole un poco de amor, un poco de consuelo, y él egoísta, no fue capaz de entenderla. Sólo pensó en su dolor, en su desconsuelo por haber perdido la alegría de vivir, por haber perdido su norte, su mundo inventado.
Ella lloraba en silencio, las lágrimas recorrían su rostro en un camino sin fin, y él la miraba impasible como si no la conociera, como si no conociese a esa mujer a la que había amado hasta la locura, a aquel cuerpo que había  recorrido mil veces en los últimos años. Se volvió insensible a su pena,  y la rabia que había contenido durante tantos meses se desbordó ahora en segundos, arrasando todo lo que encontraba a su paso.
Ella volvió a pedirle perdón una y otra vez, incapaz de expresar como había sucedido, como había podido dejar que algo así le ocurriese, precisamente a ella, a ella que presumía de su relación, de su amor, de su pasión sin límites. ¿Cómo se había dejado embaucar por alguien tan ruin? alguien que después de seducirla, cuando ella decidió abandonarlo, se dedicó a llamar continuamente a su casa, a mandarle email comprometidos, cartas y misivas secretas, junto con ramos de flores y anónimos, hasta que todo llegó a oídos de Carlos y no tuvo más remedio que explicárselo todo. Y entonces todo se derrumbó, toda su seguridad, todo su mundo perfecto se vino abajo, fue cuando se dio cuenta de que no todo era tan sólido en su relación, que su cuento de hadas tenía fisuras, y por ahí empezó a entrar el agua de la indiferencia, de la intolerancia, de la monotonía, el agua que hoy por hoy luchaba por ahogar una vida hasta ahora aparentemente perfecta.