miércoles, 26 de marzo de 2014

Una nueva oportunidad.


Sentado en la arena,  Alvaro se dejaba mecer por el sonido de las olas mientras miraba el horizonte y los recuerdos se agolpaban en su cabeza sin poder evitarlo.
Como la echaba de menos, todavía tenía impregnado en su cuerpo el olor de su pelo, su mirada limpia le perseguía, su voz aún le arrullaba palabras de amor al oído en la soledad de su casa, una casa que se había convertido en un lugar sombrío sin su risa, sin su presencia. No se explicaba como había podido perder al amor de su vida, como no se dio cuenta de que se estaba alejando, que ya no disfrutaban juntos, que cada vez  se oían  más sus largos silencios.
¿Como no notó que ella empezaba a ilusionarse de nuevo, que ya no le reprochaba sus ausencias, que ya no le importaba que llegara tarde?

Aquella noche cuando regresó a casa después de un tedioso día, esperando encontrarla como siempre, sólo encontró un enorme vacío y una simple carta en la que ella le explicaba  que se marchaba, que había vuelto a enamorarse, que fuese feliz y que rehiciera su vida.
Alvaro la buscó incrédulo por toda la casa, luego llamó a familiares y amigos y nadie sabía nada, se había marchado sin avisar a nadie.
Lloró de rabia, de impotencia, por haberse encerrado en su mundo y haberla dejado a un lado, empezó a preguntarse cuando había empezado a perderla, que había hecho mal, cuando cambiaron las cosas.
Entonces pensó en él, en el hombre que había logrado enamorarla, en aquel que había sido capaz de hacerla olvidar los años vividos juntos, ¿a quién habría conocido Sonia en los últimos meses? quizás fuese un compañero de trabajo, algún nuevo médico o enfermero. 
 El sonido del teléfono lo despertó de sus teorías, y se sobresaltó al comprobar que era Mario, su hermano, con quien por cierto no había podido hablar aún. Descolgó y la  voz de su hermano mayor lo puso en alerta, lo conocía muy bien y algo le pasaba, su voz casi se perdía en la distancia y su nerviosismo era patente había ocurrido algo grave, de eso estaba seguro.
Mario con la voz temblorosa le contó que Sonia había tenido un accidente de tráfico y estaba hospitalizada muy grave en el Hospital de la Fe de Valencia.
Alvaro apenas pudo reaccionar, sólo pudo decirle que allí se veían que le esperase en la puerta de urgencias y que no avisase a nadie hasta que el llegase.
En el trayecto hasta el Hospital se le pasaron mil cosas por la cabeza, pero sólo rogaba una y otra vez que estuviera bien, que fuera lo que fuese lo que había pasado que todo tendría solución si ella le daba otra oportunidad, pero para eso necesitaba que ella estuviera bien.
Cuando llegó al Hospital y vio a Mario de pronto lo entendió todo, cuando lo miró a los ojos y vio las lágrimas que asomaban en ellos, y la camisa manchada de sangre, no tuvo que preguntar nada más, él era el hombre que le había robado el amor de Sonia, él era el que iba con ella en el coche.
Pero ¿cómo era posible? ¿cómo su hermano había sido capaz de hacerle eso a él?, nunca lo hubiera imaginado, ni en un millón de años, ¿cómo había sido capaz de traicionarlo de esa manera?, ¿desde cuando?, ¿por qué?
Cuando se acercó a él lo primero que hizo fue darle un puñetazo que lo tiró al suelo, y allí lo dejó mientras el entró para informarse sobre el estado de su mujer.
El médico que habló con él le dijo que estaba muy grave, lo habían intentado todo, la habían operado de un coágulo en la cabeza, pero ahora había entrado en coma y sólo cabía esperar, sólo el tiempo podría decir si despertaría de él y si tendría secuelas. Había que ponerse en lo peor, pero también tenía a su favor que era joven, y no tenía ninguna enfermedad grave antes del accidente, además que el embarazo siguiese su curso y el feto no hubiera sufrido daños, ya era un milagro.
Alvaro lo miró aturdido y extrañado, ¿embarazo, qué embarazo?
El médico le informó de que Sonia estaba embarazada de cuatro meses.
Pidió verla, pero el médico le dijo que por el momento era imposible, que estaba en cuidados intensivos y que hasta la mañana siguiente no podría verla, pero que avisase a sus padres y familiares porque la situación era crítica.
Salió de urgencias, y el aire de la noche lo abofeteó y lo despertó en parte de la pesadilla que estaba viviendo.
Mario se acercó a él y entonces Alvaro le dijo:
No quiero tener que dar explicaciones así que haz el favor de no decir nada. 
Cuando Sonia despierte ya hablaremos y por cierto, no quiero verte por aquí nunca más, aléjate de aquí si no quieres que pierda los estribos y te mate maldito cabrón.
Las semanas empezaron a pasar y Sonia no despertaba, Alvaro la visitaba a diario, le leía, le cogía la mano, le hablaba y le contaba cuanto la quería y que tenía que ponerse bien porque pronto el niño que esperaban la necesitaría a tiempo completo.
Aveces caía en el desánimo, cuando llegaba a casa y la encontraba tan vacía, se tomaba una copa de vino y otra hasta que así caía en la cama ebrio, anestesiando el dolor que le producía la perdida de Sonia, y la traición de Mario.
Mario había intentado hablar con él y explicarle, pero él no lo había consentido, no quería explicaciones sólo quería que todo volviera a ser como antes, y eso era hoy por hoy imposible.
El tiempo parecía correr en su contra, pero una tarde del mes de Abril, Sonia abrió los ojos y le apretó la mano.
Al principio no recordaba nada, ni el accidente, ni su embarazo, pero poco al poco fue amueblando su mente con recuerdos sueltos hasta que un día que Alvaro no hubiera querido que llegara le preguntó por Mario, y le pidió verlo.
Le pidió perdón a Alvaro pero le dijo que no podía negarle a su corazón lo que sentía y que aunque le agradecería siempre lo que había hecho por ella, no podía negarse una nueva oportunidad con el hombre que amaba, y ese hombre era Mario, sabía que tendrían que dar muchas explicaciones y enfrentarse a muchos comentarios malintencionados pero estaba dispuesta a todo y sólo quería saber si Mario también.
Alvaro llamó a su hermano con el corazón destrozado y se alejó de la vida de ambos para sumirse en la desesperación más profunda.
Supo por familiares y amigos que Sonia había salido ya del hospital, que había tenido una niña y que ahora vivía con Mario en Barcelona, al parecer todo les iba bien.
Se levantó de la arena decidido a dejar de lamentarse y a intentar coger las riendas de su vida de nuevo, de todas formas la vida seguía y no podía dejarse morir,  tendría que luchar y aprender a vivir con ello.
   
                                 








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