miércoles, 19 de marzo de 2014

El color de su piel.

Lujuria, eso es lo que vio Mandy en los ojos del desconocido que la besó en la fiesta de disfraces que había organizado su amiga Olivia, pero después de aquello, lo buscó durante toda la noche y fue incapaz de encontrarlo, el misterioso hombre que la besó tan apasionadamente había desaparecido bajo su antifaz, y ella no sabía ni su nombre.
Que situación tan absurda pensó, para un hombre que le había hecho estremecerse tras tanto patán resulta que lo había dejado escapar. Cuando se lo contara a su hermana no se lo creería.
Mandy tenía una hermana llamada Charlene, era dos años menor que ella y era la típica señorita bien del sur, el ojito derecho del señor Peterson, su padre. Hacendosa, piadosa y amante de la música, todo lo contrario a ella, valiente, luchadora, independiente y demasiado inteligente para el gusto de la época. 
Charlene se había comprometido hacia dos meses con el hijo de un rico banquero de Alabama, un pedante llamado Duncan, al que Mandy no podía ni ver, era guapo, eso no podía negarse, pero era un pusilánime sin sangre, incapaz de reír o ser natural ni siquiera un segundo.
No entendía que había visto su hermana en él, pero claro pensándolo bien, era el hombre que ella necesitaba, un rico adinerado que le daría todos los caprichos y que sería feliz haciéndola la madre de sus hijos, los dos compartían la simpleza en sus ideas o eso creía ella.
Lo que Mandy no podía imaginar era que en poco tiempo, el soso de Duncan le daría una desagradable sorpresa.
La primavera empezaba a teñir los campos de flores y la plantaciones presentaban un verdor maravilloso. El calor empezaba a hacerse latente y Mandy tomaba una limonada en el porche de detrás de la casa, mientras leía un libro, de pronto oyó un ruido y cuando levantó la cabeza se encontró con la mirada más bella que había visto nunca, sus ojos negros tenían un brillo y una luz que la dejaron sin habla, cuando se recompuso dejó de mirar a ese hombre a los ojos y le pregunto: ¿quién eres, qué haces aquí? ¿Buscas a alguien?
El chico la miró altivo y le contesto que se llamaba Jesse que venía de la plantación de los Taylor y buscaba al señor Peterson para darle un recado de su amo.
Mandy se levantó presurosa de las escaleras del porche y acompañó al muchacho a la puerta trasera para decir a Morgan, el mayordomo, que avisara a su padre de que tenía una visita.
Se despidió de el y volvió a enfrascarse en su lectura, aunque cuando volvió a sentarse en las escaleras, aún seguía pensando en esos ojos negros , tan profundos y enigmáticos como la noche.
Cuando volvía a estar enfrascada en la lectura, en la historia maravillosa de una señorita enamorada de un conde sin escrúpulos, se vio interrumpida nuevamente por Jesse, que se despidió  de ella y le dio las gracias por haberlo ayudado.
Las tardes se iban alargando y cada vez anochecía más tarde, eso le daba a Mandy la oportunidad de pasear después de la cena por la plantación a pesar de que a sus padres no les hacía gracia la idea de que paseara sola y que se acercara en demasía a la zona de los esclavos, pero lo que ellos no sabían era que Mandy era una más, desde pequeña se había relacionado con ellos a espaldas de sus padres  y consideraba a muchos verdaderos amigos, como su amiga Cynthia y su hermano menor  Gregor. Ella acudía a diario a verlos y encontró un momentito al día para enseñarlos a leer y a escribir, y ahora estos hacían lo mismo con sus amigos en la plantación, siempre escondidos con miedo a ser descubiertos por el capataz o por los amos.
En uno de esos paseos nocturnos oyó un ruido detrás de ella, y se asustó, estaba lejos de la casa  y de los barracones de los esclavos, cuando se volvió para mirar que era, alguien la empujó y la tiró al suelo, intentó zafarse, pero el individuo estaba encima de ella y  pesaba demasiado, la besó, le mordió los labios y a Mandy empezaron a fallarle las fuerzas para liberarse del aprisionamiento a la que la tenía sometida el desconocido, de pronto lo miró a los ojos y reconoció los mismo ojos de la fiesta, del hombre que la había besado, y en ese momento sintió miedo, mucho miedo. Cuando se veía perdida, de la oscuridad salió un esclavo al que no reconoció, golpeó al individuo que la aprisionaba y consiguió que saliera huyendo mientras lo maldecía y le amenazaba.
Con dulzura la ayudó a levantarse, y le preguntó ¿se encuentra bien señorita Mandy?
Entonces ella lo reconoció, era Jesse el chico con el que había hablado hacía unos días en la plantación de su padre, cuando fue a darle un recado.
De pronto empezó a llorar desconsoladamente, Jesse le dio agua e intentó calmarla, ella volvió a perderse en la profundidad de sus ojos y su voz suave hizo mella en ella y empezó a calmarse.
Jesse le pidió permiso para llevarla a la casa, pero Mandy sabía que eso sería ponerlo en peligro, no era hora de que estuviera fuera de su plantación y podría meterse en un lío a pesar de haberla ayudado.
Por eso se despidieron, no sin que antes Mandy le diera un beso de agradecimiento en la mejilla.
Jesse volvió a la plantación de su amo, aturdido y nervioso por lo que había pasado, era la primera vez que una mujer blanca le daba un beso, y no sabía que pensar, aunque lo cierto es que le había gustado le había gustado mucho.
Mandy entró en su casa sin hacer ruido y subió a su habitación donde se cambio de ropa y se metió en la cama, avisando a la doncella de que no se encontraba bien y que se iba a dormir.
Pasaron varias semanas  y Mandy se encontraba nerviosa y triste, además el pusilánime de su cuñado estaba de nuevo en la mansión Peterson, y eso no sabía porqué la incomodaba.
Aquella tarde paseaba por las caballerizas dispuesta a montar a su yegua preferida, y entonces su cuñado la abordó y le dijo que tenían algo pendiente, ella al principio la miró sorprendida pero cuando el se acercó mas le miró a los ojos, y descubrió en ellos a la persona que la besó en la fiesta y que a la vez la había atacado, no podía creérselo, pero de pronto lo comprendió todo, ese estúpido se había atrevido a besarla y la habría forzado si Jesse no se lo hubiera impedido.
El le dijo con ironía ¿veo que no me has olvidado? no te preocupes yo tampoco y sólo quiero terminar lo que dejamos a medias por culpa de ese maldito negro.
Mandy lo abofeteó y lo amenazó con contarselo todo a su padre, fue entonces cuando el la agarró del brazo con fuerza y le dijo que si se le ocurría comentar algo, un negro que ella conocía lo iba a pasar muy pero que muy mal.
Ella se zafó de él y con lágrimas en los ojos salió huyendo de las caballerizas y buscó a su amiga Cynthia, necesitaba que ésta le diera un recado a Jesse, no debía acercarse a la plantación, Duncan quería hacerle daño.
Aquella noche Mandy habló con su amiga y se encontró en secreto en una vieja cabaña abandonada en el bosque con Jesse, sin darse cuenta de que eran espiados por Duncan.
Cuando estuvieron frente a frente, ella no pudo contenerse y se abrazó a su cuello mientras lo miraba fijamente a los ojos, y él apretándola contra su pecho, la besó en los labios con un beso cálido y húmedo. Allí mismo se desnudaron y disfrutaron del deseo que los quemaba desde el mismo día en que se vieron.
Terminaron durmiéndose abrazados, cuando se despertaron ya era demasiado tarde, alguien había dado la voz de alarma y los perros los buscaban.
Se apresuraron a vestirse y cuando iban a salir de la cabaña,el capataz, Duncan y varios hombres más sacaron a Jesse y empezaron a insultarlo y a golpearlo, entonces el Señor Peterson cogió a su hija del brazo y arrastrándola, la sacó de allí y cuando llegaron a la mansión la encerró en su habitación y dio la orden de que nadie le abriera la puerta, pasados cuatro o cinco días su hermana abrió la puerta y entró, y después de insultarla diciendo que como había podido ser tan vulgar y haber caído tan bajo de liarse con un negro, Mandy le contó con todo lujo de detalles todo lo que su prometido Duncan le había hecho, que había sido él quien la había besado en la fiesta y que intentó ultrajarla en las caballerizas  Charlene se puso roja de ira , la insultó y le dijo que todo lo que había dicho era mentira, pero que a partir de ahora ya no tendría de que preocuparse, su prometido y ella iban a casarse y se marcharían de la plantación , y su esclavo ya no sería ningún problema, la misma noche que los descubrieron lo ahorcaron para que sirviera de escarmiento al resto de los esclavos, de lo que les pasaría si se acercaban a una mujer blanca.
Mandy se dobló sobre su cuerpo y sollozó amargamente mientras la desesperación hacía mella en ella, por su amor asesinado y por no saber hasta cuando estaría encerrada entre esas cuatro paredes.
Allí paso dos meses, y transcurridos estos su padre entró un día y le dijo que hiciese el equipaje que se marcharía una temporada con su tía al Norte.
Hizo un viaje espantoso, no paraba de vomitar y creyó que se encontraba enferma, pero cuando llegó a casa de su tía Emily, ésta llamó al doctor y después de examinarla le comunicó que se encontraba encinta. Mandy no podía creérselo, ¿como podía haber pasado con solo una vez? Dios mio que pasaría ahora con ella y con su bebé.
Su tía una mujer moderna para su época y criada en el norte, siempre consideró a todos los hombres iguales, negros o blancos, cuando Mandy le contó lo ocurrido y el triste final de Jesse, ella le animó a tener a su hijo y a buscar un trabajo con el que alimentarlo cuando naciese, podrían decir que era viuda, y cuando naciera el bebé ya verían.
Los meses pasaron y por fin un día de frío invernal, mientras trabajaba en la Biblioteca, rompió aguas y la llevaron al hospital, Mandy rezaba para que todo saliese bien y cuando llegó el momento, la enfermera le comunicó que había tenido una niña preciosa.
La cogió en sus brazos y la besó tiernamente, mientras las lágrimas resbalaban por sus mejillas al acordarse de Jesse y de lo que hubiera disfrutado con ese momento.
La niña crecía día a día, su piel era blanca como la nieve y sus ojos negros y profundos como los de su padre, y fue cuando Mandy se afilió a una asociación para pedir la libertad de los esclavos, y pasaba su tiempo con miembros del partido abolicionista.
Cuando su hija fue mayor le contó quien era su padre y que había pasado y vivió el tiempo suficiente para sufrir la guerra de Secesión y lo que es más importante, para ver la Abolición de la esclavitud. Dedicó el resto de sus días a explicar su historia y a concienciar a las nuevas generaciones de lo importante que era aceptar que todos los hombres y mujeres son iguales, sin importar el color de su piel.


                                   
                                                                     

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