domingo, 23 de marzo de 2014

Te estuve esperando

Bajo la luz de una farola en un callejón de una Salamanca convulsa, un veintinueve de julio de mil novecientos treinta y seis, escondida esperaba una joven de pelo largo y negro con una maleta de cartón en los pies y un nudo en la garganta, mientras las horas pasaban inexorables con el ruido de las balas de fondo. Al fin llorando amargamente volvió a coger su maleta y se encaminó a la casa de sus padres de la que había escapado a media tarde.

Martín García era un joven maestro de la República, había estudiado Magisterio por vocación, pensaba que el hombre solo sería completamente libre con una buena educación, un pueblo analfabeto no podía luchar contra un capitalismo culto y  que la palabra era una de las armas más fuertes de la clase obrera, sólo con ella sería capaz de enfrentarse a la tiranía de la clase opresora. Era progresista por convencimiento, por ideales y solidaridad con los trabajadores oprimidos durante tanto tiempo, y porque creía en la igualdad entre todos los seres humanos.

Pilar sin embargo era una señorita, hija de un médico militar, la segunda de cinco hermanos, díscola y atrevida para el gusto de su católica madre y de su severo padre, era sencilla, inquieta, inteligente y culta y sobre todo muy extrovertida para una chica de posibles, según su madre no encontraría marido nunca, era demasiado indomable e incorregible, a no ser que encontrara un chico con mano dura que la metiera en vereda, algo que ella sabía que no iba ocurrir, no iba a pasar del yugo de su padre al de un marido, de eso ni hablar.

Por eso cuando conoció a Martín una tarde cuando salía del cine con unas amigas, este le rompió los esquemas en sólo unas horas, oyéndolo hablar se dio cuenta en seguida de que no todos los hombres eran iguales, que no todos buscaban una esposa sumisa y lo más tonta posible para que no cuestionaran nada de lo que ellos decidieran. A Martín se le llenaba la boca de igualdad entre ricos y pobres, hombres y mujeres, educación libre y gratuita, sueldos dignos, horas de trabajo reguladas etc........., y para Pilar encerrada en una vida anodina, rutinaria, de misa diaria, de silencios y miedos establecidos, se abrió un mundo nuevo desconocido para ella en el que la trataban como una igual, en la que sus propuestas eran oídas con interés, en la que sus ideas eran tomadas en consideración como las que mas.
Por eso empezó a mentir en casa, para poder ver a Martín a menudo, aunque había semanas en las que les resultaba imposible verse, hasta que ante la sorpresa de todos empezó a ir a misa diariamente, a las ocho de la mañana acudía a misa sola o con una de sus hermanas menores, y allí tras uno de los pilares de piedra, la esperaba a diario Martín, ávido de verla, de rozarle las manos un instante y de robarle un beso muy de tarde en tarde, siempre con miedos furtivos, con ojos de amantes precavidos pues se jugaban mucho, sobre todo ella.
El tiempo fue pasando y ambos decidieron que no podían seguir esperando, Pilar cumplía la mayoría de edad a finales de junio y se pusieron como fecha límite para huir  juntos , y disfrutar del amor que se profesaban en secreto en otra ciudad , el mes de julio del año en curso, mil novecientos treinta y seis.
El día veintinueve, lo tenían todo preparado, las clases se habían suspendido por lo que Martín tenía todo el día para organizar su huida con Pilar, ya lo habían hablado, se irían a Francia, con la guerra recién iniciada, aún podrían cruzar la frontera, antes se casarían y marcharían  como marido y mujer.
Martín le aconsejo a Pilar que aquella mañana no saliera de su casa  hasta la hora prevista, él haría lo  mismo así evitarían a los grupos que ocupaban las calles con armas incautando coches y todo lo de valor y arrestando y asesinando a todo aquel que les resultase sospechoso.
Pero a media mañana decidió comprar tabaco y acercarse a la casa del pueblo a ver a unos conocidos, ellos les explicarían como estaba la situación y si el golpe estaba siendo secundado por todos los militares de su ciudad  o sólo por unos pocos, ya que la información que llegaba era confusa.
Cuando cruzó la calle se dio cuenta que acababa de meterse en la boca del lobo, empezó a sudar de forma excesiva y notó un nudo en la boca del estómago ante el peligro ante el que se enfrentaba, pero ya era demasiado tarde para darse la vuelta sin llamar la atención, un grupo de militares ocupaba parte de la puerta, mientras se oían voces y algún que otro tiro dentro de la casa. Aceleró el paso,  y cuando ya pensaba que no habían reparado en él por el tumulto que había, un joven imberbe de unos diecisiete años, lo increpó:
Oye tú ¿donde crees que vas?, Dame tu documentación.
Martín sacó su documentación y se la dio despacio al muchacho que ya estaba rodeado de otros, que decían conocerlo que era un maestro rojo y que  lo que había que hacer era descerrajarle un tiro, entonces el cabo al mando intentó poner orden cuando uno de los jóvenes, le dio un culatazo en la cara y le rompió el pómulo. El cabo ordenó que lo detuvieran y lo llevaran a la cárcel hasta que el juez decidiera.
Acabó en la cárcel con una buena paliza , le dolían todos los huesos, pero bastante menos que el alma por haber dejado a Pilar esperando y sin poder darle una explicación. ¿Qué habría pensado ella? ¿Habría vuelto a su casa, la habrían descubierto su padres? Lo que daría por tener noticias suyas.
Después de la desesperación su mente empezó a pensar que ocurría con el, según había constatado en carne propia estos energúmenos no se andaban con chiquitas, y no las tenía todas consigo de llegar vivo al juicio si es que se llegaba a celebrar. Los días pasaban entre el hacinamiento de la prisión de Salamanca, y la rutina diaria, de vez en cuando se llevaban al un grupo nutrido de presos, según los guardias los trasladaban a Burgos o a Valladolid, pero luego sabrían que eran fusilados la mayoría en el monte de la Orbada.
Al final se celebró el juicio y fue condenado a cadena perpetua por "Adhesión a la Rebelión".
Después de acabar la guerra, fue trasladado a varias cárceles y al final en el año cuarenta y nueve fue puesto en libertad según supo por mediación de un concejal del ayuntamiento, cuñado de su hermana.
En los años de presidio no dejó de pensar en Pilar ni un sólo segundo, pero cuando recobró la libertad, decidió no buscarla, no le traería nada más que problemas y seguramente ella tendría una vida, un marido, una familia, y él no tenía nada que ofrecerle, ni siquiera tenía trabajo.
Se fue a vivir a León, con unos tíos que le ofrecieron su casa y a través de ellos encontró trabajo en una librería del centro, un lugar que lo enamoró desde que entró en ella la primera vez, el olor de los libros, las estanterías atestadas de volúmenes sin clasificar, el desorden mágico y sobre todo la sabiduría y la amabilidad de su dueña, la señora Dolores, hicieron que se sintiera como en casa desde el principio.
Pilar aquella noche volvió a su casa sin que nadie descubriera sus intenciones, nadie se percató de que iba a huir y de que se había llevado sus cosas, ya que la maleta la dejó en casa de su amiga Marita, después de contarle una mentira piadosa y decirle que se la guardara hasta el día siguiente.
La noche la pasó en blanco, pero por la mañana y en las semanas siguientes intentó localizar algún rastro de Martín sin éxito.
Pasados unos meses se dio por vencida y como no podía quedarse en casa si hacer nada, decidió hablar con su padre para ayudar como voluntaria en el Hospital, y durante la guerra se dedicó a eso, a ayudar como enfermera, con la presión continua de su madre para que encontrara un buen partido porque ya tenía una edad y se quedaría para vestir santos. En el año mil novecientos cuarenta, su padre murió de un infarto fulminante, la pena que supuso la muerte de dos de sus hijos en la contienda dejó su salud resentida hasta que su corazón se paró una noche mientras dormía. Entonces ella tomó la decisión de sacar adelante a su madre y a sus hermanas pequeñas, se hizo con las riendas de la casa, y empezó a trabajar en la clínica de un amigo de su padre como recepcionista.
Luchó para que sus hermanas estudiaran y ella misma se matriculó en la universidad aunque solo podía acudir por las tardes cuando su trabajo se lo permitía. Pasados unos años consiguió el titulo de matrona y empezó a trabajar en un hospital.
Martín por su parte terminó acostumbrándose a la dulzura y la inteligencia de Dolores y pasados dos años desde que empezó a trabajar en la librería se casaron, ella era viuda de guerra, y tuvieron dos hijos Martín y Lola.
Los años pasaron y Martín se convirtió en abuelo, ahora sonreía al recordar la primera vez que tuvo a Pilar entre los brazos, tan morenita como su madre y con una fuerza al llorar que hacía prever que sería una niña fuerte y decidida.
Ahora sentado junto a ella mientras tomaban un café, Pilar sacó su vena periodística y le preguntó a su abuelo por su pasado, por su juventud, por como lo había pasado en la guerra, si había tenido alguna novia antes que la abuela Dolores, y entonces sonriendo, él la miró a los ojos y le dijo, que sí que había tenido una novia que se llamaba Pilar como ella, y que iban a huir juntos el día que lo detuvieron.
Pilar se quedó sorprendida por la historia y le preguntó: ¿nunca más supiste de ella? ¿Te gustaría saber si aún vive y volver a verla? Martín pensó durante un instante si estaría faltando a la memoria de su fallecida esposa, pero después de unos minutos pensó que a Dolores no le hubiera molestado en absoluto, ella sabía que la amaba y que no hubo mientras estuvieron juntos otra mujer en su pensamiento. Así que mirando a su nieta, le dijo el nombre y los apellidos de su amor de juventud, así como los datos que recordaba, su dirección, el nombre de sus padres, los hermanos que tenía etc, y le recomendó que no se hiciese muchas ilusiones, los años  pasan para todos y podría estar muerta o .........
Pilar lo dejó en casa pensativo y se marchó decidida a dar con la mujer que marcó la juventud de su abuelo.
Las semanas pasaron y Pilar empezó a tirar de un hilo hasta que dio con el paradero de la otra Pilar, seguía viviendo en Salamanca y ahora estaba jubilada y vivía con una sobrina en un piso del centro.
Se puso en contacto con ella y le explicó quien era, cuando lo supo quedaron en verse y decidir como preparar un encuentro entre ella y Martín.
Ella le explicó que su abuelo había enviudado hacía tres años y Pilar le dijo que no tenía a nadie, nunca se casó ya que no consiguió olvidar totalmente a Martín y decidió vivir sola cuidando de su madre y de sus hermanas hasta que estas se casaron.
El encuentro se produjo en una coqueta cafetería del centro de Salamanca, Martín, no conocía las intenciones de su nieta con ese viaje, solo le dijo que le haría un favor si la acompañaba a Salamanca a recoger una documentación para el trabajo, que no le apetecía ir sola, así el le serviría de acompañante y ella lo invitaría a comer.
Por agradar a su nieta preferida accedió, y no sospechó nada cuando entraron en una cafetería para tomar un café y ella se acercó a una mesa donde una mujer los estaba esperando, la mujer lo miró a los ojos y con una sonrisa imposible de olvidar le dijo: "Te estuve esperando", y entonces cogiéndose de las manos, se silenciaron las palabras y hablaron las emociones contenidas durante tantos años ante la atenta mirada de su nieta que fue alejándose de ellos hasta dejarlos solos. Solos después de tanto tiempo.
   

                                     


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