martes, 29 de abril de 2014

Intereses enfrentados.

No podía conciliar el sueño, la tormenta que rugía fuera y el ruido del viento le impedían relajarse, aunque también tenía algo que ver la discusión que había mantenido esa tarde en el trabajo, aún no podía entender como Norma se había comportado así con ella, tan amiga tan atenta siempre, tan solícita, ¿que le habría pasado para dejarla en evidencia delante de Jacques? , es cierto que desde que habían cambiado de jefe, Norma estaba más coqueta, se arreglaba más, tonteaba con él e intentaba quedar bien siempre, incluso se le había insinuado estando ella delante, sin ningún éxito por lo que Barbara había notado, pero eso no era excusa, además ella no había pensado en ningún momento en Jacques como una pareja o alguién con quien ligar, es más creía que no tenían nada en común que si fuera el único chico en la tierra quizás llegase a plantearse su condición sexual.
Por eso no lograba entender la postura de defensa de Norma frente a ella, a no ser que ella supiese algo que ella ignorara. Decidió que era hora de intentar dormir y que mañana en la oficina hablaría con Norma para arreglar este sin sentido.
La noche anterior se transformó en una mañana espléndida con olor a tierra mojada y el sol brillando con fuerza en el cielo, eso le subió el ánimo y después de tomar un café y darse una ducha salió dispuesta a arreglarlo todo y a que fuera un buen día.
Llegó temprano, y sólo Jacques estaba ya en el despacho, Norma no había llegado aún. Se sentó en su mesa de trabajo y se dispuso a repasar su agenda, en ese instante oyó el sonido de unos tacones y al mirar, vio a Norma entrando en la oficina, en ese momento Jacques la llamó para que acudiera a verlo, y cuando lo hizo, la mirada de Norma la taladró, si las miradas matasen, en este preciso instante ella estaría muerta, fulminada.
Entró en el despacho y después de saludar al jefe, este le pidió que se sentara y empezó a explicarle que había pensado en ella para que la acompañara a un congreso de agentes inmobiliarios que se iba a celebrare en Chicago, tenía buenas referencias sobre su trabajo y no quería que nada saliese mal en el encuentro con otros colegas, vendrían delegaciones de otros países dispuestos a invertir en viviendas en la zona y necesitaban causar buena impresión, se marcharían el jueves y estarían allí hasta el domingo.
¿Tiene alguna pregunta señorita Smith?
No ninguna señor Paterson, sólo si ¿está seguro de que soy la persona idónea para acompañarlo? en la empresa hay personal con más experiencia que yo, como la señorita Naver .
Segun sus referencias no creo haberme equivocado así que tranquilícese y prepárese  para que todo esté listo el jueves, nuestro avión sale a las cinco de la tarde, espero que no haya ningún problema para entonces.
Ahora ya puede marcharse y seguir trabajando señorita Smith.
Cuando salió fue directa a la mesa de Norma y le dijo:
Te invito a un café, tengo que comentarte algo.
Ella se levantó de mala gana y ambas se dirigieron a la máquina del café instalada en el pasillo.
Una vez allí, Bárbara le preguntó:
- ¿Se puede saber que te pasa Norma? ¿Creí que eramos amigas?, pero después de lo de ayer no sé que pensar.
- Lo siento Bárbara, tuve un mal día y lo pagué contigo, sé que no es excusa, pero es cierto, te aseguro que no volverá a pasar.
-¿ Por cierto, para qué te quería el guapo del jefe?
-Otra vez estás con eso, pues yo no lo veo tan guapo, pero bueno, lo que quería tiene que ver con el trabajo, tengo que acompañarlo a una Convención que hay en Chicago desde el jueves hasta el domingo, ¿vaya planazo eh?
- ¿No te estarás quejando verdad, pero si eres la envidia de media oficina , me refiero a la formada por el género femenino?
Pues mira que le he hablado de ti y le he dicho que tienes más experiencia que yo, pero no, se ha empeñado en que vaya yo, menudo rollazo me espera.
- Sí ya me contarás,  según dicen es un encanto y además un fiera en la cama.
- ¿Pero tu que te crees que yo voy con idea de tener algo con él?, ¿tú estás loca o no me conoces después de tanto tiempo?, pues sí lo que me faltaba.
Bueno tiempo al tiempo, además no creo que te suponga un trastorno, al fin y al cabo está comprometido y no querrá nada más que pasar un buen rato.
Ya pero falta que quiera yo, y amiga no estoy por la labor, te lo puedo asegurar.
Pues yo si estuviera en tu lugar, te puedo asegurar que aprovecharía la ocasión, porque a nadie le amarga un dulce excepto a ti por lo que veo.
Bueno vamos a dejarnos de charla y empecemos a trabajar sino ni tú ni yo duraremos mucho en esta empresa.
Ambas se dirigieron a sus mesas de trabajo, y después de un rato cada una estaba enfrascada en su actividad diaria, sin tiempo siquiera para mirarse, pero Bárbara presentía la mirada de Norma en su espalda y eso la hacía sentirse incomoda, decidió no hacer caso y seguir con lo suyo, de todas formas ya habían hablado y le había dejado las cosas muy claritas a su amiga, así que era tontería volver al 
mismo tema.
Terminó  la jornada de trabajo, se despidió de sus compañeros y se metió en su coche rumbo a su apartamento, llegó, puso música encendió unas velas y se dispuso a darse un baño relajante.
Cuando salió de la bañera liada en una toalla, se dirigió a a cocina a prepararse una copa de vino y dispuesta a leer la montaña de informes que se había llevado a casa para repasar la reunión con su jefe.
Se dispuso a acomodarse en el sofá cuando vio que la luz de contestador parpadeaba, se levantó fastidiosa, pensando en que sería la pesada de su hermana o de su madre, para ver como le iba el trabajo y si había encontrado novio ya, pero su sorpresa fue mayúscula cuando oyó la voz de su jefe muy enfadado y pidiéndole que se pusiera en contacto con él  lo antes posible, de eso dependía su puesto.
Después de la impresión que le causó el mensaje, decidió llamarlo inmediatamente.
-¿Señor Paterson, acabo de escuchar su mensaje, le importaría decirme que es lo que sucede?
-Por supuesto, alguien ha filtrado la información sobre las propiedades que nuestra empresa tiene a la venta para los inversores extranjeros y eso ha acabado con nuestras posibilidades de sorpresa y por lo tanto de ventaja respecto a nuestros competidores, ¿sabe lo que eso significa?
-Sí por supuesto, ¿pero que tengo yo que ver con todo eso?
- Sólo usted sabía lo de la conferencia, nadie más había sido informado en la oficina así que dígame ¿quién ha podido pasarles la información si yo no he sido?
Bárbara se quedó sin palabras , pero al instante reaccionó y le pidió verlo en persona, tenía que contarle algunas cosas pero debía ser en el despacho.
Se citaron a las nueve en la oficina y a la hora exacta ambos se encontraron, él con cara de pocos amigos, ella con una tristeza enorme reflejada en el rostro.
Hola señor Paterson, aquí estoy para explicarle lo sucedido, le puedo asegurar que yo nunca le pasaría información a ningún inversor sobre nuestros negocios, sería tirar piedras sobre mi tejado, pero no sé porqué parece que hay alguién interesado en que parezca culpable de un delito que no he cometido.
¿Y eso como podría demostrarlo señorita?
Deme veinticuatro horas y le aseguro que buscaré al responsable de este despropósito.
De acuerdo, pero ni una hora más, sino su carta de despido no se hará esperar se lo aseguro.
Cuando salió del despacho una llovizna impertinente empezó a calarle hasta los huesos, subió corriendo a su coche y se dirigió a casa de Norma.
Llegó al edificio de apartamentos donde vivía y subió al encontrar la puerta del portal abierta, en el mismo instante en que iba a tocar al timbre oyó las risas de su amiga y de un hombre, que al principio no reconoció, esperó un momento y distinguió la voz de Peter, su antiguo novio y empleado de la misma empresa donde trabajaba, y ante su asombro los oyó brindar por el golpe de efecto que había causado su plan para echarla de la empresa, sin ella el ascenso de Norma estaba asegurado y la venganza de Peter concluida.
Se marchó con los ojos arrasados en lágrimas y mientras conducía de camino a su casa, fue pensando en la manera de desenmascarar la jugarreta que habían tramado su amiga y su ex, esto no podía quedarse así. 
A la mañana siguiente antes que Norma y Peter llegaran a la oficina habló con el informático y le preguntó si era posible sacar una relación de los email de ambos para saber si eran ellos los que habían difundido la información sobre los inmuebles, Robert le dijo que aquello no era del todo legal, pero que hablaría con el señor Paterson y lo haría.
Con las pruebas en la mano, el señor Paterson llamó al departamento de Recursos Humanos y pidió que despidieran a Norma y a Peter.
El jueves como tenían previsto cogieron el avión a Bostón y después de una cena frugal se despidieron hasta la mañana siguiente.
El día principal de la convención fue agotador, pero consiguieron establecer magníficas relaciones comerciales gracias al don de gentes de Barbara y a su innato olfato para los negocios, cerraron una día brillante, y entonces Jacques la invitó a cenar argumentando que le debía una disculpa. Quedaron a las ocho en el hall del hotel y cuando Jacques vio aparecer a Barbara en un ceñido vestido negro, se quedó sin palabras.
La llevo a un  restaurante encantador, y allí le explicó algo de su vida, era divorciado y tenía una niña de dos años que vivía con su madre en Holanda, por eso cuando le ofrecieron el puesto en la empresa no lo había dudado, necesitaba cambiar su antigua casa llena de recuerdos y empezar de nuevo. Ella le contó que esta comprometida con el trabajo desde que había roto con Peter y lo cierto es que últimamente no había tenido vida social. 
Terminaron la cena y el la invitó a una copa  y a bailar, y ella aceptó encantada.
Mientras bailaba entre sus brazos tuvo que reconocer que era un hombre encantador, nada más lejos de lo que ella se había imaginado.
En ese momento él posó sus labios en su cuello, y ella no pudo reprimir un escalofrío, el la miró y la besó en los labios dulcemente.
Así sin decir nada salieron de la mano del club y se dirigieron al hotel donde estaban hospedados, cuando el fue a dejarla en la puerta de su habitación, ella lo cogió de la mano y lo invitó a pasar, cerraron la puerta y él la estrechó entre sus brazos y la besó apasionadamente, ella le acarició despacio y empezó a desabrocharle la camisa, mientras lo miraba fijamente para recordar esa imagen para siempre.

                          


jueves, 24 de abril de 2014

Nostálgicos veranos.

Era uno de agosto, y en mi casa se respiraba un aire diferente, mi padre ya estaba de vacaciones y mi madre preparaba afanosamente los bolsos con la ropa para el viaje. Mi hermano y yo contábamos las horas que faltaban para coger el autobús que nos llevaría a nuestro paraíso particular, a un hermoso pueblo de la provincia de Jaén, enclavado en Sierra Morena, Baños de la Encina. Allí pasábamos el verano con mis primos y tíos. La casa de mi abuela, estaba en una calle llamada Calle Ancha, era de una sola planta con gruesos muros de piedra y con una puerta de madera con una llave grandísima  que nos gustaba a todos, solo había una y una vez dentro y llegada la hora de dormir, la puerta se atrancaba con un hierro grande que la atravesaba de lado a lado. Tenía dos dormitorios, uno de ellos enorme donde los niños dormíamos todos juntos en colchones en el suelo, y tenía dos armarios y dos camas de matrimonio y otro más pequeño que era el de mi tío José, una cocina que parecía de juguete, con un olor inconfundible a comida casera, con una orza para guardar el pan y que no se pusiera duro, alacenas de obra con puertas que eran cortinas de cuadritos y un almirez de bronce que pesaba muchísimo donde mi abuela,mi madre y mis tías hacían los majados para las comidas.
También había un comedor , y lo que más nos gustaba era un patio grande, bueno un corral como lo llamaban allí, con los muros de piedra, donde había una higuera grande que nos regalaba sus frutos y muchas flores de colores, rosas, san pedros y hasta un galán de noche que perfumaba nuestras noches.
Allí era donde nos ponían una pequeña piscina de plástico de colores y donde nos refrescábamos y jugábamos mi hermano mis primas y yo, todavía recuerdo a mi hermano Luis, tan delgadito como estaba con ese bañador rojo de sellos y esa piernas llenas de mercromina para combatir sus múltiples caídas y arañazos, era un trasto, un trasto maravilloso.
En cuanto llegábamos al pueblo que sólo estaba a unos treinta kilómetros de donde nosotros vivíamos, entrabamos en otro mundo, todos se conocían , se saludaban, íbamos a ver a la familia, primos y tíos de mi madre.
El ambiente era completamente distinto, mas familiar, más sano,más puro.
Las mañanas transcurrían apacibles, comprábamos en una tienda que todavía me parece estar viendo, se llamaba Quintana, y tenía de todo, era una de esas tiendas antiguas con un gran mostrador de madera, con estanterías con cajones y donde podías encontrar desde bacalao seco, a barreños de plástico, choped, zapatillas para el pantano, de esas horribles de goma,  y por supuesto flotadores, pelotas, chuches, era como entrar en un lugar encantado en el que no sabías que podías llegar a encontrar.
Antes mi prima y yo acudíamos a por la leche a una de las casas que tenían cabras y nos llenaban una lechera de aluminio donde más de una vez se nos derramó la leche.
Desayunábamos y ayudábamos a hacer las camas, unas camas altas con colchones de lana, y cuando veíamos a mi tía y a mi madre hacerlas nos daba la risa ya que parecía que le daban una paliza al colchón cuando lo mullían.
Pero lo verdaderamente divertido venía después de comer, antes de recoger la mesa, mi tío nos ponía a partir en trozos pequeños las cáscaras de la sandía y el melón que habíamos tomado en el postre y después lo metíamos en bolsas y los llevábamos a casa de una vecina que se llamaba Anica, con el pelo blanco recogido en un moño, que tenía gallinas y gallos y les daba eso de alimento.
Mas tarde preparaban unos bocadillos mientras mi padre y  mis tíos se tomaban un café, llenaban los bolsos con las toallas, nos ponían una gorra  a los niños por eso del sol y nos encaminábamos toda la troupe a coger el camino que nos llevaba cada tarde al pantano del Rumblar, a un sitio que le llaman la Picoza.
Era salir al camino, y el aroma inconfundible a tomillo, romero y jara hacia que al inspirar el olor se quedara impregnado en ti para siempre, avanzamos entre las sombras de los pinos hasta llegar al pantano, que nos ofrecía una imagen que parecía sacada de una postal, aguas cristalinas y frescas nos animaban al chapuzón y entonces siempre y cuando hubieran pasado las dos horas de rigor después de haber comido, nos metíamos en el agua y disfrutábamos como locos.
Recuerdo a mi madre con su bañador tan guapa con ese pelo negro y ese color de piel tostado y a mi padre guapo a rabiar, con un bañador ceñido de los de la época, con el torso desnudo como uno de esos modelos de ahora, que felices eramos y que infancia más idílica, no cambiaría por nada esos momentos, cuando nos salíamos del agua medio desfallecidos y nos sentábamos en el filo de una de las barcas que había y merendábamos entre risas y bromas, y al final recogíamos y nos volvíamos al pueblo con la sensación de haber aprovechado otra tarde maravillosa.
Las tardes y las noches eran divertidas, durante la semana salíamos a dar un paseo y mis padres nos llevaban a tomar un refresco a alguno de los bares del pueblo, recuerdo el nombre singular de algunos de ellos, El Colorín,  El Gatico, El Chaparro, en alguno de ellos yo he llegado a darle el biberón a una cierva que estaban criando. Recuerdo la carne de caza, de monte como le dicen allí, de ciervo,de jabalí, que exquisitez y que manos tienen para prepararla, los espárragos cuando era época, los níscalos, las collejas, y esas veladas que se alargaban hasta la madrugada en las que mi padre y mi tío se arrancaban a cantar flamenco y nosotros los oíamos embelesados , mientras un paisano u otro decía, llena, llena que estos no se van.
También recuerdo El Francés un bar de lo más chic de la época con bombillas de colores y en el que se celebraban verbenas en un patio grande que tenían.
Y como olvidar los sábados de cine, de sesión doble, donde mis amigos, mis primos y yo vimos infinidad de películas del oeste, de chinos y de Manolo Escobar. 
Lo que daría para que mis hijos hubieran vivido aquello, porque puedo decir a boca llena y sin temor a equivocarme que fue una de las etapas más entrañables de mi vida.

                             

martes, 22 de abril de 2014

Sueños cumplidos.

En los años cincuenta, en un pueblo de Andalucía que vivía del cultivo de los viñedos, nacieron dos niños, una niña llamada Rosario, hija del patrón de la finca, y Julián hijo de un jornalero de Don Rafael el dueño de los viñedos.
Se conocían desde que nacieron, Charito siempre estaba en casa de los jornaleros de su padre, en la cocina degustando algún dulce de los que hacía Antonia o escuchando los cuentos que Miguel contaba a su hijo Julián después de un largo día trabajando en el campo, disfrutaba de ellos más que de sus propios padres, uno ocupado en llevar los viñedos y las bodegas y su madre Pilar en reuniones de caridad y en organizar fiestas y exposiciones ya que era pintora.

Sus vidas transcurrieron paralelas hasta que se convirtieron en adolescentes, entonces Charito se vio apartada por completo del que hasta ahora había sido su mundo y fue enviada a estudiar a un colegio de señoritas a Madrid, y Julián con mucho sacrificio por parte de sus padres, fue a estudiar el bachillerato a Sevilla , cuando terminó como no tenían dinero, decidió entrar en el seminario para poder estudiar una carrera y así lo hizo. Sus vidas discurrieron por caminos completamente distintos aunque seguían sabiendo el uno del otro cuando llegaban a la finca y preguntaban a los conocidos.
Charito terminó de estudiar y su padre decidió que ya era hora de que dejara de perder el tiempo y se dedicara a conocer un buen chico y a darle un heredero ya que era hija única.
Con dieciocho años se vio comprometida con un chico de clase alta al que conoció en una de las fiestas organizadas por sus padres, el chico era ingeniero y era un chico bien, conservador y misógino que coartó la libertad de Charito desde el principio.
Poco antes de casarse Charito volvió a ver a Julián, recordaba como si fuera ayer el mágico encuentro aquella tarde de primavera, se encontraba dando un paseo por la finca y creyó desmayarse cuando oyó su voz llamándola, se paró y al volverse lo miró y recorrió todo su cuerpo vestido con una sotana que lo hacía aún más atractivo, sus ojos seguían irradiando un brillo mágico, y le preguntó:

-Hola Julián ¿cómo estás? Me alegro de verte después de tanto tiempo.
-Yo también Charito o mejor dicho señorita Rosario, ya me he enterado de que se casa con el señorito Juan.
-Por Dios! Julián, que es esa manera de hablarme, parece que no me conocieras, sigo siendo yo, soy Charito, me vaya  a casar o no.
-¿Y la vida como te ha tratado Julián? Te veo bien.
-Bueno no puedo quejarme, estoy estudiando que es lo que quería lo demás bueno, la misa diaria la confesiones, los maitines etc resultan tediosos, pero todo pasará.
-¿Y eso? ¿Entonces tu vocación no es sincera?
-Pues siento escandalizarte pero no, mi repentina vocación se debe a querer estudiar y no tener medios económicos para hacerlo, pero no pienso renunciar a formar una familia y a tener hijos.
Charito se ruborizó al pensar que fuera él y no el pusilánime y grosero de Juan su prometido, Julián si sería un buen compañero, junto a él si podría ser ella, se sentiría libre y feliz, además para que ocultarlo, siempre se había sentido atraída por su cuerpo atlético, su tez bronceada por el sol, sus labios grandes y esa sonrisa pícara siempre en su boca la volvían loca, y si a eso se sumaba lo que sentía cada vez que él la miraba, la química podía ser explosiva.
Dejó de soñar despierta y le insinuó que la acompañara en su paseo para poder seguir hablando y ponerse al día de sus vidas.
Se acercaron al río que había fuera de la finca, y en la orilla se sentaron a descansar, el calor se hacía notar y cuando Julián se acercó a su cara para quitarle una brizna del cabello, ella cerró los ojos y aproximó su boca a la de él.
El la abrazó con fuerza y sus labios aprisionaron los de ella, primero con ternura y luego con una rabia y una pasión que casi le hicieron daño. La besaba con desesperación y de pronto se paró en seco y le dijo: ¿quieres a Juan?
-No Julián, no lo quiero, pero ya sabes como es mi padre, no consentiría que rompiera el compromiso, me mataría, si le hiciera pasar por ese escándalo.
Pero yo te amo como nunca he amado a nadie, vente conmigo, dejemoslo todo y empecemos en otro lugar donde nadie nos conozca, donde nadie nos juzgue, donde podamos disfrutar de este amor que nos consume.
Ella lo miró fijamente a los ojos, y acercándose a él lo besó en los ojos, en el pelo y se tumbó en la hierba mientras lo cogía del brazo y lo aproximaba a ella.
Julián la acarició con delicadeza, como si pudiera romperla con sus fuertes brazos, la besó como si sus labios fueran mariposas, para no dañarla, para no mancharla, y entonces le dijo:
-Si seguimos puedes tener un problema, ¿estás segura Charito?
-No he estado tan segura de nada en mi vida como de esto, quiero sentirme tuya, que tú seas el primero y el único.
Se abrazaron ahora sin pudor y dejaron que el amor y la pasión siguiera su curso, el resto del mundo se paró en ese mismo instante y ellos fueron conscientes de que lo que estaban viviendo no lo borraría nada ni nadie.
Cuando se vistieron después de quedar borrachos de tanto amor, los dos lucían una sonrisa bobalicona en el rostro por lo que se despidieron con un beso y decidieron volver por separado para que nadie pudiera sospechar nada.
Pasaron los días y después de varios encuentros furtivos Julián tuvo que volver al seminario, pero antes le hizo jurar a Charito que se lo pensaría que rompería con Juan y lo buscaría.
Aquella misma noche en su dormitorio tumbada en la cama y con la luz de la luna entrando a raudales por la ventana fantaseaba con la idea de fugarse con Julián y vivir lejos de todo y de todos, entonces un ruido en su puerta la sobresaltó, oyó la voz de su madre al otro lado, preguntándole:
-¿Charito estás despierta?
-Sí mamá pasa.
Cuando vio la seriedad en el rostro de su madre supo que algo grave pasaba y se puso enseguida alerta, seguro que no era nada bueno. Su madre la cogió de las manos y con la voz rota le dijo, que tenía que comunicarle una mala noticia, el médico había estado visitando a su padre y el pronóstico no había sido nada halagüeño, le quedaba poco de vida como mucho unos seis meses, su enfermedad había avanzado muy rápido, por eso era necesario adelantar su boda con Juan, para que su padre pudiera llevarla al altar y pudiera disfrutar de la boda de su única hija, además eso supondría un alivio para él al saber que su futuro estaba resuelto.
La palidez se instaló en sus mejillas, no podía creer que el cruel destino la privara de su padre y a la vez del hombre que amaba con locura, como podría marcharse con Julián y no matar a su padre del disgusto, sus planes se habían visto truncados por lo que parecía una broma macabra, pero decidió cumplir con su deber y hacer lo que su madre le pedía aunque eso significase su infelicidad.
Después de darle varias vueltas y derramar muchas lágrimas, decidió escribir una carta a Julián mintiéndole, diciendo que lo había pensado mejor y que todo había sido un error, su vida juntos sería un fracaso, sin trabajo sin un lugar donde vivir, no daría resultado, y además harían daño a todos los que los querían, lo sentía pero dentro de un mes se casaría con Juan, y esperaba que siguiera su camino y fuera feliz.

El día de su boda lo recordaba con amargura como uno de los más tristes de su vida, no sólo por lo que el destino le deparaba sino también por la pena que sintió cuando avanzando por el centro de la iglesia del brazo de su padre vio detrás de una columna a Julián mirándola con los ojos arrasados en lágrimas si poder creerse lo que iba hacer.
Pero lo peor estaba aún por llegar, aquella noche Juan se dio cuenta de que él no había sido el primero y después de violarla, la golpeó con saña.
Ahí empezó su calvario, un calvario silencioso, que no podía compartir con nadie.
Los días en su nueva casa pasaban lentos, tediosos y las noches eran una tortura insoportable que ella aguantaba estoicamente sin un reproche sin una lágrima, algo que aún sacaba más de quicio a Juan, que quería verla derrotada y pidiéndole clemencia.
Pasados dos meses su indisposición hizo que llamaran al doctor y este sólo pudo confirmar lo que ella ya sabía, se encontraba embarazada, y en su interior el gozo la invadió ya que sabía a ciencia cierta que ese hijo era de Julián no de Juan.
En los meses de embarazo Juan le dio tregua la dejó tranquila y se consoló en brazos de una de sus muchas amantes.
Pero cuando nació un niño rubio como el trigo, y con los ojos verdes de Julián, Juan decidió hacer que su vida fuera un infierno, que se arrepintiera el resto de su vida de la humillación que le había hecho pasar.
La encerró durante meses y le arrebató al niño a quien  puso en manos de una ama de cría. En esos meses ella creyó enloquecer pero el cuerpo resiste y sobre todo cuando lo que quería era poder estar con su hijo, así que se dedicó a seguirle el juego a Juan, se volvió sumisa, temerosa y complaciente con sus más bajos instintos a cambio de poder disfrutar de su hijo y verlo crecer.
Los años pasaron y llegó a tener otros dos hijos, una niña de piel clara y pelo negro como su madre y un chico espigado e inmaduro como su padre.
Pero los excesos de la vida de Juan le pasaron factura a una edad temprana, y una noche cuando tenía treinta y cinco años se acostó y ya no despertó, según el médico había sido un infarto fulminante.
Charito aquel día empezó a vivir, la tranquilidad se adueñó de su corazón y la paz que sentía después de tanto miedo y tanto odio la cambió el carácter, aunque a veces se sentía culpable por la felicidad que la invadía, pronto el recuerdo de las palizas y los desprecios hacía que no se arrepintiera ni un ápice de su nueva y sosegada vida.
Ese verano acudió a la finca de su familia a ver a su madre ya mayor ya que su padre había muerto hacía muchos años, y fue entonces cuando habló con Antonia y le preguntó por su hijo, al final había tomado los hábitos y se entraba de párroco en un pueblo de Extremadura, parecía feliz, aunque ella echaba de menos unos nietos que corretearan por su cocina y a los que hacerles dulces como hacía con ella y con su hijo cuando eran niños.
En un arranque de sinceridad y sabiendo que no tenía nada que perder, cogió a Antonia de las manos y la obligó a sentarse a su lado y le confesó lo que pasó con su hijo y que su hijo Rafael era hijo de Julián y no de Juan, aunque también que nunca se lo diría, por lo menos mientras ella viviera, no quería que él lo pasara mal, era mejor dejar las cosas así por el bien de todos.
Pero las cosas no suelen ocurrir como uno planea y de vuelta a su casa de Madrid Rosario sufrió un accidente de automóvil, y la ingresaron muy grave en un hospital sin saber si podría o no recuperarse.
Ante esta situación Antonia puso sobre aviso a Julián y le dijo que Rosario estaba muy grave que acudiera a verla.
Julián se presentó en la clínica como un amigo de la familia y cuando estuvo frente a Rosario, los recuerdos y los sentimientos se agolparon de pronto en su cabeza y en su corazón.
Le impresionó verla tan frágil entre las sábanas blancas de la cama del hospital, ¿dónde estaba esa mujer de raza que le había robado el corazón unos años antes?, parecía que podría morir en cualquier momento y fue entonces cuando se dio cuenta de que aún la seguía amando, a pesar de todo, del tiempo, del dolor, nada había podido enterrar su amor aunque el se hubiera dedicado a arrinconarlo en un lugar de su corazón durante años.
En ese momento ella abrió lentamente los ojos y en un susurro le dijo:
Te quiero, siento todo lo que has pasado, pero tengo que decirte que nuestro amor tuvo consecuencias, una consecuencia maravillosa que se llama Rafael y es clavado a ti.
El le selló los labios con un beso y le contestó que no se preocupase, que la cuidaría y que ya nada ni nadie volvería a separarlos que por fin verían sus sueños cumplidos.


domingo, 13 de abril de 2014

La comunidad.

Susan disfrutaba de unas semanas de vacaciones en un precioso pueblo perdido llamado Twin Lakes en Colorado, cerca del monte Maroon Bells y del lago Maroon.
El estrés de su vida diaria hacía difícil que se relajara, vivía entre la vorágine constante de las detenciones de traficantes de poca monta, prostitutas, ladrones y algún que otro asesino, su trabajo de detective no le permitía tener una vida normal, por eso en cuanto tuvo la oportunidad de coger unas vacaciones después de casi dos años dirigió su rumbo hacia un lugar perdido, sin apenas gente  con la esperanza de encontrar la tranquilidad que tanto ansiaba.
Cuando preparó su maleta no olvidó un libro, su música favorita y unas botas de montaña con las que pretendía dar largos paseos en la montaña disfrutando de la naturaleza y por supuesto varios bañadores para poder nadar en el lago, algo que le apasionaba desde pequeña cuando se iba con su padre a una cabaña que tenían y se pasaban el fin de semana pescando y bañándose en verano, ella y su hermana Sophie se habían acostumbrado a pescar, acampar y hacer todas las cosas que haría un chico ya que no tenían hermanos y su padre siempre las trató para que fueran unas chicas, independientes, valientes y aventureras, sin miedo y sin la necesidad de tener a un hombre cerca para valerse por sí mismas.
Aún recordaba aquel tiempo en que todos eran felices, aunque se habían criado sin su madre ya que las abandonó por marcharse con un cantante de country cuando nació su hermana pequeña, su padre siempre se había ocupado de ellas, de que no les faltara de nada de que no echaran de menos el cariño de una madre, y todo transcurría perfecto hasta que una mañana de hace ya once años, habían raptado a su hermana, y ni todos los esfuerzos del F.B.I.  ni de todos los vecinos, medios de comunicación e incluso videntes dieron resultado, nadie consiguió encontrar ni una pista fiable ni un indicio de lo que le había sucedido. Los años siguientes transcurrieron en una búsqueda constante, con entrevistas en periódicos y televisiones, con pegada de carteles e incluso con la contratación de detectives privados que no hallaron nada, parecía que la tierra se la había tragado.
La desesperación fue dando paso a la resignación y todos se dedicaron a intentar recomponer sus vidas sin Sophie, Susan estaba segura que la decisión de trabajar como policía esta marcada por este hecho.
El sábado llegó a la cabaña sobre las doce y después de dejar el equipaje, se dirigió al pueblo a comprar provisiones para los próximos días, allí entró en una tienda de comestibles que había en la calle principal y conoció a su propietaria, una joven rubia de cara redonda y toda la predisposición del mundo para ayudarla. En unos minutos parecía que se conocieran de toda la vida y se encontró aceptando una invitación a cenar para el día siguiente en la casa de Rosse.
Volvió a la cabaña, colocó la compra y se cambió para dar un paseo por la orilla del lago antes de comer.
El paseo le abrió el apetito,  se preparó un sándwich y se lo comió en el porche mientras miraba el azul del lago, el paisaje le trasmitía mucha paz y sin darse cuenta se quedó dormida en el balancín, la despertó un ruido y cuando abrió los ojos, vio que el sol se estaba ocultando, un escalofrío le recorrió la espalda y volvió al interior de la cabaña a buscar una chaqueta, cogió su libro y se dispuso a leer un rato, se acostó temprano y decidió que madrugaría para emprender una caminata por el bosque en cuanto amaneciera.
Se encaminó por un sendero hacia la cumbre de las montañas y cuando llevaba unas dos horas caminando oyó un murmullo que provenía de un recodo del camino, se acercó despacio y encontró a dos niños jugando escondidos, cuando la vieron salieron corriendo asustados y se perdieron por el bosque ante la cara de incredulidad de Susan.
Decidió volver hacia su cabaña y darse un baño en el lago antes de preparar algo para comer. Se colocó el bañador y se sumergió en el agua mientras la imagen de los dos niños daba vueltas en su cabeza, aún no entendía que hacían en medio de la nada dos niños y decidió que cuando fuese a cenar a casa de Rosse se lo comentaría a ver que sabía ella al respecto.
Cuando llegó a casa de Rosse, descubrió una casa muy acogedora con ramos de flores colocados por todo el salón y un olor a estofado exquisito, mientras terminaba de cocinar se tomaron una copa de vino y cuando terminaron de cenar y se tomaban un café Susan le comentó el asunto de los niños, notó el nerviosismo en la voz de Rosse mientras le decía que probablemente fueran niños de la comunidad, una especie de secta que se instaló en el bosque hace muchos años, nadie a ciencia cierta sabia cuantos miembros vivían allí, ya que sólo un hombre de unos cincuenta años era el encargado de bajar al pueblo a por provisiones y no se relacionaba con nadie. Hacía unos años la policía estuvo investigando la zona pero no llegaron a ninguna conclusión y como no se habían producido altercados los habían dejado tranquilos.
Susan se marchó después de darle las gracias a Rosse por una velada encantadora y cogió el coche para dirigirse a su cabaña, la noche era cerrada, sin luna, y en una de las curvas de la carretera estuvo cerca de atropellar a una joven que salió de la nada, frenó en seco y cuando se bajó del automóvil comprobó que la chica estaba herida, la ayudó a subir y le dijo que la llevaría al hospital mas cercano. La chica temblaba sin parar, y entreabrió los labios para susurrarle que no podía ir a un hospital que por favor la ayudase.
Susan en contra de lo que su instinto le aconsejaba, la llevó a su cabaña y le curó las heridas, le preparó un vaso de leche y cuando se lo tomó, empezó a explicarle que tenía que huir que la perseguirían hasta darle caza y luego la matarían que no
había sido la primera y que nunca nadie había logrado escapar.
Le contó que vivía en el bosque con un grupo de unas quince personas, eran una especie de secta en la que el líder sometía al resto con amenazas y abusaba de las chicas en cuanto tenían la primera menstruación, ella se había negado y como consecuencia había recibido una paliza.
Recordaba que había sido raptada de su casa una mañana de verano cuando tenía unos nueve años  y desde entonces vivía allí, nunca se habría atrevido a escapar, pero cuando se enteró de lo que le pasó a Emily decidió que no podía seguir como si no pasara nada, Emily era una chica de unos veintidos años, que llevaba en el campamento mucho tiempo según le contó, desde que la raptaron hacia unos diez u once años, tenía dos niños uno de unos cuatro y una niña de diez, cuando empezó a discutir con John porque no quería que su hija mantuviera relaciones sexuales empezaron los problemas, Loren que era como se llamaba la adolescente le dijo que habían empezado las palizas, los encierros y que un día ella le dijo que buscaría la manera de escaparse y llevarse a sus dos hijos, seguro que podría encontrar a su familia, dos días después había desaparecido y nunca más supo de ella, de eso ya hacía dos  meses.
Susan se puso en contacto con sus compañeros de la brigada, les comunicó lo que había averiguado y les pidió que fueran a llevarse a la chica y mandasen a una unidad para investigar la secta y a sus miembros, debían averiguar las personas que estaban retenidas contra su voluntad y si habían sido raptadas como Loren y la tal Emily.
El horror que encontraron cuando llegaron a las cabañas donde vivían fue indescriptible, los niños campaban descalzos y semidesnudos y  algunos barracones eran utilizados como celdas de castigo donde había varios chicos y chicas jóvenes encadenados con gruesas cadenas y con heridas por todo el cuerpo. Detuvieron al líder y descubrieron varios enterramientos próximos a una gran roca, pero la última sorpresa fue encontrar en un cofre de madera gran cantidad de objetos y fotos de las niñas y niños desaparecidos, así como diversos recortes de periódico, cuando Susan cogió el cofre y empezó a ojear las fotografías, una de ellas hizo que de su garganta saliera un grito desgarrador y cayera de rodillas con el cuerpo doblado gimiendo lastimeramente un nombre:
Sophie, Sophie, no puede ser Dios mío, ella no.
Sus compañeros la levantaron y los servicios sanitarios la sedaron para llevarla al hospital, de eso había pasado un mes, ahora descansaba en casa de su padre después de haber enterrado los restos de su hermana y esperaba paciente el desarrollo del juicio y que por fin se hiciera justicia y pudieran descansar.

                                       

viernes, 11 de abril de 2014

Héroes cotidianos.

El cielo lucia un azul espléndido, un azul irreverente con la pena que Estela sentía, el día primaveral invadía los sentidos con su olor a azahar , el bullicio de la ciudad que despertaba con ruido de coches, voces despreocupadas de viandantes que se dirigían a su trabajo, todo  la hacía ahora sentirse más pequeña mas insignificante en un mundo que avanzaba frenético sin detenerse a observar a los mas desfavorecidos a los más débiles.
Decidió levantarse y recoger el saco de dormir y los pocos enseres que tenía para poder ir a asearse al baño de la estación de autobuses, algo que hacía a diario, después se tomaría un café y empezaría su periplo para buscar empleo, cargaría con sus curriculum e iría entregándolos, esperando un golpe de suerte, que hoy el día se apiadara de su situación y le diera un respiro.
Tomó su café en la cafetería de la estación, y el camarero que la reconoció, le puso un suizo que ella le agradeció con su mejor sonrisa, se despidió de Sergio y  salió a la calle más animada.
Recorrió varias calles principales de la ciudad entregando su curriculum con la mejor predisposición de la que disponía, y fue cuando acercándose el medio día, entró en un restaurante de comidas caseras, y el señor de la barra le comunicó que acababa de despedir a una de las camareras, que si tenía experiencia podría probarla uno o dos días y ya decidiría algo.
Estela aceptó encantada, por lo menos era un comienzo, y ya se encargaría ella de causarle buena impresión al dueño del local y a los clientes.
Trabajó aquella tarde sin parar, lavó platos como nunca, recogió mesas, atendió a la clientela y cuando llegó la noche y la hora del cierre, Ignacio que era como se llamaba el propietario, le pagó y le dijo que volviera al día siguiente que hablarían de las condiciones laborales y de la duración del contrato.
Se encaminó al lugar donde dormía desde hacía unos meses, a un cajero de un banco del barrio y recogió su saco de dormir, henchida de optimismo y felicidad, parecía que su suerte iba a cambiar y eso era mucho más de lo que había tenido en los últimos meses, desde que perdió su empleo y dejó de pagar el apartamento en el que vivía, y se había visto abocada a dormir en la calle, sin nadie a quien pedir cobijo, sin nadie con quien contar, recordaba las primeras noches sin dormir, el llanto constante que la invadía y también el día que eligió no conformarse, no habituarse a esa vida que le había tocado vivir.
A la mañana siguiente se levantó y después de asearse se dirigió a su trabajo, detrás de la barra encontró a Nacho ya enzarzado en poner cafés, y organizar desayunos, entró presurosa pensando que llegaba tarde, le dio los buenos días y se dispuso a empezar a trabajar, El le indicó lo que debía hacer y ambos se pusieron a atender a los clientes con la mayor diligencia. A media mañana cuando la vorágine y las prisas se fueron diluyendo, pudieron tomarse un descanso, Nacho preparó un café y los dos se sentaron en una mesa, mientras saboreaban el amargo líquido, entablaron una conversación en la que él se sinceró, le dijo que la camarera que había despedido en realidad era su novia, que se había liado con otro y había decidido seguirlo y dejar a Nacho tirado, entonces Estela le contó a grandes rasgos su situación, omitiendo que se veía obligada a dormir en la calle porque no tenía recursos para alquilar una habitación.
Terminaron el café y volvieron al trabajo. El día fue duro, pero la alegría de sentirse activa de nuevo y la compañía de Nacho hizo que se le pasara volando, cuando llegó la hora del cierre, limpiaron y firmaron el contrato.
Se despidieron hasta la mañana siguiente, así discurrieron los días, y las semanas, los dos cada vez más contentos, ella con su trabajo y él por haberla contratado, era eficiente, amable con los clientes y diligente en todo lo que hacía, parecía tener una fuente de energía inagotable, su entusiasmo contagiaba a todo el mundo y eso se notaba.
Una noche en que cerraron después de lo habitual, él se ofreció a acompañarla, pero Estela se excusó diciendo que había quedado, que gracias de todas formas. 
A la mañana siguiente Nacho se levantó muy temprano y se acercó al cajero a sacar dinero, el de su barrio se encontraba fuera de servicio y con el consiguiente cabreo se puso a buscar uno cercano, iba a entrar en uno situado en el parque que había al lado de la estación de autobuses, cuando vio a una mujer joven recogiendo sus bártulos y saliendo de allí, cuando se fijó en ella se dio cuenta de que era Estela, y se quedó de piedra ya que no sospechaba lo más mínimo lo que le estaba sucediendo, decidió no hablarle para que no se sintiera mal y dando media vuelta se volvió por donde había llegado.
Cuando llegó Estela al trabajo, como siempre con su sonrisa con su amabilidad, Nacho supo que debía de ayudarla, cuando el trabajo empezó a  aflojar la llamó y le dijo que tenía que hablar con ella, tenía un problema y quería que le aconsejara.
Nacho le comentó que su compañero de piso se había marchado y que necesitaba a  alguien para compartir los gastos.
¿Oye tu conoces a alguien que estuviera interesado?
Estela no se lo podía creer , ese golpe de suerte no se lo esperaba, y le dijo:
Yo estoy interesada, ¿sino te importa compartir piso con una empleada claro?
Quedaron para ver la habitación después del trabajo, y cuando ella entró en el apartamento encontró un lugar muy frió sin alma, pero pensó que tenía muchas posibilidades y le preguntó:
¿Podría intentar decorar mi habitación sino te molesta?
Por supuesto no hay ningún problema, cenaron y quedaron en que Estela se mudaría al día siguiente, él le dio unas llaves y se despidieron.
Sergio pasó la noche en blanco, no sabía porque pero le afectaba la situación de Estela demasiado, no podía dormir pensando en que ella dormía en un cajero, con frío y con todos los peligros que conlleva la calle, pensó en sus historia, en como habría acabado así, aunque se recordó que eso no era de su incumbencia.
Cuando se fue al restaurante ella aún no había llegado, se encontraron en el trabajo y ella le confirmó que ya se había instalado.
Pasaron los meses y el trabajo y la convivencia eran perfectas, por eso una noche ya en el apartamento mientras preparaban algo de cena, Nacho se quedó mirándola como si no la hubiera visto antes y se dio cuenta de que se había acostumbrado a su presencia, a sus silencios, a sus risas y que daría todo lo que tenía para que eso durara siempre, se había hecho un hueco en su corazón y no quería que saliera de él.
La miró a los ojos y Estela se estremeció, Nacho le gustaba pero no quería estropear la relación que se había establecido entre ellos, se lo debía todo, su alegría, su trabajo y su estabilidad, hacía mucho tiempo que alguien no le hacía sentirse tan bien, entonces Nacho le quitó un mechón de pelo que le caía sobre los ojos y cogiéndola de la barbilla, acercó su boca y la besó tiernamente, con una dulzura que desarmó a Estela, cuando él se separó y empezó a disculparse fue ella la que se lanzó a su cuello y lo besó apasionadamente, con furia con prisa como si pensara que podría acabarse ese beso que tanto había deseado, se dejó llevar por las sensaciones y entre risas él la cogió en brazos y la llevó al sofá.
Allí la cubrió de besos y caricias y mirándola a los ojos le dijo:
- No sé como ha ocurrido pero me he enamorado de ti y quiero que esto funcione
ella lo abrazó y le susurró:
- a mí me pasa lo mismo así que tendremos que hacer algo, ¿no crees?
Entonces él se enredó en su boca, en su lengua y se dejó llevar por todo lo que estaban sintiendo............................. 

                                                       

miércoles, 9 de abril de 2014

Perdido

Entró en la habitación y lo vio, estaba sentado al lado de la ventana en una antigua butaca de color granate. Miraba sin ver hacia la calle, él se acercó lentamente y puedo observar como el hombre que lo había cogido tantas veces en brazos, el que le había enseñado a  montar en bici, el que le regañaba y abrazaba a tiempos iguales, parecía que había empequeñecido como si todos los años y vivencias se hubieran acomodado en sus hombros y en su espalda para no permitirle andar erguido. De todas formas seguía manteniendo un porte distinguido, un rostro donde se negaban a aparecer todas sus arrugas, todas la cicatrices que su alma había soportado.
Lo llamó:
-Papá, el se movió lentamente hacia su voz y le preguntó sorprendido:
-¿quien es usted joven?
-Soy yo papá, Manuel, no te acuerdas de mí, tu hijo.
- Perdone pero yo no tengo hijos, ojala los hubiera tenido y ahora no estaría tan solo, sólo la tuve a ella, ¿la conoce usted? 
Se llama Lola, es mi mujer, el amor de mi vida, pero no sé donde está hace días que no la veo y eso me preocupa.
Manuel se sentó al lado de su padre y le cogió la mano, el lo miró extrañado pero luego le sonrió. 
Papá tengo algo que decirte, mamá no está, murió hace dos años ¿no lo recuerdas?
Lo miró con los ojos de un niño que no consigue entender nada y entonces de sus tristes ojos cayeron unas lágrimas sin premura, en ese momento su mirada se tornó con un brillo extraño y mirándolo le dijo:
-Manuel como me alegra verte, y ¿Ana y los niños? ¿están bien?
Lo cierto es que a veces me siento aquí solo desde que tu madre no está.
Manuel lo abrazó y le dijo:
- Prometo que vendré a verte más a menudo y te traeré a los chicos, están ya muy grandes, y Julio se parece tanto a ti, tiene tu carácter y tus ojos.
Julio, ¿Quién es Julio, y quién es usted? ¿Ha visto a mi mujer, la busco desde hace días y no se nada de ella, podría ayudarme a encontrarla?
Manuel hizo un esfuerzo para que las lágrimas no aflorasen a sus ojos y cogiéndolo de la mano lo tranquilizó y le dijo:
-No se preocupe yo le ayudaré a buscarla, ahora descanse.
Se despidió de él, y ya en el umbral de la puerta de sus labios salió un te quiero casi mudo.
Cuando avanzó por el pasillo en dirección a la calle, una opresión se instaló en su pecho y pensó cuanto tiempo había desperdiciado sin decirle a su padre cuanto lo quería, lo orgulloso que estaba de él, y lo mucho que le había enseñado.
Salió y una fina lluvia empezó a empaparlo, mientras  parado en medio de la calle miraba hacia la ventana de la habitación de su padre y lo saludaba con la mano.
Luego llegó al aparcamiento y se metió en su coche, encendió el motor, se puso el cinturón de seguridad y de pronto se sintió tan perdido ….


                                 

miércoles, 2 de abril de 2014

Pasión en la Corte.

Gabrielle de Polastron, miraba su  reflejo en el río, el calor del verano sólo se calmaba con un chapuzón en  sus  tranquilas aguas así que sin pensarlo mucho, se despojó de la ropa y se  metió  lentamente en el agua, sintiendo como el frescor se instalaba en todo su cuerpo  conforme la corriente lo iba acariciando con su contacto.
Su cuerpo había cambiado con la  maternidad, sus formas se habían redondeado, sus senos eran más grandes y  sus caderas más anchas, y eso hacía que la sensualidad se escapase por todos  los poros de su piel, era hermosa y lo sabía.

Aquel era un día importante para su futuro, iba a conocer a la Reina, su cuñada Diana de Polignac la llamó para que fuese a palacio con su esposo.
Cuando llegaron a Versalles, en  el mismo instante en que la Reina Maria Antonieta la vio, sintió una atracción  inexplicable hacia su persona. Lo cierto es que Gabrielle era una joven de veintiséis años muy hermosa, con cabellos negros, unos ojos de un azul intenso, elegante, graciosa y  divertida que encandiló a la reina, poco amante de los encuentros sexuales, que los recibía por obligación y con desgana y  enamorada de la sensualidad  y de todo lo  bello, joyas vestidos etc, algo que compartiría con su recién estrenada amiga a lo  largo de casi catorce años.

El tiempo pasaba y en los  sucesivos encuentros, Gabrielle se encargó de poner a la reina a su favor, le habló de que no había podido acudir antes a la Corte por sus penurias económicas, su estatus había venido a menos, a lo que la reina puso remedio de inmediato, donándole grandes sumas de dinero y otorgándole a su esposo y gran número de familiares, cargos con altas remuneraciones en la Corte.
A ella le concedió el título de Duquesa de Polignac, al que sumo al que ya tenía de  Condesa, sus encantos y avaricia le hicieron ver a Maria Antonieta que su amistad tenía un precio y la díscola reina no dudo en pagarlo, con ella descubrió las alegrías del amor carnal, y la pasión desenfrenada unida a la lujuria y a todo lo excesivo relacionado con la belleza y la sensualidad, sin importarle nada más.
Era tal el enamoramiento que tuvo de su amiga Gabrielle, que incluso llegó a decirle en varias cartas que la amaba, que no podría vivir sin ella.
Sabedora del poder que ejercía sobre la reina, la Condesa de Polignac se ocupó de ser su favorita y de obtener todos los favores que consideró oportunos, ante una reina desvalida y caprichosa a la que enseñó el disfrute de una pasión desenfrenada, ante el malestar de los cortesanos, por lo privilegios concedidos y por las libertades que la soberana se tomaba, llegando a perder los papeles y la compostura ante la Corte y sus súbditos, cada vez más cansados de verla despilfarrar en fiestas, ropas y joyas.
Consiguió engañar al propio Luis XVI que llegó a fomentar esta amistad, ya que según él resultaba tranquilizadora para el ánimo de la reina.
Se aprovechó hasta el final de la fascinación que la reina sentía por ella, obligándola a hacer cosas impropias de una reina, la adicción al opio de la condesa supuso el desenfreno y la excentricidad extrema así como la divulgación de los secretos sexuales que ambas compartían, llegando a oídos del pueblo, totalmente desencantado con su soberana y su favorita. El profundo amor que sentía Maria Antonieta por su favorita, le hizo que desoyera los consejos de quienes la querían bien y consiguieron simplemente quedar relegados del círculo más próximo a la soberana.
A finales de 1780, miles de enemigos, y panfletos pornográficos proclamaron que Gabrielle era la amante lesbiana de la reina, y esto hizo mucho daño en el prestigio de la monarquía, y la condesa se vio profundamente afectada, por lo que fue dejando  de lado su amistad con la reina.
Se decía que en los últimos años de reinado solo se hablaban en público, pero lo cierto es que Maria Antonieta se ocupó de su amiga hasta el final, ayudándola a ella y a su familia a salir de Francia.
Mas tarde, ella misma le escribiría cartas confesándole su amor , cartas que la Condesa no contestó nunca, muriendo en la más absoluta soledad.
La astucia de Gabrielle le hizo librarse de la guillotina al haber escapado de la Revolución, pero no consiguió engañar a la muerte ya que falleció en Austria con sólo cuarenta y cuatro años cincuenta días después de que muriera su "amada" reina.
Demostrando la historia una vez mas,  que ciertos amores resultan nocivos.