domingo, 13 de abril de 2014

La comunidad.

Susan disfrutaba de unas semanas de vacaciones en un precioso pueblo perdido llamado Twin Lakes en Colorado, cerca del monte Maroon Bells y del lago Maroon.
El estrés de su vida diaria hacía difícil que se relajara, vivía entre la vorágine constante de las detenciones de traficantes de poca monta, prostitutas, ladrones y algún que otro asesino, su trabajo de detective no le permitía tener una vida normal, por eso en cuanto tuvo la oportunidad de coger unas vacaciones después de casi dos años dirigió su rumbo hacia un lugar perdido, sin apenas gente  con la esperanza de encontrar la tranquilidad que tanto ansiaba.
Cuando preparó su maleta no olvidó un libro, su música favorita y unas botas de montaña con las que pretendía dar largos paseos en la montaña disfrutando de la naturaleza y por supuesto varios bañadores para poder nadar en el lago, algo que le apasionaba desde pequeña cuando se iba con su padre a una cabaña que tenían y se pasaban el fin de semana pescando y bañándose en verano, ella y su hermana Sophie se habían acostumbrado a pescar, acampar y hacer todas las cosas que haría un chico ya que no tenían hermanos y su padre siempre las trató para que fueran unas chicas, independientes, valientes y aventureras, sin miedo y sin la necesidad de tener a un hombre cerca para valerse por sí mismas.
Aún recordaba aquel tiempo en que todos eran felices, aunque se habían criado sin su madre ya que las abandonó por marcharse con un cantante de country cuando nació su hermana pequeña, su padre siempre se había ocupado de ellas, de que no les faltara de nada de que no echaran de menos el cariño de una madre, y todo transcurría perfecto hasta que una mañana de hace ya once años, habían raptado a su hermana, y ni todos los esfuerzos del F.B.I.  ni de todos los vecinos, medios de comunicación e incluso videntes dieron resultado, nadie consiguió encontrar ni una pista fiable ni un indicio de lo que le había sucedido. Los años siguientes transcurrieron en una búsqueda constante, con entrevistas en periódicos y televisiones, con pegada de carteles e incluso con la contratación de detectives privados que no hallaron nada, parecía que la tierra se la había tragado.
La desesperación fue dando paso a la resignación y todos se dedicaron a intentar recomponer sus vidas sin Sophie, Susan estaba segura que la decisión de trabajar como policía esta marcada por este hecho.
El sábado llegó a la cabaña sobre las doce y después de dejar el equipaje, se dirigió al pueblo a comprar provisiones para los próximos días, allí entró en una tienda de comestibles que había en la calle principal y conoció a su propietaria, una joven rubia de cara redonda y toda la predisposición del mundo para ayudarla. En unos minutos parecía que se conocieran de toda la vida y se encontró aceptando una invitación a cenar para el día siguiente en la casa de Rosse.
Volvió a la cabaña, colocó la compra y se cambió para dar un paseo por la orilla del lago antes de comer.
El paseo le abrió el apetito,  se preparó un sándwich y se lo comió en el porche mientras miraba el azul del lago, el paisaje le trasmitía mucha paz y sin darse cuenta se quedó dormida en el balancín, la despertó un ruido y cuando abrió los ojos, vio que el sol se estaba ocultando, un escalofrío le recorrió la espalda y volvió al interior de la cabaña a buscar una chaqueta, cogió su libro y se dispuso a leer un rato, se acostó temprano y decidió que madrugaría para emprender una caminata por el bosque en cuanto amaneciera.
Se encaminó por un sendero hacia la cumbre de las montañas y cuando llevaba unas dos horas caminando oyó un murmullo que provenía de un recodo del camino, se acercó despacio y encontró a dos niños jugando escondidos, cuando la vieron salieron corriendo asustados y se perdieron por el bosque ante la cara de incredulidad de Susan.
Decidió volver hacia su cabaña y darse un baño en el lago antes de preparar algo para comer. Se colocó el bañador y se sumergió en el agua mientras la imagen de los dos niños daba vueltas en su cabeza, aún no entendía que hacían en medio de la nada dos niños y decidió que cuando fuese a cenar a casa de Rosse se lo comentaría a ver que sabía ella al respecto.
Cuando llegó a casa de Rosse, descubrió una casa muy acogedora con ramos de flores colocados por todo el salón y un olor a estofado exquisito, mientras terminaba de cocinar se tomaron una copa de vino y cuando terminaron de cenar y se tomaban un café Susan le comentó el asunto de los niños, notó el nerviosismo en la voz de Rosse mientras le decía que probablemente fueran niños de la comunidad, una especie de secta que se instaló en el bosque hace muchos años, nadie a ciencia cierta sabia cuantos miembros vivían allí, ya que sólo un hombre de unos cincuenta años era el encargado de bajar al pueblo a por provisiones y no se relacionaba con nadie. Hacía unos años la policía estuvo investigando la zona pero no llegaron a ninguna conclusión y como no se habían producido altercados los habían dejado tranquilos.
Susan se marchó después de darle las gracias a Rosse por una velada encantadora y cogió el coche para dirigirse a su cabaña, la noche era cerrada, sin luna, y en una de las curvas de la carretera estuvo cerca de atropellar a una joven que salió de la nada, frenó en seco y cuando se bajó del automóvil comprobó que la chica estaba herida, la ayudó a subir y le dijo que la llevaría al hospital mas cercano. La chica temblaba sin parar, y entreabrió los labios para susurrarle que no podía ir a un hospital que por favor la ayudase.
Susan en contra de lo que su instinto le aconsejaba, la llevó a su cabaña y le curó las heridas, le preparó un vaso de leche y cuando se lo tomó, empezó a explicarle que tenía que huir que la perseguirían hasta darle caza y luego la matarían que no
había sido la primera y que nunca nadie había logrado escapar.
Le contó que vivía en el bosque con un grupo de unas quince personas, eran una especie de secta en la que el líder sometía al resto con amenazas y abusaba de las chicas en cuanto tenían la primera menstruación, ella se había negado y como consecuencia había recibido una paliza.
Recordaba que había sido raptada de su casa una mañana de verano cuando tenía unos nueve años  y desde entonces vivía allí, nunca se habría atrevido a escapar, pero cuando se enteró de lo que le pasó a Emily decidió que no podía seguir como si no pasara nada, Emily era una chica de unos veintidos años, que llevaba en el campamento mucho tiempo según le contó, desde que la raptaron hacia unos diez u once años, tenía dos niños uno de unos cuatro y una niña de diez, cuando empezó a discutir con John porque no quería que su hija mantuviera relaciones sexuales empezaron los problemas, Loren que era como se llamaba la adolescente le dijo que habían empezado las palizas, los encierros y que un día ella le dijo que buscaría la manera de escaparse y llevarse a sus dos hijos, seguro que podría encontrar a su familia, dos días después había desaparecido y nunca más supo de ella, de eso ya hacía dos  meses.
Susan se puso en contacto con sus compañeros de la brigada, les comunicó lo que había averiguado y les pidió que fueran a llevarse a la chica y mandasen a una unidad para investigar la secta y a sus miembros, debían averiguar las personas que estaban retenidas contra su voluntad y si habían sido raptadas como Loren y la tal Emily.
El horror que encontraron cuando llegaron a las cabañas donde vivían fue indescriptible, los niños campaban descalzos y semidesnudos y  algunos barracones eran utilizados como celdas de castigo donde había varios chicos y chicas jóvenes encadenados con gruesas cadenas y con heridas por todo el cuerpo. Detuvieron al líder y descubrieron varios enterramientos próximos a una gran roca, pero la última sorpresa fue encontrar en un cofre de madera gran cantidad de objetos y fotos de las niñas y niños desaparecidos, así como diversos recortes de periódico, cuando Susan cogió el cofre y empezó a ojear las fotografías, una de ellas hizo que de su garganta saliera un grito desgarrador y cayera de rodillas con el cuerpo doblado gimiendo lastimeramente un nombre:
Sophie, Sophie, no puede ser Dios mío, ella no.
Sus compañeros la levantaron y los servicios sanitarios la sedaron para llevarla al hospital, de eso había pasado un mes, ahora descansaba en casa de su padre después de haber enterrado los restos de su hermana y esperaba paciente el desarrollo del juicio y que por fin se hiciera justicia y pudieran descansar.

                                       

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