martes, 22 de abril de 2014

Sueños cumplidos.

En los años cincuenta, en un pueblo de Andalucía que vivía del cultivo de los viñedos, nacieron dos niños, una niña llamada Rosario, hija del patrón de la finca, y Julián hijo de un jornalero de Don Rafael el dueño de los viñedos.
Se conocían desde que nacieron, Charito siempre estaba en casa de los jornaleros de su padre, en la cocina degustando algún dulce de los que hacía Antonia o escuchando los cuentos que Miguel contaba a su hijo Julián después de un largo día trabajando en el campo, disfrutaba de ellos más que de sus propios padres, uno ocupado en llevar los viñedos y las bodegas y su madre Pilar en reuniones de caridad y en organizar fiestas y exposiciones ya que era pintora.

Sus vidas transcurrieron paralelas hasta que se convirtieron en adolescentes, entonces Charito se vio apartada por completo del que hasta ahora había sido su mundo y fue enviada a estudiar a un colegio de señoritas a Madrid, y Julián con mucho sacrificio por parte de sus padres, fue a estudiar el bachillerato a Sevilla , cuando terminó como no tenían dinero, decidió entrar en el seminario para poder estudiar una carrera y así lo hizo. Sus vidas discurrieron por caminos completamente distintos aunque seguían sabiendo el uno del otro cuando llegaban a la finca y preguntaban a los conocidos.
Charito terminó de estudiar y su padre decidió que ya era hora de que dejara de perder el tiempo y se dedicara a conocer un buen chico y a darle un heredero ya que era hija única.
Con dieciocho años se vio comprometida con un chico de clase alta al que conoció en una de las fiestas organizadas por sus padres, el chico era ingeniero y era un chico bien, conservador y misógino que coartó la libertad de Charito desde el principio.
Poco antes de casarse Charito volvió a ver a Julián, recordaba como si fuera ayer el mágico encuentro aquella tarde de primavera, se encontraba dando un paseo por la finca y creyó desmayarse cuando oyó su voz llamándola, se paró y al volverse lo miró y recorrió todo su cuerpo vestido con una sotana que lo hacía aún más atractivo, sus ojos seguían irradiando un brillo mágico, y le preguntó:

-Hola Julián ¿cómo estás? Me alegro de verte después de tanto tiempo.
-Yo también Charito o mejor dicho señorita Rosario, ya me he enterado de que se casa con el señorito Juan.
-Por Dios! Julián, que es esa manera de hablarme, parece que no me conocieras, sigo siendo yo, soy Charito, me vaya  a casar o no.
-¿Y la vida como te ha tratado Julián? Te veo bien.
-Bueno no puedo quejarme, estoy estudiando que es lo que quería lo demás bueno, la misa diaria la confesiones, los maitines etc resultan tediosos, pero todo pasará.
-¿Y eso? ¿Entonces tu vocación no es sincera?
-Pues siento escandalizarte pero no, mi repentina vocación se debe a querer estudiar y no tener medios económicos para hacerlo, pero no pienso renunciar a formar una familia y a tener hijos.
Charito se ruborizó al pensar que fuera él y no el pusilánime y grosero de Juan su prometido, Julián si sería un buen compañero, junto a él si podría ser ella, se sentiría libre y feliz, además para que ocultarlo, siempre se había sentido atraída por su cuerpo atlético, su tez bronceada por el sol, sus labios grandes y esa sonrisa pícara siempre en su boca la volvían loca, y si a eso se sumaba lo que sentía cada vez que él la miraba, la química podía ser explosiva.
Dejó de soñar despierta y le insinuó que la acompañara en su paseo para poder seguir hablando y ponerse al día de sus vidas.
Se acercaron al río que había fuera de la finca, y en la orilla se sentaron a descansar, el calor se hacía notar y cuando Julián se acercó a su cara para quitarle una brizna del cabello, ella cerró los ojos y aproximó su boca a la de él.
El la abrazó con fuerza y sus labios aprisionaron los de ella, primero con ternura y luego con una rabia y una pasión que casi le hicieron daño. La besaba con desesperación y de pronto se paró en seco y le dijo: ¿quieres a Juan?
-No Julián, no lo quiero, pero ya sabes como es mi padre, no consentiría que rompiera el compromiso, me mataría, si le hiciera pasar por ese escándalo.
Pero yo te amo como nunca he amado a nadie, vente conmigo, dejemoslo todo y empecemos en otro lugar donde nadie nos conozca, donde nadie nos juzgue, donde podamos disfrutar de este amor que nos consume.
Ella lo miró fijamente a los ojos, y acercándose a él lo besó en los ojos, en el pelo y se tumbó en la hierba mientras lo cogía del brazo y lo aproximaba a ella.
Julián la acarició con delicadeza, como si pudiera romperla con sus fuertes brazos, la besó como si sus labios fueran mariposas, para no dañarla, para no mancharla, y entonces le dijo:
-Si seguimos puedes tener un problema, ¿estás segura Charito?
-No he estado tan segura de nada en mi vida como de esto, quiero sentirme tuya, que tú seas el primero y el único.
Se abrazaron ahora sin pudor y dejaron que el amor y la pasión siguiera su curso, el resto del mundo se paró en ese mismo instante y ellos fueron conscientes de que lo que estaban viviendo no lo borraría nada ni nadie.
Cuando se vistieron después de quedar borrachos de tanto amor, los dos lucían una sonrisa bobalicona en el rostro por lo que se despidieron con un beso y decidieron volver por separado para que nadie pudiera sospechar nada.
Pasaron los días y después de varios encuentros furtivos Julián tuvo que volver al seminario, pero antes le hizo jurar a Charito que se lo pensaría que rompería con Juan y lo buscaría.
Aquella misma noche en su dormitorio tumbada en la cama y con la luz de la luna entrando a raudales por la ventana fantaseaba con la idea de fugarse con Julián y vivir lejos de todo y de todos, entonces un ruido en su puerta la sobresaltó, oyó la voz de su madre al otro lado, preguntándole:
-¿Charito estás despierta?
-Sí mamá pasa.
Cuando vio la seriedad en el rostro de su madre supo que algo grave pasaba y se puso enseguida alerta, seguro que no era nada bueno. Su madre la cogió de las manos y con la voz rota le dijo, que tenía que comunicarle una mala noticia, el médico había estado visitando a su padre y el pronóstico no había sido nada halagüeño, le quedaba poco de vida como mucho unos seis meses, su enfermedad había avanzado muy rápido, por eso era necesario adelantar su boda con Juan, para que su padre pudiera llevarla al altar y pudiera disfrutar de la boda de su única hija, además eso supondría un alivio para él al saber que su futuro estaba resuelto.
La palidez se instaló en sus mejillas, no podía creer que el cruel destino la privara de su padre y a la vez del hombre que amaba con locura, como podría marcharse con Julián y no matar a su padre del disgusto, sus planes se habían visto truncados por lo que parecía una broma macabra, pero decidió cumplir con su deber y hacer lo que su madre le pedía aunque eso significase su infelicidad.
Después de darle varias vueltas y derramar muchas lágrimas, decidió escribir una carta a Julián mintiéndole, diciendo que lo había pensado mejor y que todo había sido un error, su vida juntos sería un fracaso, sin trabajo sin un lugar donde vivir, no daría resultado, y además harían daño a todos los que los querían, lo sentía pero dentro de un mes se casaría con Juan, y esperaba que siguiera su camino y fuera feliz.

El día de su boda lo recordaba con amargura como uno de los más tristes de su vida, no sólo por lo que el destino le deparaba sino también por la pena que sintió cuando avanzando por el centro de la iglesia del brazo de su padre vio detrás de una columna a Julián mirándola con los ojos arrasados en lágrimas si poder creerse lo que iba hacer.
Pero lo peor estaba aún por llegar, aquella noche Juan se dio cuenta de que él no había sido el primero y después de violarla, la golpeó con saña.
Ahí empezó su calvario, un calvario silencioso, que no podía compartir con nadie.
Los días en su nueva casa pasaban lentos, tediosos y las noches eran una tortura insoportable que ella aguantaba estoicamente sin un reproche sin una lágrima, algo que aún sacaba más de quicio a Juan, que quería verla derrotada y pidiéndole clemencia.
Pasados dos meses su indisposición hizo que llamaran al doctor y este sólo pudo confirmar lo que ella ya sabía, se encontraba embarazada, y en su interior el gozo la invadió ya que sabía a ciencia cierta que ese hijo era de Julián no de Juan.
En los meses de embarazo Juan le dio tregua la dejó tranquila y se consoló en brazos de una de sus muchas amantes.
Pero cuando nació un niño rubio como el trigo, y con los ojos verdes de Julián, Juan decidió hacer que su vida fuera un infierno, que se arrepintiera el resto de su vida de la humillación que le había hecho pasar.
La encerró durante meses y le arrebató al niño a quien  puso en manos de una ama de cría. En esos meses ella creyó enloquecer pero el cuerpo resiste y sobre todo cuando lo que quería era poder estar con su hijo, así que se dedicó a seguirle el juego a Juan, se volvió sumisa, temerosa y complaciente con sus más bajos instintos a cambio de poder disfrutar de su hijo y verlo crecer.
Los años pasaron y llegó a tener otros dos hijos, una niña de piel clara y pelo negro como su madre y un chico espigado e inmaduro como su padre.
Pero los excesos de la vida de Juan le pasaron factura a una edad temprana, y una noche cuando tenía treinta y cinco años se acostó y ya no despertó, según el médico había sido un infarto fulminante.
Charito aquel día empezó a vivir, la tranquilidad se adueñó de su corazón y la paz que sentía después de tanto miedo y tanto odio la cambió el carácter, aunque a veces se sentía culpable por la felicidad que la invadía, pronto el recuerdo de las palizas y los desprecios hacía que no se arrepintiera ni un ápice de su nueva y sosegada vida.
Ese verano acudió a la finca de su familia a ver a su madre ya mayor ya que su padre había muerto hacía muchos años, y fue entonces cuando habló con Antonia y le preguntó por su hijo, al final había tomado los hábitos y se entraba de párroco en un pueblo de Extremadura, parecía feliz, aunque ella echaba de menos unos nietos que corretearan por su cocina y a los que hacerles dulces como hacía con ella y con su hijo cuando eran niños.
En un arranque de sinceridad y sabiendo que no tenía nada que perder, cogió a Antonia de las manos y la obligó a sentarse a su lado y le confesó lo que pasó con su hijo y que su hijo Rafael era hijo de Julián y no de Juan, aunque también que nunca se lo diría, por lo menos mientras ella viviera, no quería que él lo pasara mal, era mejor dejar las cosas así por el bien de todos.
Pero las cosas no suelen ocurrir como uno planea y de vuelta a su casa de Madrid Rosario sufrió un accidente de automóvil, y la ingresaron muy grave en un hospital sin saber si podría o no recuperarse.
Ante esta situación Antonia puso sobre aviso a Julián y le dijo que Rosario estaba muy grave que acudiera a verla.
Julián se presentó en la clínica como un amigo de la familia y cuando estuvo frente a Rosario, los recuerdos y los sentimientos se agolparon de pronto en su cabeza y en su corazón.
Le impresionó verla tan frágil entre las sábanas blancas de la cama del hospital, ¿dónde estaba esa mujer de raza que le había robado el corazón unos años antes?, parecía que podría morir en cualquier momento y fue entonces cuando se dio cuenta de que aún la seguía amando, a pesar de todo, del tiempo, del dolor, nada había podido enterrar su amor aunque el se hubiera dedicado a arrinconarlo en un lugar de su corazón durante años.
En ese momento ella abrió lentamente los ojos y en un susurro le dijo:
Te quiero, siento todo lo que has pasado, pero tengo que decirte que nuestro amor tuvo consecuencias, una consecuencia maravillosa que se llama Rafael y es clavado a ti.
El le selló los labios con un beso y le contestó que no se preocupase, que la cuidaría y que ya nada ni nadie volvería a separarlos que por fin verían sus sueños cumplidos.


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