miércoles, 9 de abril de 2014

Perdido

Entró en la habitación y lo vio, estaba sentado al lado de la ventana en una antigua butaca de color granate. Miraba sin ver hacia la calle, él se acercó lentamente y puedo observar como el hombre que lo había cogido tantas veces en brazos, el que le había enseñado a  montar en bici, el que le regañaba y abrazaba a tiempos iguales, parecía que había empequeñecido como si todos los años y vivencias se hubieran acomodado en sus hombros y en su espalda para no permitirle andar erguido. De todas formas seguía manteniendo un porte distinguido, un rostro donde se negaban a aparecer todas sus arrugas, todas la cicatrices que su alma había soportado.
Lo llamó:
-Papá, el se movió lentamente hacia su voz y le preguntó sorprendido:
-¿quien es usted joven?
-Soy yo papá, Manuel, no te acuerdas de mí, tu hijo.
- Perdone pero yo no tengo hijos, ojala los hubiera tenido y ahora no estaría tan solo, sólo la tuve a ella, ¿la conoce usted? 
Se llama Lola, es mi mujer, el amor de mi vida, pero no sé donde está hace días que no la veo y eso me preocupa.
Manuel se sentó al lado de su padre y le cogió la mano, el lo miró extrañado pero luego le sonrió. 
Papá tengo algo que decirte, mamá no está, murió hace dos años ¿no lo recuerdas?
Lo miró con los ojos de un niño que no consigue entender nada y entonces de sus tristes ojos cayeron unas lágrimas sin premura, en ese momento su mirada se tornó con un brillo extraño y mirándolo le dijo:
-Manuel como me alegra verte, y ¿Ana y los niños? ¿están bien?
Lo cierto es que a veces me siento aquí solo desde que tu madre no está.
Manuel lo abrazó y le dijo:
- Prometo que vendré a verte más a menudo y te traeré a los chicos, están ya muy grandes, y Julio se parece tanto a ti, tiene tu carácter y tus ojos.
Julio, ¿Quién es Julio, y quién es usted? ¿Ha visto a mi mujer, la busco desde hace días y no se nada de ella, podría ayudarme a encontrarla?
Manuel hizo un esfuerzo para que las lágrimas no aflorasen a sus ojos y cogiéndolo de la mano lo tranquilizó y le dijo:
-No se preocupe yo le ayudaré a buscarla, ahora descanse.
Se despidió de él, y ya en el umbral de la puerta de sus labios salió un te quiero casi mudo.
Cuando avanzó por el pasillo en dirección a la calle, una opresión se instaló en su pecho y pensó cuanto tiempo había desperdiciado sin decirle a su padre cuanto lo quería, lo orgulloso que estaba de él, y lo mucho que le había enseñado.
Salió y una fina lluvia empezó a empaparlo, mientras  parado en medio de la calle miraba hacia la ventana de la habitación de su padre y lo saludaba con la mano.
Luego llegó al aparcamiento y se metió en su coche, encendió el motor, se puso el cinturón de seguridad y de pronto se sintió tan perdido ….


                                 

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