viernes, 2 de mayo de 2014

El pasado vuelve para vengarse.

Era una tarde del mes de noviembre, y me encontraba en mi librería favorita buscando entre los montones de libros, uno que me hiciera soñar y viajar hacia lugares remotos, lugares que yo  nunca visitaría físicamente porque me era imposible pero que podría ver y disfrutar como si estuviera allí, si el escritor los describía con precisión.
Miraba ensimismada al lado de la puerta una estantería cuando ésta se abrió y junto a una gran ráfaga de viento entró un desconocido con una gabardina y un sombrero calado, al pasar junto a mí casi me tira, y fue en ese momento cuando me sujetó del brazo para que no cayese cuando me miró, y sus ojos grises, fríos como el acero se clavaron en mí, haciendo que casi me desmayara.
¿Cómo era posible, no podía ser?
Entonces el habló:
-Perdone señorita con las prisas no la había visto, siento haberla abordado así de esta manera, no era mi intención, le ruego me disculpe.
-No se preocupe, no ha sido nada, fue lo único que mi boca fue capaz de balbucear y cogiendo mi paraguas, salí de allí a toda prisa. Una vez en la calle, mientras la lluvia me empapaba bajo la luz de una farola, pude respirar y empecé a temblar y a llorar a la vez.
El destino me había jugado una mala pasada, pero tenía que serenarme y pensar que iba hacer, las cosas no podían quedarse así, ahora no, ahora que lo había visto de nuevo y sabía que podía seguir haciendo daño a otras personas, tenía que buscar un plan y llevarlo a cabo.
Llegué a casa empapada, me quité la ropa, me duché y me dispuse a preparar la cena antes de que Levi llegara de la fábrica.
Cortaba los tomates para la ensalada, mientras se hacía el guiso de carne cuando oí las llaves en la puerta, me sobresalté, pero me recompuse para que mi marido no sospechase nada y acercándome a la entrada, lo besé cuando entró y le pregunté como le había ido el día.
-Bien cariño, como siempre, cansado pero contento de volver a casa y estar contigo.
-¿ Y tu día, qué has hecho hoy?
Bueno fui al mercado esta mañana y me tomé un café con Elina, y después de comer salí a dar un paseo y me pasé por la librería del señor Víctor, pero al final no encontré nada y volví a casa. Como veras un día de lo más normal, pero bueno hablemos de ti, ¿cómo van los problemas en la fábrica, tu crees que se solucionaran?
- Espero que sí, pero la gente está descontenta, la jornada es muy larga, y nos pagan poco, pero bueno al menos podemos trabajar.
Pues ahora date una ducha que la cena estará lista en unos minutos, yo me encargo de prepararlo todo.
Mientras Levi se duchaba, Jana empezó a trazar un plan para conocer más detalles del hombre que había entrado en la librería, mañana volvería y hablaría con el librero Víctor e intentaría sonsacarle lo que supiera sobre el hombre del sombrero.
Cuando terminaron de cenar, Levi se marchó a la cama y ella después de leer un rato también se fue a dormir, pero no podía conciliar el sueño, tenía esos malditos ojos clavados en el cerebro, y sólo recordarlos le hacía incluso vomitar, al final se abrazó al cuerpo dormido de su marido y con sintiendo la respiración tranquila y el compás de su corazón consiguió quedarse dormida ya de madrugada.
Despertó cuando un rayo de sol se filtró por la ventana y le dio directamente en los ojos, los abrió y comprobó que se había quedado dormida, ni siquiera había oído marcharse a Levi.
Se levantó de un salto, se recogió su larga melena en una coleta, se tomó un café cargado y después de vestirse salió presurosa a la calle, no tenía tiempo que perder, mientras ella no hiciera nada, el  monstruo podría hacer daño de nuevo y eso no lo iba a consentir.
Compró el pan y volvió a la librería de Víctor, le saludo y después de mantener una charla intrascendente sobre algunos libros, abordó el tema, preguntándole directamente por el hombre del sombrero.
- ¿Hace mucho que conoces al señor que vino ayer, el del sombrero?
Hace un par de meses que se trasladaron al barrio, él y su joven esposa, no habla mucho, pero es un cliente excelente, creo que vienen de Polonia, pero no podría asegurartelo, así que a lo mejor os conocéis, no creo el pueblo donde yo vivía era muy pequeño y nos conocíamos todos y a él no lo he visto nunca.
Salió de la librería con un par de libros bajo el brazo y con la firme convicción de que el desconocido que según Víctor se llamaba Simón y era médico, no era otro que Herbert, el maldito militar que le había hecho la vida imposible en el campo de Majdanek.
Nunca podría olvidar aquella noche del diciembre de mil novecientos cuarenta y tres, cuando un grupo de militares nazis, entraron en la casa de la familia que los tenía escondidos, mataron a los padres y a los hijos de este matrimonio amigo y a toda su familia los llevaron al campo de Majdanek, al infierno en la tierra como al principio lo llamaban, ella tenía entonces dieciséis años y nunca olvidaría la primera vez que entraron en el campo, las voces de los militares, los ladridos de los perros, y los ojos sin vida de los que allí se encontraban.
A la semana de estar allí la separaron de su madre y de su hermana pequeña, el día que llegaron ya lo habían hecho de su padre y de su hermano mayor.
Acudió a una especie de oficina donde un militar le preguntó si sabía leer y escribir, ella tímidamente le dijo que sí, entonces el militar despachó a los guardias que la habían llevado allí y cuando se quedó a solas con ella le dijo, está bien me servirás, rellenaras formularios y el resto ya te lo iré enseñando yo poco a poco, mientras le decía esto al oído, se acercó groseramente a ella y le tocó el pecho, ella lo miró asustada y le dijo:
-¿pero qué hace, se ha vuelto loco?
- Lo siguiente que sintió fue el sabor de su propia sangre en la boca porque el militar le dio una bofetada que la tiró al suelo, y le advirtió de que no volviera a hablar a no ser que él le preguntara, sino lo pasaría mal, muy mal.
En un rincón de la habitación, Jana lloró desconsoladamente hasta que pasado un rato alguien vino a buscarla y le dijo cual sería su lugar de trabajo y donde dormiría, a partir de entonces supo que estaría sola, que ya no podría contar con la compañía de su madre y de su hermana, ese maldito hombre la había aislado.
La primera vez que se  le acercó no lo olvidaría jamás, aún sentía su cuerpo sudoroso encima de ella, mientras la besaba y cuando ella se resistió, como la golpeó hasta dejarla sin sentido mientras la insultaba y se mofaba de ella, llamándola sucia judía, y advirtiéndole que su vida estaba en sus manos, con un sólo gesto y ella dejaría este mundo para siempre.
Jana aprendió a sobrevivir a este monstruo pensando que pronto pasaría, más de una vez había soñado que mientras la violaba sufría un ataque al corazón y moría, pero luego se despertaba empapada en sudor y comprobaba que solo había sido eso, un sueño. De todas formas ella aguantaba por el amor a sus padres, sabía que antes o después estarían juntos y todo lo demás no importaría.
Pero una de las veces que Herbert la violó, había bebido más de la cuenta y cuando terminó con ella, le dijo riéndose:
- ahora si que serás mía para siempre hoy han matado al resto de tu familia, los han llevado a darse una ducha de la que no han salido ja ja ja.
Ella cayó al suelo y se quedó inmóvil, acurrucada mientras las lágrimas corrían por sus mejillas y su corazón se rompía en mil pedazos, él terminó de vestirse y se marchó dejándola allí, desde entonces había estado planeando su venganza, y se juró que esperaría lo que hiciera falta para acabar con la vida de ese bastardo aunque fuese lo último que hiciese.
Y la vida lo había puesto otra vez en su camino pero ella contaba con una ventaja añadida, él no la había reconocido, y eso la hacía más fuerte.
Pasaron un par de semanas hasta que volvió a verlo, se hizo la encontradiza, y él la saludó y entabló una conversación con ella sobre los libros que le gustaba leer.
Ella empleó sus armas de seducción y el fue cayendo en su tela de araña, un día la invitó a un café, y hablaron de su época en Polonia, de su infancia, de sus padres, pero pasaron de largo la ocupación nazi.
Cada vez le costaba más trabajo engañar a Levi y ocultarle sus planes, sabía de antemano que no lo hubiera permitido, pero eso era algo que ella tenía que hacer y que nadie iba a impedirle.
Aunque la repulsión que sentía hacia Herbert y su odio cada día que pasaba era mayor, no podía permitirse que un error lo estropeara todo, así que decidió beberse su asco y esperar paciente el momento de vengarse, este se presentó una noche en la que Levi tenía turno nocturno en la fábrica y ella había quedado para tomarse unas copas con Herbert en un club de la ciudad.
El se excusó un momento para ir al baño, después de haberse puesto cariñoso con ella e intentar besarla en uno de los reservados del club, entonces ella le derramó la bebida encima del pantalón, y cuando el se ausentó, ella aprovechó para verter el veneno en su copa y cuando el volvió y se tomó la copa ella le invitó a marcharse de allí a un lugar donde estuvieran mas tranquilos, el aceptó encantado mientras una mirada lujuriosa la recorría de arriba a bajo y ella aguantándose las náuseas, le sonrió y se montaron en el coche que estaba estacionado en la puerta del club.
Pasados unos minutos llegaron a un hotel, y ella lo convenció para que entrara sólo, no quería que la gente hablase, ella subiría después, Herbert sin sospechar nada le dijo el número de la habitación y quedó en esperarla arriba, mientras le advertía:
- No tardes mucho, estoy impaciente por hacerte disfrutar, no te vas arrepentir.
Cuando Jana subió el ya empezaba a encontrarse mal, pero ella no lo dejó llamar a nadie, se subió encima de él en la cama y mientras él empezaba a asfixiarse lo miró a los ojos y le dijo:
-¿No me recuerdas Herbert
- Soy tu putita judía como solías llamarme ¿te acuerdas ahora?
¿Qué dices?, yo no te conozco.
-Deja que me levante y avise a un médico, no me encuentro bien.
-No te preocupes acabará pronto, el veneno que te has tomado tarda poco en hacer efecto.
El intentó levantarse, pero las fuerzas le habían abandonado ya y comprendió de pronto que iba a morir, entonces se dio cuenta de que el pasado siempre vuelve y algunas veces para vengarse.
Jana esperó hasta que comprobó que estaba muerto, luego salió del hotel asegurándose de que nadie la había visto y cuando empezó a caminar en la oscuridad de la noche hacia su casa, supo que por fin podría empezar a dormir tranquila, el monstruo que la había acechado durante tanto tiempo había dejado de existir.

                     

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