martes, 18 de febrero de 2014

Flor de hielo

En una aldea de las montañas donde el invierno era extremo y los meses de verano  pasaban en un suspiro, contaban los ancianos del lugar, que en los meses más fríos, si encuentras en el bosque una "flor de hielo", puedes pedir un deseo y se te concederá.

Ana recorría cada año el bosque buscando la flor, era una chica de grandes ojos verdes y pelo rojo, pero hasta ahora, su vida transcurría entre la miseria y el penoso trabajo en la granja, era la cuarta de seis hermanos, y cuando nació  su madre supo que sería diferente, que tendría el mismo don que ella, su madre, su abuela, en definitiva,  que todas las mujeres de la familia, el destino la había elegido.
Con apenas catorce años, su imaginación era desbordante, era capaz de contar las historias más increíbles y sobre todo era capaz de recitar de memoria cualquier cosa que le hubieran contado. Esa tarde su madre la había avisado de que debía ir a casa de la señora Julia, debía de llevarle un remedio para ella y para su futuro bebe, ya que ella estaría ocupada con el parto de la señora Victoria.
Se enfundó en su vieja capa para resguardarse del frío y la nieve que cubría el camino del bosque hasta  la casa de  Julia. Cuando llegó, Tom el marido de Julia, la esperaba en la entrada.
¿Y tu madre Ana?
Señor, ella no puede venir, Victoria se ha puesto de parto y ha ido a atenderla.
Eso no es posible, Julia se encuentra muy mal, creo que el bebé quiere nacer ya y algo no va bien.
Entró presurosa en la humilde cabaña y encontró tendida a Julia en un jergón al lado de la chimenea, gimiendo de dolor y con una gran mancha de sangre en sus enaguas.
¿Julia que te pasa?
Ana, no me encuentro bien, el bebé quiere salir, pero no consigo empujar lo suficiente, no me quedan fuerzas.
No te preocupes, yo estoy aquí y he venido a ayudarte.
Se lavó las manos, y las colocó en el vientre de Julia, mientras empujaba hacia abajo, ésta empezó a gritar por el dolor, entonces Ana la tranquilizó,  metió las manos entre sus piernas y cogió la cabeza del bebé mientras le daba la vuelta. Al instante, Julia se relajó, empujo unas cuantas veces y Ana vió la cabecita de la niña, la cogió por los hombros y tiró de ella hacia fuera, en unos segundos, Julia tenía a su preciosa hija en los brazos.
Era su primera vez, nunca antes había ayudado en un parto, y aquella experiencia tan maravillosa, le hizo comprender que ya había encontrado su "flor de hielo" y que su deseo se cumpliría.....


                         


                       

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