martes, 11 de febrero de 2014

La decisión más dura.

Tenía mi hijo cinco meses cuando me enteré que estaba embarazada de nuevo, después de la sorpresa inicial, empecé a sentir el amor que sólo una madre puede sentir por su hijo desde el mismo momento que sabe que crece en su vientre.
Pero en una revisión de rutina, descubrieron que mi pequeña no estaba bien, tenía una malformación congénita en el corazón. Después de hablar con varios cardiólogos infantiles y médicos prenatales, todos coincidieron en que mi embarazo no era viable. Mi hija no llegaría a nacer o moriría en el momento del parto o minutos más tarde.
Ante esta situación y después de meditarlo mucho decidí junto con mi marido que no quería que mi hija sufriese, que no quería que se muriese en mis brazos y que debía abortar, la decisión más dura que he tomado en mi vida.
Y ahí empezó mi calvario, no sólo tuve que asumir el dolor que suponía para mí la pérdida de mi hija a la que yo amaba con locura sino la intransigencia de ciertos facultativos y miembros de esta sociedad, que se creen con el derecho de juzgarte como si de la misma Inquisición se tratase.
Aborté en Sevilla, ni siquiera lo pude hacer en mi propia ciudad, en una clínica concertada, en un sótano, donde no pudieron estar conmigo ni mi madre ni mi marido, además tuve complicaciones y tuve que esperar una hora a que llegara el anestesista que no se encontraba allí. La experiencia fue traumática, hasta tuve que soportar las pintadas en la fachada de la clínica de: "abortistas asesinos", por eso pienso, si yo tuve que pasar por todo esto y teníamos una ley que nos amparaba, ¿ qué le espera a las mujeres a partir de que se apruebe la reforma de la ley del aborto?









                               

No hay comentarios:

Publicar un comentario