jueves, 20 de febrero de 2014

Verano

Sentado en el muelle, miraba sus pies sumergidos en el agua, mientras pensaba en lo que le depararía el futuro, acababa de acabar la carrera y se presentaba ante él un panorama incierto como el de muchos jóvenes en este país. Decidió disfrutar de una tarde apacible en la playa y ya se preocuparía de eso cuando acabase el verano.
El verano transcurría monótono, lento, el calor insoportable  hacía que casi no se pudiera respirar, ni pensar,  los días eran eternos y las noches cortas, cuando la brisa del mar refrescaba el ambiente y se podía descansar.
Chapoteó un rato más y decidió, quitarse la ropa y zambullirse en al mar, en un mar que parecía llamarlo , que lo invitaba a sus profundidades para refrescarse,
se sumergió lentamente, y nadó un rato hasta cansarse, luego se tumbó boca arriba y dejó que el sol acariciase su rostro, cerró los ojos y se abandonó a esa sensación tan placentera.
Al cabo de un rato, se acercó a la orilla, y se tumbó en la arena, su cuerpo bronceado era como el de un Adonis, sus brazos musculados, sus piernas fuertes.
En un momento alguien se puso delante del él y le privó de la caricia del sol que tanto le gustaba, abrió los ojos molesto, se incorporó lentamente y poniéndose la mano sobre los ojos a modo de visera, la vio.
Parecía una niña asustada, andaba como perdida, su cabello castaño ondulado, le caía por los hombros, sus ojos de un color gris-azulado, y su boca de cereza, le conferían una belleza rara, enigmática. 
Cuando se recuperó de la sorpresa, se levantó de un salto y se presentó.
- Hola soy Mario y ¿tú como te llamas?
- Hola soy Elena.
Bueno Elena y que haces tapándome el sol, le dijo él sonriendo.
¡Oh! perdona, no me dí cuenta, iba distraída pensando en mis cosas.
No te preocupes, eso se soluciona si me dejas invitarte a un helado ¿de acuerdo?
Vale respondió ella.
Mario, se puso el pantalón y la camiseta y cogiendo a Elena del brazo, avanzaron por la arena hasta llegar al paseo marítimo.
Buscaron una heladería y se sentaron en la terraza frente al mar. 
Dedicaron el resto de la tarde a charlar sobre sus vidas, así fue como Mario supo que ella también era de Madrid, acababa de terminar sus prácticas en una radio local y estaba a la espera de ver que pasaba, como él, no mantenía una relación con nadie, quería viajar al extranjero y conocer nuevas culturas.
El por su parte la puso al día de sus planes, acababa de terminar medicina y aún no sabía que iba hacer, no le apetecía trabajar en un horario de ocho a tres como médico de familia, necesitaba sentirse útil, saber que los años que había dedicado a estudiar le servirían para ayudar a la gente.
La noche se les echó encima sin darse cuenta y Elena le dijo que tenía que marcharse, que se lo había pasado muy bien, pero que la esperaban para cenar, pues estaba en el piso de unas amigas.
Se intercambiaron los teléfonos, y quedaron en llamarse al día siguiente.
Por la mañana Mario recibió una llamada, su mejor amigo había tenido un accidente de moto y estaba hospitalizado en Bilbao, sacó un billete de avión y se marchó esa misma tarde.
Elena se quedó esperando una llamada que no llegó y se dijo que bueno que sería uno más y que no merecía la pena preocuparse por él, aunque en el fondo le molestaba porque había estado muy a gusto aquella tarde.

Los meses pasaron rápido y Madrid llegó a diciembre con frío y nieve. Una mañana en la que Elena corría como siempre para coger el autobús porque llegaba tarde, un coche casi la atropelló cuando se tiró  a cruzar la calle sin mirar. El conductor bajó del coche para recriminarle  y cuando la vio se que quedó helado, era ella, había intentado buscarla desde agosto, pero le habían robado el móvil  y con él su número de teléfono, la llamó y cuando se volvió vió en sus ojos que ella también lo había estado esperando, entonces sorteando los coches, corrió hacia ella, la estrechó entre sus brazos y la besó, en ese momento el tiempo se paró........


          



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